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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Finanzas sostenibles

Los costes de la transición energética no pueden recaer de forma irresponsable sobre las generaciones futuras

Boris Johnson, Joe Biden y el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ayer en la COP26 en Glasgow, Escocia.
Boris Johnson, Joe Biden y el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ayer en la COP26 en Glasgow, Escocia.Christopher Furlong (AP)
El País

La cumbre del clima se ha convertido en una cita ineludible para los Estados. No en vano se trata de evaluar los resultados de los planes de acción y de confirmar nuevos compromisos para frenar las consecuencias del calentamiento global. No hay duda de que avanzar en las políticas de mitigación y adaptación del cambio climático exige el compromiso firme de países como Estados Unidos, China o Rusia, pero tampoco debemos restar importancia al liderazgo que la Unión Europea puede ejercer sobre la materia: el Pacto Verde Europeo y la financiación que ofrece el plan de recuperación son algunas evidencias a considerar.

Los esfuerzos encaminados a luchar contra el cambio climático y acelerar la transición hacia una economía baja en carbono nos interpela sobre el modo de absorber sus costes de manera justa y sin proyectarlos irresponsablemente sobre las generaciones futuras. En 2015, Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, hizo célebre la idea de la tragedia del horizonte para describir las fuertes implicaciones que tienen los riesgos climáticos en el propio sistema financiero global ya fueran estos físicos (desastres naturales como inundaciones, olas de calor…), de transición (la minería o la energía como sectores más expuestos) o por responsabilidad (con un impacto claro en los seguros).

Hacer frente con garantías a esa tragedia requiere impulsar las políticas de información y divulgación a consumidores, inversores y sociedad en su conjunto desde una doble perspectiva: la financiera, que informa a los inversores en torno a cómo el valor de una empresa puede verse afectado por el cambio climático; y la no financiera, que explica a consumidores e inversores sobre el impacto que la actividad de una empresa puede tener sobre el calentamiento global, lo que determinará, claro está, las estrategias de consumo e inversión.

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La configuración de un marco normativo en materia de finanzas sostenibles constituye así un ámbito de interés por su poder para incentivar y acelerar comportamientos económicos virtuosos, como resultado de una fuerte reorientación de flujos de capital hacia inversiones calificadas como sostenibles. Además, la incorporación de la gestión del riesgo climático en las decisiones estratégicas de la empresa hará de la sostenibilidad su propósito. La Unión Europea así lo ha entendido, y dispone ya de un cuerpo normativo de utilidad en materia de divulgación y taxonomía, al que se une el Banco Europeo de Inversiones, convertido por convicción en un Banco Climático. No son solo los Estados los responsables de impulsar el cambio hacia una economía baja en carbono. Los inversores y los consumidores pueden constituirse en agentes muy relevantes para acelerar el proceso: basta con incorporar el riesgo climático en nuestras decisiones de compra o inversión.


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