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ANATOMÍA DE TWITTER
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Dónde están los chistes sobre los ovnis?

La mayoría de los mensajes sobre los objetos voladores derribados en Estados Unidos son teorías de la conspiración

Jaime Rubio Hancock
estados unidos globo
Varias personas fotografían el supuesto globo espía chino en la costa de Carolina del Sur,RANDALL HILL (REUTERS)

Sé que la nostalgia es una trampa, sobre todo si además se refiere a Twitter, pero no puedo evitar pensar que si lo de los ovnis hubiese pasado hace unos años, esta red se habría llenado de chistes. No es que no haya ninguno, pero es mucho más fácil encontrar teorías de la conspiración, cada una más incomprensible que la anterior.

Es cierto que la actualidad se lo ha puesto fácil a quienes creen en tramas fantasiosas y complots retorcidos. En los últimos días, las autoridades estadounidenses y canadienses han abatido varios objetos voladores no identificados, aparte de un globo chino. Y, para colmo, el general Glen D. VanHerck, portavoz del Pentágono, no descartaba ninguna explicación, ni siquiera que se trate de ovnis extraterrestres. Quizás era un ejercicio de prudencia excesivo: no hacía falta animar a quienes ya estaban predispuestos a pasar del espionaje y los conflictos geopolíticos al temor a un ataque alienígena.

El lunes, más de 160.000 tuits usaban la palabra “ovni”. Entre estos mensajes y la selección de conspiranoicos que hace cada día la cuenta @EstoyAvisando, podíamos leer a tuiteros que sostienen que esto es “solo el inicio”, aunque sin aclarar de qué, o a quien defiende que destruir un ovni así a lo loco es peligrosísimo: es como si Estados Unidos hubiese mandado una nave a Venus y la derribasen; la próxima misión “llevaría una bomba atómica”.

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Algunos parecen más sensatos. Como los que descartan que estos ovnis sean alienígenas porque “nosotros no tenemos tecnología para derribar naves extraterrestres reales”. En realidad, los ovnis formarían parte de un proyecto secreto en el que los poderes fácticos estarían usando el temor a una invasión planetaria inminente para imponer el nuevo orden mundial. Aparte de los platillos volantes, usarían otros medios como la telepatía y las manifestaciones sobrenaturales. Me parece una forma rebuscadísima de imponer cualquier orden, mundial o local, nuevo o viejo. Creo que la mayoría firmaríamos si simplemente nos ofrecieran gastos de envío gratuitos.

Otros sugieren que todo esto no es más que una forma de desviar la atención de las maniobras del Gobierno estadounidense en Ucrania o del accidente, hace más de una semana, de un tren en Ohio que transportaba materiales tóxicos. Pero ¿qué necesidad hay de inventarse cortinas de humo imaginarias justo la semana de la Super Bowl?

Todo esto parece absurdo y hasta divertido, pero no olvidemos que las teorías de la conspiración son peligrosas incluso cuando tienen una apariencia inocente. Como explica el filósofo keniano Quassim Cassam en su libro Conspiracy Theories, a menudo estamos ante ideas que camuflan su antisemitismo y su extremismo de forma grotesca, haciendo referencia a poderes en la sombra, como el nuevo orden mundial, los illuminati, o incluso los lagartos espaciales.

Las teorías de la conspiración también ponen en duda la figura de los expertos, como estamos viendo con las vacunas desde hace unos años. Para muchos acaba teniendo el mismo valor lo que dicen médicos y científicos que lo que suelta un señor en YouTube al que solo le falta envolverse la cabeza en papel de aluminio. Por supuesto, los expertos también se equivocan, pero al menos tienen un criterio y unos conocimientos de los que a menudo nos podemos fiar.

Además, estos relatos aparentan ser críticos con el poder, pero a efectos prácticos le hacen un favor. Cualquier gobierno prefiere 160.000 tuits con acusaciones improbables e indemostrables, como que están poniendo en marcha un plan para leer nuestros pensamientos o la estrategia de distracción más rebuscada de la historia. Eso es mucho mejor que tener 160.000 mensajes que hablen del paro, de la inflación o de la sanidad pública.

Total, que echo de menos los chistes. Los voluntarios, quiero decir.

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

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