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Columna
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Víctimas que dividen

Francesc de Carreras decía que habría que preguntar a Santos Juliá sobre España ahora. No sabemos pero sí sabemos que Santos habría defendido mantener la calle de Largo Caballero

Jorge M. Reverte
Placa de la calle Largo Caballero, en Madrid (España), a 30 de septiembre de 2020.
Placa de la calle Largo Caballero, en Madrid (España), a 30 de septiembre de 2020.Eduardo Parra (Europa Press)

Un historiador italiano estudioso de la Guerra Civil, Gabriele Ranzato, sostenía en El gran miedo de 1936 (La Esfera de los Libros, 2002) que el pavor a la revolución había sido el principal motor que había conducido a una buena parte de los militares españoles a dar el golpe de Estado que tenía que acabar con la República española en ese año.

El golpe les salió mal, pero tuvo la gran capacidad de desatar una violentísima guerra civil, que fue muy acorde con los tiempos de “brutalización” de la política que se vivían en toda Europa. Con una característica muy repugnante y española que las guerras carlistas habían asentado: en cualquier guerra en España —y hubo muchas en el siglo XIX— se mataba más en la retaguardia que en el frente de batalla.

Historiadores tan reputados como Eric Hobsbawm o Josep Fontana concluían, aunque no se sintieran cercanos a las tesis o a algunos de los planteamientos de Ranzato, que el miedo a la revolución había actuado como un ingrediente básico en el comportamiento de algunas instituciones como el Ejército o de fracciones de clase como la pequeña burguesía, de las ciudades o del campo, daba lo mismo.

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Razones para el miedo tenían realmente muchas los que se sentían concernidos por la amenaza revolucionaria: en julio de 1918, toda la familia real rusa había sido liquidada por un pelotón de ejecución que actuaba a las órdenes de Lenin. El exterminio de los Románov era solo la parte más espectacular de un movimiento de inimaginable extensión: por todas partes se mataba en Rusia. Los llamados blancos no se quedaron cortos.

En Europa se mató hasta el final de la II Guerra Mundial. A partir de entonces empezó a existir una política que era tal cosa y no el exterminio del contrario.

Francesc de Carreras decía que habría que preguntar a Santos Juliá sobre España ahora. No sabemos, pero sí sabemos que Santos habría defendido mantener la calle de Largo Caballero. Ya no hay miedo. Ahora solo hay rencor en algunos, como el que lleva al alcalde de Madrid a borrar el nombre de todos los fusilados en La Almudena. El mismo que lleva a intentar eliminar el nombre de Indalecio Prieto de Nuevos Ministerios. Santos se habría opuesto a esa tropelía.

Ortega Smith es argentino y todavía no sabemos si está en contra de los vuelos de la muerte.

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