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Cuando las mentiras cuajan y echan raíces

También a Nietzsche le inventó su hermana un relato nacionalista que no tenía nada que ver con su pensamiento

El filósofo Friedrich Nietzsche, en la época final de su vida.
El filósofo Friedrich Nietzsche, en la época final de su vida.© Rue des Archives / Cordon Press
José Andrés Rojo

Todavía hay muchos estadounidenses que siguen creyendo que Biden le robó las últimas elecciones a Trump. Es la gran mentira que el hombre que quiso devolverle el esplendor a América se ha empeñado en repetir obsesivamente desde que supo que había sido derrotado en las urnas. Plantar una mentira, cultivarla, regarla, que eche raíces. A veces funciona, Trump lo ha conseguido con muchos de sus seguidores. También lo logró a principios del siglo pasado Elisabeth Förster, la hermana de Friedrich Nietzsche, que se esforzó en cuerpo y alma en darle la vuelta a su obra para convertirlo en una insigne figura de la que se sirvió el nazismo para darle fuste a su proyecto totalitario y a la enorme ignominia de la Solución Final cuando nada le irritaba tanto al filósofo como el nacionalismo alemán y abominaba de cuantos se proclamaban antisemitas.

Elisabeth Nietzsche se casó con Bernhard Förster, un hombre que tenía cierta reputación tras promover un documento que le entregó en 1881 a Bismarck y en el que exigía una serie de urgentes medidas contra los judíos. Proyectaron fundar una colonia en Paraguay, la llamaron Nueva Germania. Poco antes de partir hacia Asunción para poner en marcha su pequeña utopía de tintes supremacistas, Elisabeth Förster escribió un artículo para El Diario de Tribschen —el lugar donde vivía otro célebre antisemita, Richard Wagner— en el que exhortaba a los suyos a encontrar allí “un nuevo hogar, un hogar alemán, el que nos corresponde”. “Ninguna preocupación debe enturbiar el fervor de refundar nuestra patria en una nueva tierra”. “Nada podrá detenernos”.

Y nada la detuvo. Lo cuenta la escritora Begoña Quesada en Nacidos después de muertos, la novela que publicó en 2021 y en la que reconstruye la vida de Elisabeth. Explica que estuvo muy próxima a Friedrich durante años. Se enfadaron de manera salvaje cuando el filósofo se enamoró de Lou Salomé (su hermana la llenó de insultos). Fue por entonces cuando se casó con Förster, se fueron a Paraguay, él se suicidó cuando el fracaso fue innegable, ella empezó a cultivar las mentiras con descaro: sostuvo que murió de un ataque al corazón y que todo iba bien en Nueva Germania.

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Volvió a Alemania para ocuparse de Nietzsche cuando este ya había enloquecido, lo convirtió en un gran negocio. Primero se aplicó a fondo en construir un personaje a la medida de sus ideas ultranacionalistas. Escribió una biografía de su hermano en la que su madre encontró pocas cosas que se ajustaran a la verdad, cambió muchos de sus pensamientos inéditos, tachó las partes de sus libros que no le convencían, inventó una leyenda. Y consiguió lo que quería: la gloria de que Hitler la saludara en Weimar y alabara a Nietzsche. La mentira cuajó. Begoña Quesada igual da una clave para entender cómo es esto posible cuando Elisabeth le dice a su marido con enorme displicencia: “Las metáforas, Bernhard, son fundamentales para estas mentes tan… esféricas, sin rincones para ideas complejas. Una metáfora funciona como estas gafas. Sin ellas, solo veo manchas. Las metáforas son lentes correctoras. Contemplar algo complejo es más sencillo a través de ideas familiares. Como que la vida es un río, o Dios la luz, o el padre un pastor de ovejas”. Y es que igual son muchos los que adoran que su país vuelva a ser grande de nuevo.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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