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Columna
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España 1570-2050

El problema de nuestros planes no es su (densa) redacción, sino su (tenue) implementación. Por lo general, no se cumplen

Víctor Lapuente
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la presentación del proyecto España 2050 en mayo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la presentación del proyecto España 2050 en mayo.EUROPA PRESS/M.FERNÁNDEZ. POOL (Europa Press)
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En el año 2000, la UE se comprometió a crear la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo. Los dígitos de los planes cambiaron rápido (Europa 2010, Europa 2020), pero la veloz digitalización no llegó. En términos comparativos, no hemos avanzado, sino retrocedido. Según The Economist, mientras a principios de este siglo Europa poseía 41 de las 100 empresas más grandes del mundo, hoy tiene 15. Y cayendo, porque nuestras multinacionales son más viejas y no creamos los gigantes tecnológicos de EE UU o China. Europa empequeñece. En 2000 representábamos un tercio del PIB mundial. Hoy, un cuarto. Eso sí, a ensoñaciones futuristas no nos gana nadie.

A los españoles también se nos da bien la prospectiva. Nuestros políticos recurren con frecuencia a discursos grandilocuentes, combinando la tradicional jerga económica (“cambio de modelo productivo”) con la más reciente de autoayuda (“resiliencia”, “transformación”), una señal indicativa de su objetivo psicológico: levantar la moral nacional. Y no es malo, como tampoco lo es el proyecto España 2050, injustamente caricaturizado en algunos medios. Es una hoja de ruta seria, elaborada por expertos reputados, que certeramente desmenuza nuestros retos inmediatos y apunta soluciones interesantes en sus largas 676 páginas.

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El problema de nuestros planes no es su (densa) redacción, sino su (tenue) implementación. Por lo general, no se cumplen, porque hay un desajuste entre los intereses de los políticos y la sociedad. Ocurre en cualquier país, pero en España, gracias a historiadores económicos como Leandro Prados de la Escosura, lo podemos cuantificar. Los datos apuntan a que, como mínimo desde el medievo, el talón de Aquiles de nuestra economía han sido las veleidades políticas. España entró en la edad moderna con un fuerte crecimiento, pero la decisión política de mantener el ruinoso imperio europeo propició que hacia 1570 entráramos en un largo periodo de decadencia.

También nos mantuvimos lejos de las economías más competitivas en los siglos XIX y XX, cuando promediábamos un Gobierno por año, hasta que recuperamos terreno entre 1950 y 2007 —mitad bajo la sombra del franquismo, con muchos efectos sociales negativos, mitad bajo la luz de la democracia—. Lo que ha ayudado a nuestra economía a lo largo del tiempo no han sido los planes cambiantes, sino los gobiernos estables. @VictorLapuente

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