Viaje a los orígenes africanos de los objetos robados

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Viaje a los orígenes africanos de los objetos robados

Los colonizadores saquearon durante décadas de dominación decenas de miles de objetos en el continente africano. Muchos de ellos todavía se encuentran expuestos o almacenados en museos europeos, descontextualizados y despojados del significado espiritual que tienen en sus países. Ahora, la sed de restitución recorre África de la mano de una generación que exige justicia y que busca conocer su patrimonio

Este es un viaje a lugares de los que militares, misioneros, científicos y otras autoridades coloniales arrancaron objetos que acabaron expuestos como obras de arte en museos europeos o arrumbados en sus depósitos. Es a la vez un viaje para conocer el significado de esos artefactos en su contexto, el mismo que perdieron al ser trasladados a miles de kilómetros e interpretados con una mirada ajena. La estatua de una diosa camerunesa, un tambor sagrado en el que habitaba un espíritu marfileño que se alimentaba de la sangre de los enemigos o la representación del poder espiritual que ejercían los soberanos en Benín son algunos de los objetos reclamados. No son casos aislados. Son apenas la punta visible de un descomunal iceberg.

Las demandas de restitución que se extienden por todo el continente africano se enmarcan en el despertar poscolonial de una generación que ha dicho basta y que demuestra que, aunque la historia cambie de un día para otro, su digestión es a menudo mucho más lenta.

Francia, Alemania, España u Holanda son algunos de los países que han puesto en marcha dilatados procesos de restitución. Fruto de ellos, algunos objetos han vuelto y otros volverán, si los alambicados procedimientos legales llegan a buen puerto. Quienes conocen esos bienes en sus países de origen hablan aquí de su importancia para los pueblos que ahora los reclaman. Son objetos, pero significan mucho más.

La diosa robada de Camerún

Alemania posee unos 40.000 objetos culturales cameruneses, mientras que el museo nacional del país africano cuenta con apenas 6.000. Así es la campaña de una activista camerunesa para devolver una escultura a su lugar de origen

NALOVA AKUA, Yaundé

Un hombre exige la devolución de la estatua de la diosa Ngonnso frente al Foro de Humboldt (Berlín) el pasado septiembre.
Un hombre exige la devolución de la estatua de la diosa Ngonnso frente al Foro de Humboldt (Berlín) el pasado septiembre. Sean Gallup (Getty Images)
Estatua de la diosa Ngonnso

Sylvie Njobati, de 31 años, nació más o menos el mismo año en que su comunidad lanzó una petición de repatriación de la estatua de la diosa Ngonnso, robada del reino de Nso’, en el noroeste de Camerún. La pieza fue transportada a Alemania en 1903 por el oficial colonial alemán Kurt von Pavel y hoy se conserva en el sótano del Museo Etnológico de Berlín.

Njobati anheló durante mucho tiempo encontrarse algún día cara a cara con esta estatua. La oportunidad llegó por fin en septiembre de 2021, en la sala de exposiciones del Foro Humboldt de la capital alemana. “Cuando entré, no sabía qué esperar; no había visto a Ngonnso antes. Cuando la vi en una caja de cristal, mi primer sentimiento fue de rabia. Se trata de algo espiritualmente significativo para una comunidad y estaba encerrado en una jaula”, recuerda. “Pero luego me emocioné. Tuve que apartarme y sollozar”, cuenta Njobati. “Me la imaginaba reprochándome: ‘He dormido en los sótanos, me han torturado; me han profanado. ¿Por qué no viniste a buscarme antes?’ Pero también sentí una conexión; tenía la sensación de que ahora se sentía segura. Sabía que iba a volver a casa”. En 2018, Njobati lanzó una campaña en redes sociales llamada #BringBackNgonnso (Traed a Ngonnso de vuelta). Se trató de un despertar cultural para una mujer que creció más apegada a la religión que a la tradición. “Mi motivación (como activista) proviene de lo que representa Ngonnso”, explica.

La activista camerunesa Sylvie Njobati se reencuentra con la imagen de la diosa Ngonnso, en el Foro Humboldt de Berlín.
La activista camerunesa Sylvie Njobati se reencuentra con la imagen de la diosa Ngonnso, en el Foro Humboldt de Berlín.Sébastien Marc Eils

“La forma en que Ngonnso sostiene el cuenco entre sus manos sugiere que es alguien que une a la gente”, dice . “Se trata de alguien que, a pesar de los retos a los que se enfrentó como mujer, fue capaz de armarse de valor e hizo gala de sus buenas dotes de liderazgo para reunir al pueblo Nso”, explica.

La historiadora del arte francesa Bénédicte Savoy es coautora del gran informe francés sobre restitución, encargado por el presidente Emmanuel Macron y que dio pie a su discurso de Uagadugú en 2017, que abrió la caja de pandora de la restitución del patrimonio africano. Un descubrimiento inesperado dejó atónita a Savoy: ”La gran sorpresa para nosotros fue encontrar más de 40.000 objetos en 45 instituciones públicas alemanas”, explica por videoconferencia esta catedrática de Historia del Arte en la Universidad Técnica de Berlín. En su madre patria, Francia, los museos públicos siguen reteniendo unos 9.000 objetos culturales cameruneses, frente a los apenas 6.000 que siguen en el museo nacional de Camerún. La cantidad de bienes culturales cameruneses encontrados en Alemania supera, en número, a toda la colección africana del Museo Británico.

Un líder tradicional camerunés visita el museo Linden-Museum de Stuttgart (Alemania) el pasado 15 de enero.
Un líder tradicional camerunés visita el museo Linden-Museum de Stuttgart (Alemania) el pasado 15 de enero.Alphonse Abongwa Achu

La actual República de Camerún fue colonizada primero por Alemania (1884-1916), y más tarde se dividió entre Francia y Gran Bretaña tras la derrota de los alemanes en la Primera Guerra Mundial. El Camerún francés obtuvo la independencia en 1960, a la que se unieron los cameruneses anglófonos a través de una federación un año después.

Me la imaginaba reprochándome: ‘Llevo aquí mucho tiempo, he dormido en los sótanos, me han torturado; me han profanado. ¿Por qué no viniste a buscarme antes?’ Pero también sentí una conexión; tenía la sensación de que ahora se sentía segura. Sabía que iba a volver a casa
Sylvie Njobati, activista por la restitución de la estatua de Ngonnso

“Estos 40.000 objetos son solo los que no fueron destruidos durante la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes tenían mucho más. Ningún otro país tiene tanto”, explica Savoy a este diario. Los museos europeos contienen hoy máscaras rituales, tejidos, estatuas reales, manuscritos, tronos e instrumentos musicales de Camerún.

El trono de Bamum, expuesto en el museo Foro Humboldt de Berlín en septiembre de 2021.
El trono de Bamum, expuesto en el museo Foro Humboldt de Berlín en septiembre de 2021. picture alliance (dpa/picture alliance via Getty Images)

“La piel de gallina”

En los últimos meses se han intensificado en Camerún las campañas en favor de la repatriación de bienes culturales. Una comisión creada para tal fin visitó cuatro museos alemanes en octubre para sentar las bases. Apenas tres meses después, la delegación realizó una visita de cinco días a Alemania para reiterar sus demandas. “Se me puso la piel de gallina al ver los restos humanos [cabezas, manos y otras partes del cuerpo]”, atestigua Marie Thierry Edjoa Akoa, directora del patrimonio cultural del Ministerio camerunés de Arte y Cultura.

“La persistente demanda de devolución de estos objetos es el resultado del despertar cultural y la presión de diferentes comunidades”, afirma Edjoa. “Estos objetos culturales tienen una gran importancia para las comunidades: algunos fueron creados por inspiración divina y simbolizan la prosperidad, la fertilidad, el poder, la fuerza y la determinación”, subraya Edjoa.

Tras tres años de investigación, Savoy y su colega, el profesor Albert Gouaffo, de la Universidad de Dschang (Camerún), recopilaron sus hallazgos en un libro de 500 páginas titulado Atlas der Abwesenheit (Atlas de la ausencia), de acceso abierto y presentado en Berlín en junio.

Los autores del libro 'Atlas de la ausencia', fotografiados el 2 de junio en Berlín. En el medio, la historiadora francesa Bénédicte Savoy.
Los autores del libro 'Atlas de la ausencia', fotografiados el 2 de junio en Berlín. En el medio, la historiadora francesa Bénédicte Savoy.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty Images)

“Gran parte de las piezas fueron tomadas con enorme violencia en las expediciones militares. Hay mucha sangre en estos objetos, por así decirlo”, afirma. Savoy considera “lamentable” que la mayoría de los alemanes “ni siquiera son conscientes” del saqueo, dado que los museos sólo muestran al público “una pequeña parte” de los objetos expoliados.

El primer lote debía volver en diciembre de 2023, pero aún no ha sucedido. Las autoridades camerunesas y alemanas acordaron que la primera remesa podría repatriarse entre junio y julio. Mientras, Njobati, la activista que ha peleado por el regreso de la diosa, sigue esperando: “Ngonnso es mi identidad, mi cultura, mi patrimonio. Soy quien soy gracias a ella. Estoy orgullosa de ser Nso porque Ngonnso tuvo el valor de unir al pueblo Nso”.

El regreso del poder y la fortaleza a Abomey

26 piezas pertenecientes al Tesoro Real de Abomey ya han llegado al país y esperan ser pronto exhibidas al público

CHEMA CABALLERO, Cotonú

Artefactos de Benín en una exposición en el museo Quai Branly de París, en octubre de 2021, antes de ser devueltos.
Artefactos de Benín en una exposición en el museo Quai Branly de París, en octubre de 2021, antes de ser devueltos. Alamy Stock Photo
Tesoro Real de Abomey, Benín

Tres figuras antropomórficas, mitad hombre mitad animal, representan a los tres últimos monarcas del reino de Dahomey, en el actual Benín. La primera es la de Ghézo, su símbolo fue el pájaro cardenal. La segunda, un león de cintura para arriba, pertenece a Glélé. La última, cuyo emblema era el tiburón, a Béhanzi. Son de madera, con algunos pigmentos, metal y cuero. Miden en torno a 1,70 metros de altura. Y no son simples estatuas. Contienen el poder espiritual y la fuerza del soberano que encarnan.

Estas imágenes se llevaban en procesión en el desfile anual que exhibía las riquezas del reino en la capital, Abomey. También acompañaban a las tropas durante los combates. El resto del año se guardaban en el Adanjèho, la casa del coraje. Fueron saqueadas por las fuerzas francesas lideradas por el coronel Alfred Doods, que luchó contra el rey Béhanzin entre 1892 y 1894 cuando concluyó la conquista del reino de Dahomey, y trasladadas a París. “Fue en Francia donde estas piezas se convirtieron en objetos de arte. Antes no tenían un carácter artístico”, asegura Didier Houénnoudé, profesor de Historia en la Universidad de Abomey-Calavi, antes de proseguir: “Aquí tienen una fuerte connotación espiritual. Contienen la potencia del rey. Son objetos que se usaban para rituales y no para adornar”.

“La gente ha sentido durante años que le faltaba fuerza o poder a Abomey porque estos objetos no estaban aquí. Somos un pueblo religioso. Practicamos el vudú. Por eso sabemos que en esas figuras reside el poder del rey. En ellas se han apoyado nuestros soberanos para tener cientos de victorias durante años. Ahora es como si hubiéramos encontrado esa parte de nuestra potencia que nos faltaba”, explica Mathieu Hounkandji, mediador cultural y guía en los Palacios Reales de Abomey.

Trono de madera y metal del rey Ghezo de Benín.
Trono de madera y metal del rey Ghezo de Benín. Alamy Stock Photo

Además del valor espiritual e histórico que estos bienes puedan tener, Parfait Zinsou, gestor cultural y formador de guías turísticos, señala que también muestran la maestría de los artesanos que trabajaban en la corte real. Apunta de manera especial a las simetrías del trono del rey Glélé. “En aquella época no había tantas herramientas como ahora. De ahí también el valor de estas piezas. Además, demuestran, frente a lo que los colonos han querido transmitir, que en África sí existía el arte, la proporción, la belleza y la historia”.

Las tres estatuas antropomórficas regresaron a Benín tras casi 130 años de exilio, en noviembre de 2021. Formaban parte de un lote de 26 objetos pertenecientes al Tesoro Real de Abomey devuelto por Francia. Fueron recibidos con grandes honores militares. Tal era la alegría, que en Abomey se instalaron pantallas de televisión para que sus habitantes pudieran ver en directo los actos oficiales de bienvenida y el traslado hasta el Palacio Presidencial. Allí quedaron expuestas las obras para que los benineses pudieran contemplarlas en una muestra que tuvo que ser prorrogada, dada la gran afluencia de visitantes. En la actualidad, las 26 piezas se encuentran en una sala del Palacio Presidencial en Cotonú. Allí se aclimatarán a las condiciones de calor y humedad del país, antes de ser trasladadas a la Casa del Gobernador, en Ouidah, donde se expondrán temporalmente hasta que su destino final, el nuevo museo de Abomey, se construya.

Nouréini Tidjani-Serpas, presidente del Comité para la restitución del patrimonio nacional beninés que se encuentra en Francia.
Nouréini Tidjani-Serpas, presidente del Comité para la restitución del patrimonio nacional beninés que se encuentra en Francia. Chema Caballero

La historia de varios de estos objetos ceremoniales devueltos por Francia, su viaje de vuelta a casa y los debates que ese retorno provocó en la juventud de Benín quedaron descritos en el documental Dahomey, dirigido por la cineasta francosenegalesa Mati Diop, que se alzó con el Oso de Oro en la Berlinale el pasado 24 de febrero.

Se calcula que solo en Francia hay más de 6.000 piezas originarias de lo que hoy es Benín. “Además de las obras que salieron con la conquista, están las que partieron durante la colonización y que se llevaban administradores y funcionarios de la colonia, las que sacaron los misioneros o las misiones culturales enviadas por la metrópolis”, comenta Nouréini Tidjani-Serpas, presidente del Comité para la restitución, que ha liderado las conversaciones con el Gobierno galo. “Además de en el museo Quai-Branly [que atesora más unas 140.000 piezas procedentes de toda África], se pueden encontrar tesoros de Benín en el de Historia Natural de Toulouse, en el de la Sociedad de Misiones Africanas en Lyon e incluso en el Vaticano”, señala.

Hombre-tiburón de Sossa Dede, estatua que representa a Behanzin, último gobernante del Reino de Dahomey, expuesta en el Museo del Quai Branly, en París.
Hombre-tiburón de Sossa Dede, estatua que representa a Behanzin, último gobernante del Reino de Dahomey, expuesta en el Museo del Quai Branly, en París.Alamy Stock Photo

En varias ocasiones, el presidente beninés, Patrice Talon, ha recordado a su homólogo francés, Emmanuel Macron, que son muchos más los bienes que esperan su repatriación. Entre ellos señala dos muy importantes para su pueblo: la tabla del Fa y la estatua del dios Gou. La primera servía para descifrar el oráculo y avisar al rey de los sacrificios necesarios para tener éxito en sus acciones. La segunda es una representación de una de las divinidades más poderosas del panteón vudú, dios de la guerra y de los herreros.

Los jóvenes africanos son cada vez más radicales y muy opuestos a Francia. Gracias a internet tenemos acceso a información en tiempo real y sabemos lo que está haciendo en el continente
Didier Houénnoudé, profesor de Historia en la Universidad de Abomey-Calavi

“Los jóvenes africanos son cada vez más radicales y muy opuestos a Francia”, agrega Houénoudé. “Gracias a internet tenemos acceso a información en tiempo real y sabemos lo que se está haciendo en el continente. Si Francia no cambia su forma de tratar a África y de cooperar con ella, se va a encontrar con que la gente ya no la escucha. No puede seguir tratándonos con su mentalidad colonialista, tiene que vernos como iguales. La restitución de estos bienes es el primer paso de este nuevo marco de relaciones al que se ha visto abocada”. .

Trabajos de restauración de los Palacios Reales de Abomey. El Gobierno beninés ha puesto en marcha la construcción de cuatro museos para fomentar la memoria histórica.
Trabajos de restauración de los Palacios Reales de Abomey. El Gobierno beninés ha puesto en marcha la construcción de cuatro museos para fomentar la memoria histórica.Chema Caballero

Redescubrir la historia de Benín

Los objetos restituidos pertenecen al Tesoro Real de Abomey. Pero Dahomey también saqueó los tesoros de los Estados que conquistó y anexionó a su territorio. Este reino alcanzó su máximo esplendor en el siglo XVIII gracias al comercio de personas esclavizadas con los países europeos. “Saquearon los palacios de sus vecinos y se llevaron sus dioses, divinidades y otros objetos que conferían poder a esos pueblos”, explica el profesor de Historia de la Universidad de Abomey, Calavi Ebénézer Sedegan. Por eso, piensa que la devolución de los objetos debería ayudar a los benineses a redescubrir el pasado de su país. “La historia de África la conocemos sobre todo a través de los historiadores europeos . La llegada de estos objetos es una buena ocasión para enfrentarnos a nuestro pasado”.

Su colega, el profesor Houénnoudé, piensa que los jóvenes investigadores africanos podrán analizar mejor su propia historia. “Pero necesitamos una financiación que nos permita hacer nuestros propios estudios, y no lo que quieran los inversores europeos. Por eso, parte de la reparación de Francia por haber saqueado nuestras riquezas debería ser ayudas económicas que permitan esas investigaciones”.

Dijbo, guía turístico en Oudah, piensa que serán una buena fuente de ingresos para Benín: “Los franceses han hecho mucho dinero cobrando entradas para ver nuestros tesoros, ahora es momento de que nosotros también consigamos algo a través de su exhibición”.

Excavaciones arqueológicas en el patio de las guerreras agojie (a las que los colonizadores llamaron amazonas). Es el paso previo a la construcción del nuevo Museo de los Reyes y Reinas de Dahomey que albergará los 26 objetos del Tesoro Real restituidos por Francia.
Excavaciones arqueológicas en el patio de las guerreras agojie (a las que los colonizadores llamaron amazonas). Es el paso previo a la construcción del nuevo Museo de los Reyes y Reinas de Dahomey que albergará los 26 objetos del Tesoro Real restituidos por Francia.Chema Caballero

Una espada envuelta en polémica, el primer objeto devuelto a África

El supuesto sable de El Hadji Omar Tall, líder político y religioso del siglo XIX, llegó a Senegal desde Francia en 2018 como préstamo y hoy forma parte de la colección del Museo de Civilizaciones Negras de Dakar

JOSÉ NARANJO, Dakar

Espada del Hadji Omar (1796-1864), expuesta en el Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar, Senegal.
Espada del Hadji Omar (1796-1864), expuesta en el Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar, Senegal.Alfredo Cáliz
Espada de El Hadji Omar Tall, Senegal

Nada más entrar en la sala de Religiones del Museo de Civilizaciones Negras de Dakar, el visitante se tropieza con una vitrina con una espada en su interior. Ni grande ni pequeña, con una empuñadura modesta pero decorada y una fina hoja de metal, no parece gran cosa, pero se trata de un poderoso símbolo: es el supuesto sable de El Hadji Omar Tall, fundador del Imperio Toucouleur. Al mismo tiempo es el primer objeto devuelto por Francia a África desde que, en 2017, Emmanuel Macron pronunciara el discurso de Uagadugú. Sin embargo, todo lo que rodea a este histórico objeto, desde su procedencia europea y su propiedad hasta el propio proceso de devolución, está envuelto en la polémica.

La primera incógnita que surge con el sable es si realmente perteneció a El Hadji Omar Tall, un líder político y religioso del siglo XIX nacido en Senegal, que fue fundador del imperio Toucouleur y hoy es venerado en África occidental como un gran guerrero. Decenas de historiadores dudan de ello, mientras que otros se muestran totalmente convencidos de que nunca estuvo en sus manos. Para el arqueólogo Hamady Bocoum, director del Museo de Civilizaciones Negras, “es como investigar el sexo de los ángeles. Este objeto tuvo una vida compleja, se fabricó en los hornos de Napoleón y se acabó convirtiendo en parte del patrimonio omariano. Eso es lo importante”, asegura.

Su proceso de restitución a Senegal también está plagado de sombras. Fue el primero que Francia devolvió tras el informe elaborado por Benedicte Savoy y Felwine Sarr por encargo directo del presidente Macron. La espada, que ya había sido cedida temporalmente en el pasado y que era reclamada por los descendientes de Omar Tall, pertenecía al Museo del Ejército, cuyos responsables se negaron a que viajara a Senegal. Pero la decisión estaba tomada.

La primera referencia escrita de este objeto data de 1909, cuando el general Louis Archinard dona al Museo del Ejército en París, inaugurado pocos años antes, una colección de 69 objetos procedentes de sus campañas en África occidental entre 1880 y 1893

La hoja de la espada es alsaciana y data de los años veinte del siglo XIX. No cabe duda. Por tanto, era un sable francés de los que usaba entonces la infantería. La empuñadura y la funda, sin embargo, son de factura toucouleur. Aunque se desconoce cómo llegó hasta África, los historiadores barajan dos hipótesis: o fue un botín de guerra tomado a un soldado galo o fue un regalo con los que los oficiales franceses solían obsequiar a los jefes guerreros africanos.

La primera referencia escrita de este objeto data de 1909, cuando el general Louis Archinard dona al Museo del Ejército en París una colección de 69 objetos procedentes de sus campañas en África occidental entre 1880 y 1893, entre ellos el citado sable que él atribuyó al conquistador africano. Este oficial había liderado las tropas francesas en campañas contra Ahmadou y Abigou Tall, hijos de El Hadji Omar Tall, quien había fallecido décadas antes. Así cayó el sable en sus manos. Sin embargo, Archinard tenía fama de exagerar sus hazañas y dotar de un valor extra a sus botines de guerra, lo cual está en el origen de la polémica.

El ambiente político era de lo más propicio. Una poderosa corriente anticolonialista, que en la África francófona ha cristalizado en un fuerte sentimiento antifrancés, se ha extendido en los últimos años por todo el continente. Consciente de su pérdida de influencia y para tratar de frenarla, Macron, empeñado en convertirse en el enterrador de la Françafrique, movió ficha mediante el encargo del informe Savoy-Sarr, que identificó hasta 90.000 objetos africanos en Francia susceptibles de restitución de los cuales dos terceras partes se encuentran en el Museo de Quai-Branly. Decenas de historiadores denunciaron su falta de rigor científico, así como la inviabilidad jurídica de devolver piezas que, según la legislación francesa, son inalienables.

La espada fue recibida por el Gobierno senegalés con gran pompa y los descendientes de El Hadji Omar Tall, que se cuentan por miles, celebraron su vuelta a África

La cuestión de la restitución de los objetos extraídos de África durante la colonización se inserta en otros debates, como la presencia militar francesa o la existencia del franco CFA, una moneda heredada del colonialismo que comparten ocho países de África occidental.

Inaugurado en 2018, el Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar pretende resaltar la contribución de África al patrimonio cultural y científico mundial.
Inaugurado en 2018, el Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar pretende resaltar la contribución de África al patrimonio cultural y científico mundial.

“Que el primer objeto devuelto a África sea alsaciano es surrealista”, aseguraba en 2021 el historiador Francis Simonis. “Se ha torcido la realidad histórica, pero el problema ya no es si es verdadero o no. Es un símbolo y es la percepción lo que cuenta”. En efecto, la espada fue recibida por el Gobierno senegalés con gran pompa y los descendientes de El Hadji Omar Tall, que se cuentan por miles, celebraron su vuelta a África. Que Senegal, donde nació el conquistador, haya sido el país receptor también generó un cierto debate, porque todos los acontecimientos históricos que rodean a la espada tuvieron lugar en Malí. Pero esa es otra historia.

Visitantes del Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar, en diciembre de 2018.
Visitantes del Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar, en diciembre de 2018. ZOHRA BENSEMRA (REUTERS)

El director del Museo de las Civilizaciones Negras ofrece un contrapunto. “El pasado es importante, pero no podemos decir a la gente que lo importante de vuestra cultura es lo que se encuentra en Europa. Eso no es verdad”, añade. “Quizás el 80% del patrimonio africano durante el periodo colonial esté en Europa, pero se nos olvida que el patrimonio africano comienza desde que el hombre existe, al menos hace 6,5 millones de años. Y los africanos siguen produciendo todos los días, hay que interesarse en todo eso para poder crear una combinación para ofrecer a los jóvenes”.

El tambor que narra la vida anterior a los colonos

El instrumento sagrado, que el pueblo bidjan de Costa de Marfil usaba como medio de comunicación, es el primero en la lista de 148 que el país africano ha reclamado a Francia

ALEJANDRA AGUDO, Abiyán

El Djidji Ayokwé, expuesto en el Museo del Hombre en París.
El Djidji Ayokwé, expuesto en el Museo del Hombre en París.ALBERT HARLINGUE (Roger-Viollet via AFP)
Tambor parlante Djidji Ayokwé, Costa de Marfil

En el interior del tambor Djidji Ayokwé habitaba un espíritu que se alimentaba de la sangre de los enemigos decapitados que osaban invadir las tierras de los atchan (“los elegidos”), un pueblo de pescadores y guerreros que moraba a la orilla de la laguna Ebrié, allí donde hoy se asienta Abiyán, al sur de Costa de Marfil. A través de un intérprete percusionista, el genio prevenía a la comunidad de los ataques de quienes querían ocupar sus dominios y, agradecidos, los atchan victoriosos le ofrecían su sustento.

“El tambor es el antecesor del teléfono y la radio, y ya se usaba en la época precolonial. Tenía esa función de medio de comunicación entre humanos, y de estos con las divinidades y los ancestros”, explica Gboko Adjoumani Roger, experto marfileño en tambores que hablan.

Djidji Ayokwé es una reliquia para los bidjan. Es un símbolo de su resistencia y de unión entre los pueblos atchan
Fabrice Loba, arqueólogo

De las siete comunidades atchan, la de Bidjan atesoraba el Djidji Ayokwé. Aún hoy, transcurridas seis décadas de la descolonización del país (1960), los bidjan conservan el orgullo de su fortaleza frente a los franceses gracias al tambor y el dolor del agravio de haber sido despojados de su sagrado instrumento. “Djidji Ayokwé es una reliquia para los bidjan. Es un símbolo de su resistencia y de unión entre los pueblos atchan”, detalla el arqueólogo Fabrice Loba, que se presenta como “hijo del pueblo bidjan” y especialista en gestión del patrimonio cultural. “Este tambor es diferente a todos los demás. Es único. No tiene una membrana, sino una hendidura, y suena por fricción. Su sonido llegaba a 10 kilómetros”.

No tiene una membrana, sino una hendidura, y suena por fricción. Su sonido llegaba a 10 kilómetros. Su tamaño y forma son, también, extraordinarios: mide tres metros de largo por uno de ancho, y pesa 430 kilos

Su tamaño y forma son también extraordinarios: mide tres metros de largo por uno de ancho, y pesa 430 kilos. Además de la mencionada función militar, todo acontecimiento relevante tenía lugar frente a él. “Regulaba la vida de la comunidad”, explica Loba. Su nombre significa pantera, el animal tallado a un extremo del instrumento, que es policromado. Todo en este objeto es simbólico: su leyenda, su historia, su destino.

El silencio del tambor

En 1916, Djidji Ayokwé se quedó mudo. Cuenta la tradición oral que los abourés (vecinos que ya habían sido sometidos por los franceses) usaron la mística para “trastornar” al tambor y apoyaron a las tropas francesas para vencer a los bidjan. “Dos centenares fallecieron”, narra Loba. “Se desconoce si el guardián del tambor estaba entre ellos, pero nunca más se supo de él”. Con su desaparición, el conocimiento que atesoraba, que se transmitía de padres a hijos, de maestros a discípulos, sobre cómo comunicarse con el espíritu del tambor y hacerlo sonar para emitir sus mensajes, se perdió. “Ya no queda nadie que domine esta ciencia. Es un problema”, lamenta el arqueólogo.

Separados tambor y bidjan, instrumento y pueblo corrieron similar suerte: la humillación. El gobernador francés instaló el Djidji Ayokwé a la intemperie en el jardín de su casa, sin protección alguna, como un elemento decorativo cualquiera. “Para demostrar que no era sagrado”, desaprueba Loba. “Era una profanación, una burla, un castigo”, dice, mostrando en su teléfono una fotografía en blanco y negro de un niño caucásico subido en el tambor como si de un caballito de juguete se tratase. “Quería demostrar que algo que era divino para nosotros, no significaba nada para los colonos”. En 1930, lo trasladaron a Francia, al Museo Etnográfico de Trocadero.

¿Cómo fue la vida de los bidjan después de perder su objeto protector? “Los sometieron a un tipo de vida de trabajos forzados que hasta entonces no habían conocido”, sostiene el arqueólogo. “Las tierras que cultivaban fueron usurpadas y los colonos las declararon de utilidad pública. Los niños bidjan no eran admitidos en las escuelas porque eran hijos de rebeldes”.

Una vez confiscado por los colonos, el Djidji Ayokwé fue instalado en la casa de un gobernador francés a la intemperie en el jardín, sin protección alguna, como un elemento decorativo

“Los tambores parlantes son un libro sonoro que cuenta la historia de los pueblos colonizados, y lo hacen en su idioma, no en el de los misioneros o a través de los escritos de los colonos”, expone Gboko Adjoumani Roger. “En algunas aldeas han conservado tambores precoloniales y son atesorados en lugares secretos. Son un alma cultural porque contienen la historia, modo de vida y cosmovisión de las sociedades precoloniales”, explica.

El Djidji Ayokwé es el primero y el único nombre que se reveló de la lista de 148 obras que Costa de Marfil pidió a Francia el 19 de diciembre de 2018, aunque hay estimaciones de que el arte marfileño en el país europeo asciende a unas 4.000 piezas.

Mientras que otros países como Senegal o Benín sí han visto regresar a casa parte del arte reclamado, el Djidji Ayokwé sigue en el museo Quai-Branly de París a la espera de ser devuelto a sus legítimos dueños. Completamente restaurado, después de que una delegación bidjan fuese a desacralizarlo en noviembre de 2022 para que otras manos pudieran tocarlo, ya está listo para su regreso.

El Ministerio de Cultura del país africano ha rechazado las reiteradas peticiones realizadas por este medio para conocer los detalles del proceso de restitución y su significado. Tampoco ha autorizado las entrevistas solicitadas con expertos de las instituciones dependientes del ministerio, como el propio museo o la Academia de las Artes. Los últimos comunicados oficiales indican que, a la espera de un último trámite parlamentario en Francia, el Gobierno marfileño ha decidido, en consenso con las siete comunidades y especialmente los bidjan, que Djidji Ayokwé se expondrá en el Museo de las Civilizaciones de Abiyán.

Entre las obras y proverbios locales que muestra al público el museo, ninguna perteneció ni hace referencia a los bidjan. Loba cree que el regreso del tambor supondrá concederles el protagonismo que se merecen. “Será una satisfacción moral. Después de un siglo, pondrá bajo los focos a la comunidad atchan en general y a los bidjan en particular”, considera. “Como científico, es una alegría saber que los objetos que los colonos arrancaron de manera despiadada van a regresar. Es como si una parte de nuestra historia regresara a África”.

Los huesos tanzanos quieren volver a casa

Miles de cráneos y restos humanos permanecen en museos alemanes. Los gobiernos de ambos países se disponen a empezar a negociar

RAQUEL SECO, Dar Es Salam / Nairobi

La calavera del líder tanzano Mkwawa, devuelta en 1954 por Alemania.
La calavera del líder tanzano Mkwawa, devuelta en 1954 por Alemania.Herry Sanga / Fahari yetu Tanzania
Cráneos de líderes tanzanos

A Is-Haka Mkwawa le urge llevarse el cráneo de su tatarabuelo, el jefe tanzano Munyigumba, a su hogar. Ya ha pasado demasiado tiempo para la ira, dice, pocos días después de verlo en una sala del Museo de Historia Médica de Berlín. Aunque Is-Haka Mkwawa vive en Inglaterra desde hace dos décadas, se enteró del paradero de su antepasado hace apenas dos años. Muy tarde para indignarse por la profanación de la tumba, o por el traslado a Europa de otros tantos africanos para supuestas investigaciones científicas con tintes racistas. “Ya han pasado muchos años”, dice, sereno, pocos días después de aquella visita. El objetivo de Mkwawa —con un bisabuelo cuya calavera también estuvo en Europa hasta 1954—, a estas alturas, es devolver a su ancestro a casa.

La restitución es para Mkwawa cuestión de dignidad y de tradición: en su comunidad, explica, que los restos de un familiar estén lejos solo puede atraer cosas malas. Un estudio de los investigadores Alma Simba y Maximiliam Felix Chami (de la Universidad de Dar Es Salam) en la revista científica Africa Spectrum detallaba, respecto a otra tribu tanzana, los isanzu, la importancia de reconectar con sus ancestros, tanto física como espiritualmente: “El proceso debe conducirse con coordinación y sensibilidad para devolver la armonía a las comunidades”. En una entrevista telefónica, se reafirman: “No se trata tanto de cuándo devolver estos restos, sino de cómo”, puntualiza Simba. “No se puede mandar estos restos centenarios de ancestros en cajas. Hay que hacerlo respetando las costumbres de cada comunidad, que en Tanzania pueden ser muy diferente de otra comunidad vecina”, corrobora Maximilam Felix Chami.

Tanzania fue colonia alemana desde 1885 hasta 1918, cuando pasó a manos británicas. Decenas de miles de tanzanos —algunos estudios calculan que 300.000— murieron durante la rebelión Maji Maji contra el imperio, entre 1905 y 1907. En enero del año pasado, el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, admitió su “vergüenza” por las atrocidades cometidas.

No está claro cuántos restos humanos y artefactos procedentes de África tiene hoy Alemania. En el caso de los cráneos, muchos llegaron al Viejo Continente como trofeos o como objetos de interés científico de la mano del médico Felix von Luschan, que en el siglo XIX recolectó miles de calaveras para investigar la evolución humana y las características raciales. Expertos como Wilson Jilala, investigador y miembro del comité por la restitución del Museo Nacional de Tanzania, calculan que son decenas de miles. Preguntado por los detalles de las negociaciones con Alemania, se limita a afirmar que el Gobierno del país está poniendo en marcha los “mecanismos necesarios” para la devolución de restos humanos, y matiza que se trata de un “proceso largo y difícil”.

El Gobierno alemán respondió por correo electrónico a este periódico que “la reconciliación con las antiguas colonias alemanas es una prioridad”. Y continúa: “El proceso difiere de un país a otro y también su velocidad. Aunque Alemania ha repatriado restos humanos a países como Namibia, no ha habido restituciones a Tanzania en los últimos años. El Gobierno tanzano ha designado a su Ministerio de Asuntos Exteriores como autoridad competente para dirigir un diálogo con la parte alemana sobre este y otros asuntos relativos a nuestra historia común en enero de 2024. Con ello se sientan las bases necesarias para que pronto comience un proceso de diálogo”.

Proyecto para investigar el origen de unos 1.200 cráneos del depósito del museo Friedrichshagen de Berlín, en febrero de 2020.
Proyecto para investigar el origen de unos 1.200 cráneos del depósito del museo Friedrichshagen de Berlín, en febrero de 2020.SPK/photothek/Thomas Koehler (SPK/photothek/Thomas Koehler)

Bernhard Heeb es arqueólogo del museo de la Prehistoria alemán y responsable de la supervisión de 7.000 cráneos procedentes de todo el mundo —algo más de la mitad provenientes de excavaciones arqueológicas, el resto, de la época colonial— que llegaron a la institución en 2011, “en muy mal estado”, provenientes del Hospital Charité de Berlín. Calcula que cuentan con 250 cráneos procedentes de la actual Tanzania, cuatro de los cuales han sido identificados con ADN como familiares de personas aún vivas. “Ofrecimos su repatriación hace cuatro años. Que yo sepa, no ha habido respuesta”. “Este no es un problema científico”, insiste Heeb. “Es un problema político (...) Queremos devolverlos lo antes posible”.

La oferta de devolver restos a su legítimo hogar, como Alemania hizo con Nigeria en diciembre de 2022 con los bronces, puede tener una razón oculta, sostienen expertos como Jürgen Zimmerer, de la Universidad de Hamburgo: evitar el incomodísimo asunto de las reparaciones por una “guerra brutal” y extremadamente destructiva. Hay precedentes: Alemania ha devuelto decenas de cráneos a Namibia, y en 2021, al reconocer por primera vez que cometió un genocidio en este país a principios del siglo XX, se comprometió a pagar 1.100 millones de euros en indemnizaciones. Para expertos como Jan Kuever, director gerente del museo Iringa Boma de Tanzania —que colabora con museos alemanes en proyectos de restitución— igual o más urgente que devolver los restos al país africano es buscar formas de ayudar al desarrollo de las comunidades originarias. Alemania podría, por ejemplo, apoyar el funcionamiento de museos comunitarios en los que se expongan las colecciones devueltas, y financiar campañas educativas.

Varios miembros de una comunidad en Tanzania identifican artefactos ubicados en museos.
Varios miembros de una comunidad en Tanzania identifican artefactos ubicados en museos.

Los obstáculos de la restitución

Alemania debe decidir además que hacer con miles de objetos, y también con símbolos como el dinosaurio más grande que haya existido en África, hoy convertido en atracción principal del Museo de Historia Natural de Berlín. “El dinosaurio no se va a devolver”, afirma rotundo Jürgen Zimmerer. “Es como el busto de Nefertiti [en el Museo Egipcio de la capital alemana]. Los alemanes devolverán objetos que no sean tan famosos, o de los que tengan varias unidades. Es una mejoría respecto a hace una década, pero los museos no se van a vaciar”, concluye.

La devolución por parte de Europa, opina Zimmerer, es un “deber moral”: “Decimos que no queremos beneficiarnos del expolio nazi a los judíos, pero ¿qué pasa con estos robos coloniales?”, se pregunta. “El problema es que estos países no perciben la colonización de la misma forma que los colonizados: siguen viéndola como una serie de aventuras, viajes y conquistas”, resume por su parte Ruben Carranza, experto en reparaciones del Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ).

En Inglaterra, mientras tanto, Is-Haka Mkwawa sigue dándole vueltas a cómo devolver al jefe Munyigumba a casa. El primer paso, dice, es hacer entender a los ancianos de su comunidad en Tanzania que parte del cadáver de un gran jefe está en una fría sala de hospital a más de 9.000 kilómetros de distancia.

La egiptomanía que saqueó la tierra de los faraones

El movimiento por la repatriación de objetos expoliados en la tierra de los faraones ha colocado en el centro del debate la icónica estela exhibida en el Museo Británico, pero plantea una revisión histórica más profunda

MARC ESPAÑOL, El Cairo

Visitantes observan la piedra Rosetta en el Museo Británico en el verano de 2022, en Londres.
Visitantes observan la piedra Rosetta en el Museo Británico en el verano de 2022, en Londres.Mike Kemp (In Pictures / Getty Images)
Piedra Rosetta, Egipto

Existen pocos lugares en el mundo donde el debate acerca de la repatriación de patrimonio histórico expoliado en tiempos coloniales sea tan candente como en Egipto. Por la tierra de los faraones, fuente inagotable de hallazgos, fascinación e incógnitas, han pasado una larga lista de imperios, por lo que sus reliquias llevan siglos circulando por la región.

Fue sin embargo a raíz de la ocupación francesa al filo del siglo XIX y luego la del Reino Unido que surgió la llamada egiptomanía, un período de renovado interés por el antiguo Egipto —sobre todo asociado a Europa— acompañado de grandes descubrimientos y de una extracción sin precedentes de cientos de miles de objetos, tal y como atestiguan muchos museos del Norte global.

El Cairo lleva años trabajando para repatriar antigüedades y para frenar la hemorragia que aún sufre. Estos esfuerzos han cobrado impulso, motivado en parte por una mayor conciencia colectiva y por la esperada inauguración del majestuoso Gran Museo Egipcio, en construcción desde 2012 y que se convertirá en el más grande del mundo dedicado a una sola civilización.

Dos iniciativas recientes dan buena cuenta de este empuje. Un grupo de arqueólogos egipcios ha lanzado una campaña para que el Gobierno solicite la repatriación de la piedra de Rosetta, un fragmento de una estela del 196 antes de la Era Común que se encuentra en el Museo Británico y que, consideran, salió de Egipto ilegalmente en el siglo XIX junto con otros 16 objetos que también reclaman.

La piedra de Rosetta tiene gran valor histórico: contiene un decreto emitido en tiempos del faraón Ptolomeo V inscrito en tres lenguajes: jeroglíficos, demótico y griego. Esto facilitó que en el año 1822 el francés Jean-François Champollion descifrara la escritura egipcia antigua y sentara las bases de la egiptología. La pieza fue descubierta en 1799 durante la campaña militar de Napoleón Bonaparte en Egipto, y fue entregada a las fuerzas británicas ante las que acabaron capitulando dos años después. Los impulsores de la iniciativa señalan que se trató de un botín de guerra y de un acto de pillaje ocurrido cuando Egipto se encontraba además bajo ocupación otomana y por tanto sin soberanía sobre su patrimonio.

Un grupo de arqueólogos egipcios ha lanzado una campaña para pedir al Gobierno del país que solicite la repatriación de la piedra de Rosetta

“El debate está realmente en marcha”, nota la arqueóloga Monica Hanna, decana en funciones de la facultad de Arqueología y Patrimonio Cultural de la Universidad de Asuán, en el sur de Egipto, y una de las líderes del movimiento de repatriación. “El debate está en su punto álgido en los círculos académicos, y creo que muy pronto se trasladará a la esfera política para presionar al Gobierno británico para que cambie la ley y se pueda repatriar no sólo la piedra Rosetta, sino muchos otros objetos”, agrega.

Al poco de lanzarse esta petición, el famoso y polémico arqueólogo egipcio Zahi Hawass lanzó su propia campaña para que se retornara la piedra de Rosetta y un segundo objeto icónico expoliado de Egipto a principios del XIX: el zodíaco de Dendera, un bajorrelieve que contiene una de las representaciones mejor conservadas del cielo y las estrellas observables en el mundo antiguo y que se exhibe en el Louvre.

Hawass ha recogido más de 210.000 firmas, y considera que la devolución de estos dos artefactos constituiría un primer paso hacia la descolonización de museos extranjeros. “Se trata de objetos únicos, de unos iconos de nuestra identidad; es justo tener esas piezas”, desliza en una entrevista.

Una de las primeras preguntas que surgen es la de exactamente qué objetos se reclaman de los decenas de miles que han sido sacados de Egipto a lo largo de los siglos. El consenso, aquí, parece sólido solo en torno a piezas robadas desde que existe una ley estricta, redactada en 1983, y por la que cada año Egipto ya recupera cientos de objetos. Pero este consenso se empieza a difuminar a la hora de decidir qué objetos sacados antes de esa fecha son lo suficientemente valiosos como para reclamar su restitución —ni siquiera piezas como la piedra de Rosetta generan acuerdo unánime—, y se vuelve aún más vago cuando se abre la puerta a repatriar antigüedades que no sean bienes culturales.

“Las cosas están cambiando un poco, pero la atención sigue centrándose en objetos icónicos, ya que tienen mayor repercusión económica y nacionalista”, apunta Salima Ikram, una distinguida arqueóloga y profesora de la Universidad Americana de El Cairo. “Para algunas culturas es muy difícil definir los objetos emblemáticos”, agrega.

Hay quienes consideran que la presencia de artefactos icónicos en museos en el extranjero resulta beneficiosa para Egipto porque despierta interés por la historia del país y atrae a turistas. Hawass afirma que él solo busca repatriar la piedra de Rosetta, el zodíaco de Dendera y un busto de Nefertiti muy bien conservado que se exhibe en el Museo Neues de Berlín: “Es mejor concentrarse en estos tres, porque si abro el tema se perderá la idea que intento transmitir, lo pelearán y nunca devolverán los objetos. Necesito un objeto, uno, de cada museo”. Hanna, en cambio, aboga por trascender la lógica de los bienes culturales. “Queremos recuperar todo lo que hallemos que sea significativo para colecciones egipcias y que los museos no tengan razones legales para conservar”. Además, la campaña impulsada por Hanna sostiene que reducir la restitución de objetos expoliados durante la época colonial a una cuestión estrictamente legal limita el debate y omite la cuestión de fondo. “Lo más importante es el dilema ético”, desliza la arqueóloga. “Actualmente, los museos occidentales tratan las antigüedades como si estuvieran anclados en el siglo XIX, y creo que la restitución no es sólo la restitución física de los objetos de esos museos, sino también de la capacidad de los egipcios para producir conocimiento sobre su pasado”, afirma.

En el caso de que algún día estas piezas regresen a Egipto, la siguiente pregunta inevitable es dónde se exhibirán. La petición lanzada por Hawass, por ejemplo, plantea que la piedra de Rosetta y el zodíaco de Dendera deberían trasladarse al Gran Museo Egipcio, llamado a convertirse en corazón cultural del país. Pero la petición de la que forma parte Hanna anota que la piedra de Rosetta tampoco acaba de pertenecer a El Cairo, y propone que, si fuera repatriada, debería volver a la ciudad mediterránea de la que salió y que le dio su nombre, con el objetivo de situarla en el mapa y atraer tanto visitantes como la atención de las autoridades.

El misterio de la joya real que se parece pero no es

La auténtica joya fue robada en 2011 de un museo de Antananarivo, pero un ornamento con forma similar que perteneció a la última monarca malgache y que Francia devolvió al país en 2020 ha servido igualmente como símbolo para reconstruir la identidad nacional

LOLA HIERRO, Antananarivo

En la imagen, Ranavalona III posa junto a la corona que perteneció primero a Ranavalona I, y de la que se desconoce el paradero desde que fue robada del museo en el que se exponía en 2011.
En la imagen, Ranavalona III posa junto a la corona que perteneció primero a Ranavalona I, y de la que se desconoce el paradero desde que fue robada del museo en el que se exponía en 2011. Pictures from History (Universal Images Group via Getty)
Corona de la reina Ranavalona, Madagascar

Los turistas suben y bajan por Lalana Ramboatiana, una empinada vía de adoquines que serpentea hacia la cumbre de la colina Analamanga, la más alta de Antananarivo, capital de Madagascar. Sus últimos metros de empedrado mueren en el pórtico principal del palacio Rova de Manjakamiadana, o Palacio de la Reina. Fue la residencia de los reyes de la dinastía Merina hasta el siglo XIX, y ha permanecido cerrado desde 1995, cuando un incendio lo devoró.

Desde su primera llegada al Gobierno en 2009, el presidente Andy Rajoelina prometió repetidas veces su reapertura. Se produjo el pasado 19 de junio y ahora se exhibe con todos los honores una corona real, que supuestamente perteneció a la última reina malgache, Ranavalona III, y que Francia devolvió a Madagascar en 2020. Se publicita como joya histórica, símbolo de la identidad nacional.

Ranavalona III fue la última reina de Madagascar. Gobernó desde 1883 y fue depuesta por los franceses en 1897, año en que se exilió en Argel, donde murió a los 55 años. Reclamar la “corona” de esta última monarca fue una de las decisiones más importantes de Rajoelina, con el objetivo de reconstruir la identidad nacional de Madagascar, bajo dominio francés desde 1895 hasta su independencia en 1960.

El profesor Robert Aldrich, experto en historia colonial de la Universidad de Sidney, recuerda que“los europeos los tomaron porque sabían que el valor simbólico de quitar una corona o un trono es que, esencialmente, amputas a una monarquía parte de su poder”.

La pieza reclamada por Madagascar llegó a suelo francés en 1910 gracias a la donación de Georges Charles Octave Richard, magistrado jubilado de la isla de Reunión, al Museo del Ejército de París. No se ha esclarecido la razón por la que este caballero la tenía en su poder. “Probablemente fue durante sus visitas a la isla, como reclutador de mano de obra malgache”, aventura Sylvie Leluc, jefa en el Museo del Ejército de París. Allí, en el museo parisino, seguía esta controvertida pieza cuando, en el año 2019, el presidente Rajoelina escribió una carta a Macron solicitando la vuelta de “la corona de la reina Ranavalona”. Este aceptó enviarla de vuelta.

Discurso del embajador de Francia en Madagascar, Christophe Bouchard, en noviembre de 2020, durante el acto de entrega a Madagascar de la corona de la reina Ranavalona III, que anteriormente se encontraba en el Museo del Ejército de París.
Discurso del embajador de Francia en Madagascar, Christophe Bouchard, en noviembre de 2020, durante el acto de entrega a Madagascar de la corona de la reina Ranavalona III, que anteriormente se encontraba en el Museo del Ejército de París.Embajada de Francia en Magadascar

La corona llegó a Madagascar hace cuatro años, en medio de una solemne ceremonia retransmitida por la televisión nacional con militares, ciudadanos y el mismísimo presidente del Gobierno aplaudiendo. Se anunció como la restitución de una pieza de gran valor histórico que simbolizaba la reafirmación de la identidad malgache, el orgullo por su monarquía y su historia.

Ornamento del palio de la reina Ranavlaona III que Francia devolvió a Madagascar en 2020.
Ornamento del palio de la reina Ranavlaona III que Francia devolvió a Madagascar en 2020. PHGCOM (Musee de l'Armee, Paris)

Más allá de las controversias hay un problema adicional con la corona: no es la pieza que descansó sobre la cabeza de la reina malgache. “No sabemos dónde está la auténtica; la que hay es una réplica”, afirma Franz Florida Veloson, guía oficial del Ministerio de Turismo.

La corona original perteneció a Ranavalona I, que reinó con mano de hierro entre 1828 y 1861. Y desde la noche del 3 de diciembre de 2011 su paradero es un misterio. La pieza verdadera, que no es el objeto que donó el señor Richard y acabó en el museo parisino, fue sustraída de su expositor en el palacio de Andafiaravatra. El suceso conmocionó a la sociedad malgache ya que la pieza tenía un gran valor histórico: fue un regalo de la reina Victoria de Inglaterra, la primera en reconocer la legitimidad de la realeza merina, que había unificado al país en el siglo XVIII y que fue gobernado por tres monarcas sucesivas. Todas ellas fueron portadoras de la joya. Más de dos décadas después, ni la policía ni Interpol han sido capaces de encontrar una pista fiable sobre el paradero. Poco tiempo después de la sustracción se encargó una réplica de la corona, que es la que se ha mostrado al público desde entonces en el palacio Andafiaravatra.

Fachada principal del recién inaugurado Palacio de la Reina en Antananarivo, que aloja el ornamento del palio de la reina Ranavalona III.
Fachada principal del recién inaugurado Palacio de la Reina en Antananarivo, que aloja el ornamento del palio de la reina Ranavalona III.Alamy Stock Photo

Aquella tarde de 2020 la corona fue transportada en un vehículo del ejército protegida por una urna cristal, por las calles de Antananarivo. Tenía que haberse exhibido en el Palacio Manjakamiadana, pero este no había reabierto aún, por lo que quedó guardada temporalmente en una caja de madera los tres años siguientes. Desde el pasado 19 de junio, descansa en el palacio. Y allí se puede ver la corona que no es tal cosa, pero que para los malgaches tiene el mismo valor que si fuera la real.

Créditos

Coordinación: Ana Carbajosa y Raquel Seco
Redacción: Alejandra Agudo, Nalova Akua, Chema Caballero, Marc Español, Lola Hierro, José Naranjo y Raquel Seco
Edición: Alejandra Agudo, Beatriz Lecumberri y Patricia R. Blanco
Diseño: Ana Fernández
Desarrollo: Alejandro Gallardo
Agradecimientos: El texto de Chema Caballero no hubiera sido posible sin la colaboración de Haddad Bonou y Francky Aipke. 

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