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OFENSIVA DE RUSIA EN UCRANIA
Columna
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Contra las cuerdas

Putin suma las derrotas militares a las políticas, fruto de una incompetencia que está sorprendiendo a todos

Ucrania
Un hombre sostiene un cartel con la frase 'Ucrania ganará' en el centro de Járkov.Thomas Peter (Reuters)
Lluís Bassets

Todo le sale mal. No acierta ni una. Mandó a sus generales a frenar la expansión de la OTAN y ahora la OTAN va a instalarse en los 1.300 kilómetros de su frontera con Finlandia, añadiendo 800.000 kilómetros cuadrados de territorio y 15 millones de habitantes más, además de convertir el Báltico en un mar interior de la Alianza.

Más que una excusa para invadir Ucrania, el argumento esgrimido por Putin de la constante y amenazante ampliación de la OTAN es un eufemismo. A quien el Kremlin teme es a la Unión Europea, su modelo de integración y de Estado de derecho, sus valores y sus formas de vida, su libertad, sobre todo, y su ejemplo —pésimo según Putin—, que todos quieren seguir en el antiguo espacio soviético. No es casualidad que la chispa de la revuelta del Maidán fuera el Acuerdo de Asociación con la UE que el primer ministro prorruso de Ucrania, Viktor Yanukóvich, se negó a firmar presionado por el Kremlin. Si algo se va a acelerar ahora es lo que quiso impedir en 2014 con la secesión de Donbás y la anexión de Crimea, es decir, el ingreso en la UE.

Dos derrotas políticas en una. Incluso geopolíticas si atendemos a la moda de esta temporada de guerra. La primera, frente a la OTAN, prácticamente culminada. Y la segunda, frente a la UE, todavía en marcha. Ambas organizaciones, con frecuencia disonantes, han salido reforzadas en su cohesión interna y en complementariedad. Sus distintas necesidades de gas y petróleo pudieron ser causa de divergencias, pero también en la estrategia divisoria está fracasando Putin, que todo lo confía a la prolongación de la guerra, al menos hasta que el próximo invierno endurezca las condiciones de vida de los europeos.

La mayor y más amarga derrota es la que está sufriendo en tierra ucrania. El primer ejército de Europa y el segundo del mundo es un espanto de ineptitud. Perdió la batalla de Kiev, ahora está perdiendo la de Járkov, apenas consigue avanzar en Donbás, y solo le queda el recurso terrorista del fuego artillero, el instrumento más criminal y errático de un ejército, sobre todo cuando escasean, como es el caso, las armas digitales de precisión.

Putin saldrá de esta guerra con un ejército disminuido, además de desprestigiado. No estará en condiciones de repetir la jugada. Aunque haya desenfundado el mismo lenguaje que precedió a la agresión a Ucrania para amenazar a Suecia y Finlandia, las medidas técnico-militares que ahora anuncia no tienen valor disuasivo. Con tanta incompetencia militar no se arma un orden europeo basado en la fuerza, tal como era su propósito.

A lo más que puede esperar, si sobrevive, es a presidir una potencia nuclear eremita como Corea del Norte pero a lo grande, convertido en un paria de la comunidad internacional y al albur de los intereses de Pekín.


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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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