Vacunación de conciencia

El grado de cumplimiento de las restricciones por la covid en España ha sido ejemplar. Pero también nos han dicho que en una pandemia si falla uno, fallamos todos. Recordemos que este virus, hoy universal, empezó en una sola persona, y ya ven cómo andamos. Digo esto porque, según parece (no he visto datos oficiales), la mayor parte del colectivo sanitario se ha vacunado, pero no todos. El llamado juramento hipocrático obliga a los médicos y enfermeras a “velar ante todo por la salud y bienestar de los pacientes”, principio que ampara su derecho de objeción de conciencia en casos como el aborto o la eutanasia. Los sanitarios renuentes a pincharse bien podrían observar la vacunación bajo el mismo prisma. No vacunarse atenta o puede atentar contra la salud y bienestar de sus pacientes.

Gonzalo de Miguel Renedo. Logroño

Éxodo silencioso

Messi ha emigrado a París y una tormenta de lamentos ha inundado las redes sociales, televisiones y periódicos. Se ha llegado a considerar un antes y un después: ¿dónde estaba yo cuando el Barcelona anunció la marcha de Messi? Sin embargo, al mismo tiempo me entero que el Consejo General de Colegios de Médicos estima que en la última década más de 20.000 facultativos han emigrado a la Unión Europea, sobre todo a Francia, a Alemania y al Reino Unido. Las condiciones laborales precarias y los recortes en inversión pública son el motor de esta fuga de talentos. Pero duele más el silencio y la indiferencia de los Gobiernos nacional y autonómicos y de la sociedad civil. Después de los efímeros aplausos durante el confinamiento ha vuelto el olvido de uno de los pilares de nuestro sistema sanitario.

Francisco Javier Barbado. Madrid

Abandono de Afganistán

Estados Unidos y la OTAN abandonan a Afganistán a su suerte. Los talibanes van a imponer su doctrina de terror, servidumbre y fanatismo mientras que el mundo occidental, desde su zona de confort, mira para otro lado. La geopolítica ha decidido que este tema no tiene interés, ignorando que la estela de los talibanes, pegajosa y pestilente, continuará extendiéndose sin control.

Antonio Bustamante Ramírez. Marbella (Málaga)

La catástrofe de Biescas

Ese agosto de 1996 pasaba con mi familia unos días en Formigal, un pueblo del Pirineo cercano a Biescas. El 7 de agosto bajamos en coche a visitarlo. El cielo se fue nublando, amenazando tormenta y lluvia. La brisa húmeda así lo presagiaba. Decidimos volver a Formigal. Abandonamos Biescas cuando comenzaba a llover tímidamente. No habían transcurrido ni siete minutos cuando, de repente, el día se tornó en noche. Se desencadenó la tormenta: el cielo se abrió y comenzó a caer agua en forma de diluvio acompañada de fuerte viento. EL coche se tambaleaba en la carretera. Los limpias, a máxima velocidad, no eran capaces de achicar tanta agua. Entonces paré el coche en un entrante de la carretera. Paró de llover y continuamos hacia Formigal sin pronunciar palabra, como si fuéramos conscientes de lo que, al día siguiente con gran horror, pudimos contemplar: la riada había arrasado el camping de Las Nieves: 87 muertos y 187 heridos.

Juan Mateo Pedraza Maya. Madrid

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