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Columna
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‘Ciao, bella’

Rossana, aunque ella siguió comunista, y los otros que lucharon por la democracia casi toda su vida, ahora lo harían contra Ayuso para matar al virus

Jorge M. Reverte
La periodista y política italiana Rossana Rossanda en una fotografía de archivo de febrero de 1982, en Milán (Italia).
La periodista y política italiana Rossana Rossanda en una fotografía de archivo de febrero de 1982, en Milán (Italia).Getty

Hay una foto en la que se ve a Javier Pradera, y Fernando Claudín y Rossana Rossanda, que miran a la cámara mientras el primero, que gana a los otros por goleada en coquetería, está a otra cosa, o lo parece.

Entre los tres reúnen en sus biografías una buena parte de la decencia del siglo pasado en España e Italia. Rossana ha muerto ahora, a los 96 años, bastante más tarde que sus compañeros de instantánea. Esa mujer bien podría ser la “bella” a la que se refería la canción de la resistencia italiana contra los nazis; siempre que la mujer hubiera participado en la pelea, como lo hizo Rossana en los años cuarenta.

Los tres compartieron dos grandes venturas: su lucha por la democracia estuvo acompañada por el éxito; la otra es que no tuvieron la mala fortuna de ver triunfar su sueño comunista en sus países.

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La lucha de clases, dirigida por un gran partido comunista, no obtuvo —por suerte para todos, pero especialmente para los tres de la foto, disidentes natos como eran— la victoria ni en Italia ni en España. El pronóstico de Karl Marx resultó errado. Aunque quedó lo mejor del alemán en su conocida tesis: “Hasta ahora, los filósofos intentaban interpretar el mundo. Se trata de cambiarlo”. Y a algo tan sencillo como eso se dedicaron los tres un largo tiempo de sus vidas.

Ahora, Isabel Díaz Ayuso, con el fuerte motivo de la pandemia, ha revivido, o lo intenta al menos, la guerra de clases.

En los barrios más humildes de Madrid, en los que antes se hacinaba la clase obrera, se mezclan los nuevos madrileños, que son casi todos emigrantes latinoamericanos, con los antiguos habitantes castizos de la zona. Y resulta que esa gente no es muy dócil. La frontera del Arroyo Abroñigal que ahora se llama M-30, no es bastante si no se explica a la gente por qué se tiene que quedar confinada en pisos de 30 metros cuadrados y hacer trabajos de limpieza con mascarilla, en las casas de Núñez de Balboa, de donde salen a diario cientos de negacionistas para airear que ellos dieron golpes a las cacerolas cuando tocaba. ¡Buena hazaña! Son los chicos de Ayuso.

Rossana, aunque siguió comunista, y los otros lucharon por la democracia casi toda su vida, y ahora lo harían contra Ayuso para matar al virus.

¡Ciao, bella!

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