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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nicaragua tirana

La condena a la excandidata Cristiana Chamorro confirma la deriva despótica del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo

Un grupo de vecinos siguen en una pantalla la ceremonia de toma de posesión de Ortega, el 10 de enero en Managua.
Un grupo de vecinos siguen en una pantalla la ceremonia de toma de posesión de Ortega, el 10 de enero en Managua.Andrés Nunez (AP)
El País

El régimen de Nicaragua, liderado por Daniel Ortega y Rosario Murillo, no deja de ahondar su deriva despótica. La condena a la excandidata presidencial Cristiana Chamorro, principal figura de la oposición, tras un juicio sin pruebas y con policías mercenarios como testigos, es la última muestra de su desprecio a la democracia y a los derechos procesales. Los calificativos para referirse a la autocracia centroamericana se agotan, mientras son evidentes las grietas en su interior, como han demostrado las palabras del propio embajador nicaragüense ante la Organización de Estados Americanos (OEA), calificando al régimen de “dictadura”.

La mal llamada justicia de Nicaragua, controlada al milímetro por Ortega y Murillo, ha condenado a ocho años de prisión a Cristiana Chamorro, en arresto domiciliario desde junio. La hija de la expresidenta Violeta Chamorro y de un líder opositor asesinado en 1978 por la dictadura somocista fue detenida, bajo hilarantes acusaciones de lavado de dinero, cuando era considerada, según las encuestas, la favorita entre el electorado nicaragüense para derrotar al otrora revolucionario Daniel Ortega en las elecciones de noviembre, que devinieron en una farsa monumental. La Fiscalía no ha podido probar el delito de lavado de dinero. De hecho, ni siquiera llegó a presentar el peritaje que demostrara la querella impulsada contra Chamorro.

Buscar cualquier explicación o argumento legal no es más que una pérdida de tiempo a estas alturas. El único objetivo de la condena a la excandidata es retirarla de la vida política, como ha ocurrido y ocurrirá con el resto de los detenidos durante los últimos meses en el país centroamericano, se llamen Lesther Alemán, el joven que osó criticar en público a Ortega, o Hugo Torres, quien fuera aliado del presidente hace décadas y que murió en prisión, pese a los continuos llamamientos a ponerlo en libertad por motivos de salud.

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En este escenario cobran relevancia las palabras del embajador de Nicaragua ante la OEA, Arturo McFields, quien como periodista mostró una lealtad absoluta a la pareja presidencial, premiada con continuos ascensos diplomáticos. McFields ha roto con sus jefes y denunciado las arbitrariedades de la “dictadura” al afirmar que en su país no hay libertad de prensa ni separación de poderes, y ha abogado por la liberación de los más de 170 presos políticos del régimen. Un diagnóstico sobradamente conocido por todo el mundo y del que McFields ha sido cómplice durante muchos años. Es notable, sin embargo, que alguien de la máxima confianza de Ortega y Murillo dé un salto de este calibre, con las consecuencias que tendrá para él y sus allegados. Las declaraciones de McFields evidencian que el hartazgo ya anida en las propias entrañas del régimen, a la espera de que otros miembros del entramado de poder rompan con la pareja presidencial y amplíen el aislamiento de los tiranos.

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