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Columna
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Trump y Musk: ¿colonialismo sin humanos?

En el mundo forjado por esta alianza, la mayoría podrá descubrir lo que es que te traten como a un indígena

El presidente electo de EE UU, Donald Trump, y el magnate Elon Musk, en el Madison Square Garden de Nueva York.
El presidente electo de EE UU, Donald Trump, y el magnate Elon Musk, en el Madison Square Garden de Nueva York.Brad Penner (USA TODAY Sports via Reuters Con)
Eliane Brum

La alianza entre Donald Trump y Elon Musk traza el horror del presente. Y lo traza sin pudor, porque su poder es tan grande que ya no les hace falta disimular. Estados Unidos, el país con mayor potencia de destrucción del planeta, está en manos de quienes parecen haber decidido que el mundo es un lugar para pocos: los pocos a su imagen y semejanza. Estamos ante un colonialismo que ya no necesita gran parte de la fuerza de trabajo en un planeta donde los fenómenos climáticos extremos matan precisamente a los más vulnerables.

El colonialismo “clásico” esclavizó a personas negras durante cuatro siglos. Muchas morían en las bodegas de los barcos o eran arrojadas al mar, porque la fuente de extracción de cuerpos negros para el trabajo esclavo era abundante, ya fuera en la captura en el continente africano o en el útero de las mujeres esclavizadas. Cuando se abolió formalmente la esclavitud, sus descendientes se convirtieron en la fuerza de trabajo barata, la que hacía las peores faenas, las más insalubres, y también la que más moría. Nunca han faltado cuerpos racializados y subalternizados, descendientes de esclavos sumados a la creciente migración de parte de la población de las excolonias, para trabajar para la minoría dominante.

La cuestión es que cada vez se necesitan menos trabajadores y, con el desarrollo de la inteligencia artificial, en el que Musk está muy implicado, se necesitarán aún menos. A la vez, todos los hechos indican que el planeta seguirá calentándose, habrá más sequías, más inundaciones, más tierras arrasadas o sumergidas. La respuesta de Donald Trump al aumento de desesperados que buscan las fronteras del país que es el principal responsable del calentamiento global es expulsar a los migrantes y levantar barreras cada vez más infranqueables. La respuesta de Elon Musk es la colonización de Marte. Cabe preguntarse: si este colonialismo espacial se hiciera realidad algún día, ¿cuántos y quiénes habría en esas naves?

Si el 75% de los gases que provocan el calentamiento global los producen las corporaciones de combustibles fósiles, con las que Trump está totalmente comprometido, ¿por qué se aumenta la producción de petróleo y no se reduce? Cuando Musk promete recortar dos billones de dólares del Estado en su “departamento de eficiencia gubernamental”, ¿qué significa “eficiencia”? ¿No serán los más vulnerables, que dependen de las políticas públicas, los que sufrirán los recortes? Con el aumento de la intensidad de las sequías y las inundaciones, la escasez hará subir el precio de los alimentos, lo que ya ocurre en lugares azotados por catástrofes climáticas. ¿Quién pasará hambre? No cabe duda de que habrá una nueva pandemia, la única pregunta es cuándo. ¿Qué pasará si la extrema derecha debilita la sanidad pública en todos los países que domina?

Hay que hacerse estas preguntas ante un Estado privatizado en beneficio de los intereses de esa minoría de multimillonarios en la que es hoy la menor mayor democracia del mundo. Trump y Musk saben lo que le está ocurriendo al planeta. Posiblemente crean que, como siempre sucede con las élites, el fin del mundo será para los demás y que la minoría a la que representan sobrevivirá en sus búnkeres-países.

A los pueblos originarios, considerados obstáculos para la conversión de la naturaleza en mercancía, el colonialismo les dedicó el exterminio. Puede que, en un futuro muy próximo, la mayoría descubra lo que es que te traten como a un indígena. Y quizás, como ellos, sea capaz de resistir.

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