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Columna
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Luis Argüello, monseñor tuitero

El nuevo presidente de la Conferencia Episcopal minusvaloró los abusos en la Iglesia y ha utilizado su cuenta de X para ‘evangelizar’ políticamente

El nuevo presidente de los obispos, Luis Argüello, se acercó el martes pasado a saludar a víctimas de abusos sexuales en la Iglesia concentradas ante la sede de la Conferencia Episcopal en Madrid.
El nuevo presidente de los obispos, Luis Argüello, se acercó el martes pasado a saludar a víctimas de abusos sexuales en la Iglesia concentradas ante la sede de la Conferencia Episcopal en Madrid.Jaime Villanueva
Natalia Junquera

La Conferencia Episcopal Española (CEE) eligió este martes a su nuevo presidente, Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, tuitero y analista político en sus ratos libres. En su cuenta de X (@monsArguello) ha opinado sobre la ley de amnistía, la de educación, el Estado de las autonomías, las fake news, el Poder Judicial, la memoria, la historia, la guerra de Ucrania, la polarización, el sexo, la economía... Tuit a tuit ha desplegado un programa electoral bastante completo. Su locuacidad para comentar en redes asuntos ajenos a la Iglesia contrasta con su silencio a la hora de hablar de los internos, como los casos de pederastia. Desde que se abrió la cuenta, en enero de 2019, no ha escrito un solo tuit sobre el tema y este martes, cuando en una brevísima rueda de prensa le preguntaron por las víctimas que se habían concentrado ante la sede de la CEE, cedió la respuesta al nuevo vicepresidente, José Cobo, quien se comprometió a cambiar “la cultura” de la Iglesia y establecer un diálogo permanente con quienes han sufrido estos abusos. Argüello no quiso responder a preguntas sobre el asunto, pero previamente, ante las cámaras, se acercó a saludar a varias víctimas.

@MonsArguello sí respondió a otras cuestiones sobre su relación con el Gobierno, al que prometió una colaboración leal, desde “el respeto y la crítica por las cosas que pasan”. Uno de sus últimos tuits es, precisamente, una crítica a la ley de amnistía. Dice: “Lo que vive nuestra nación es una consecuencia más de la crisis antropológica, moral y espiritual, por tanto política, de las sociedades occidentales”. Y enlaza a un vídeo de YouTube donde, después de subrayar que no quiere “entrar en un juicio de carácter político” porque esa “no es la encomienda de un obispo”, afirma: “En la organización de nuestra democracia impera el positivismo jurídico. Alcanzado el poder, cualquier decisión que se tome siguiendo más o menos procedimientos democráticos termina siendo ética, moral, porque la voluntad de poder lo ha decidido. [...] Es importante que los ciudadanos tomemos conciencia de nuestra responsabilidad democrática, expresemos nuestras opiniones con verdad y firmeza. [...] Entre los ciudadanos hay una especie de espíritu de delegación: delegamos en los políticos para que solucionen nuestros problemas, en los agentes sociales, en los servicios sociales... No. Es un momento para asumir en primera persona nuestras responsabilidades”.

El vídeo termina denunciando la “forofez ideológica” (de los demás, se entiende) frente al “orden público” y el sentido común (el suyo, claro). Pero solo el forofismo explica algunas comparaciones que @monsArguello ha vertido en X, como la que vincula “pornografía y educación sexual” —”El negocio de la pornografía escandaliza y es rechazado como origen de muchos males. Sin embargo, se promueve una propuesta de vida y educación sexual basada en la prevención (de enfermedades y de embarazos) y en el cuerpo como objeto de placer que legitiman lo que se condena”—; la que mete en la misma frase cambio de sexo y pago de impuestos —“Si en Europa se puede cambiar de sexo, si existe derecho a decidir sobre la vida y la muerte, ¿cómo no se va a poder cambiar de domicilio fiscal?”— o la que asocia el aumento de los suicidios con el de los divorcios —“Crece la preocupación por adolescentes, salud mental e incremento de suicidios. Son expresión de una nueva fase del ‘malestar de la cultura’. Convendría revisar sexualidad narcisita, consecuencias del divorcio, economía capitalista y sentido de la vida para intentar comprender”—. Tampoco anda lejos del forofismo la forma en que describió los requisitos de la Iglesia para seleccionar a los suyos: “Pedimos que estén dispuestos a ser célibes y pedimos también que se reconozcan y que sean enteramente varones, por tanto, heterosexuales”. En esa ocasión, pidió perdón.

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Fuera de X, donde @monsArguello necesitaba el espacio para mensajes más importantes, el secretario de la Conferencia Episcopal entre 2018 y 2022 sí opinó en el pasado sobre las denuncias de abusos en la Iglesia, para decir que eran ”pequeños casos” y preguntar, molesto: ”¿Por qué se pone el foco solo en la Iglesia católica? Hay casos en federaciones deportivas, ¿se ha pedido una investigación general al COE o a la FIFA?”. O sea, y tú más.

Uno de los primeros en felicitarle por su nombramiento ha sido el vicepresidente de Castilla y León, Juan García Gallardo, de Vox: “España necesita una Iglesia católica que vuelva a ser faro espiritual e incómoda para el poder, que no tenga miedo a nadar a contracorriente, a atacar a la industria de la muerte y la Agenda 2030″. La Agenda 2030 es un pacto entre países con gobiernos de todo tipo para luchar contra la pobreza, garantizar la igualdad de oportunidades y proteger el planeta. En una entrevista en Alfa y Omega, Argüello confesó una vez que en su juventud había hecho algunos pinitos en política, que estuvo vinculado a Convergencia Democrática de España y que incluso colaboró con una “candidatura municipal del PSOE”, antes de tener “una experiencia de nueva conversión”. La vocación que llamó primero era otra. Y aún se le nota.







Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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