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Columna
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Estados Unidos: viaje al pasado

Si el poder de legislar sobre el aborto vuelve a los 50 Estados, veremos un país más disgregado, con formas radicalmente distintas de entender al ciudadano y sus derechos fundamentales

Activistas que apoyan el acceso legal al aborto protestan durante una manifestación frente a la Corte Suprema de los Estados Unidos en Washington DC.
Activistas que apoyan el acceso legal al aborto protestan durante una manifestación frente a la Corte Suprema de los Estados Unidos en Washington DC.SAUL LOEB
Ana Fuentes

Estados Unidos está a punto de retrasar el reloj 50 años. Si este verano su Tribunal Supremo termina derogando el derecho federal al aborto y deja que cada Estado legisle sobre el tema, habremos vuelto a 1972. Sería el mayor retroceso de Occidente al respecto en medio siglo: el país que se vende como referente de la democracia mundial renunciando a un avance social consolidado. A generaciones enteras puede cambiarles la vida.

El aborto ha sido siempre la mayor guerra cultural de Estados Unidos. Pocos debates tocan algo tan íntimo y generan esa furia. Lo descorazonador es que legalmente estaba superado. Según una encuesta del Washington Post y la cadena ABC, hoy el 54% de la población quiere dejar las cosas como están y mantener la llamada doctrina Roe contra Wade, la legislación a favor del aborto. Pero una cosa es la calle y otra, lo que dicta el Tribunal Supremo. La máxima instancia judicial del país tiene un poder enorme y sus nueve magistrados votan según su ideología. Hoy lo conforman cinco jueces antiabortistas frente a tres a favor de proteger la elección de las mujeres y un moderado.

El activismo ultraconservador del Supremo es la herencia de Trump. Antes de llegar a la Casa Blanca, le prometió a la derecha radical y a los evangélicos que haría lo que fuera por ilegalizar el aborto. Ya en el poder, colocó en el Alto Tribunal a tres jueces antiabortistas. Mientras defendía las armas y la pena de muerte, cortó la financiación de las organizaciones que ayudaban a interrumpir el embarazo alegando que iban en contra de la vida.

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Pero no nos engañemos: la deriva ultra de Estados Unidos viene de antes. Los republicanos radicales llevan desde 1973 intentando prohibir el aborto. Y lo han hecho en Estados como Texas. Recuerdo a personajes siniestros como el excongresista Todd Akin, que en 2012 dijo que “si se trata de una violación legítima, el cuerpo de la mujer tiene maneras de cerrarse”. Ese mismo año, el candidato a la presidencia Rick Santorum tuvo el cuajo de pedirles a las mujeres violadas que aceptasen lo que Dios les diera. Esos mensajes han ido ganando cuota de pantalla, peso en las redes y dinero para hacer campañas. Ahora tienen aliados en el Supremo.

Si el poder de legislar sobre el aborto vuelve a los 50 Estados, veremos un país más disgregado, con formas radicalmente distintas de entender al ciudadano y sus derechos fundamentales. Las más perjudicadas serán las de siempre: mujeres pobres en Estados republicanos que no puedan subirse a un avión para protegerse en otro lugar. Además, no podemos descartar que en el futuro algunos Estados eliminen otros derechos adquiridos como el matrimonio homosexual. Es triste y es atroz. Estados Unidos se deja ir en una deriva que nadie entiende. @anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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