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Tribuna
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Crónica de guerras y covid-19

Los que creíamos que ya nos librábamos de una contienda mortal ahora estamos en el principal punto de mira de esta batalla bacteriológica

Una enfermera atiende a un paciente crítico infectado por coronavirus en una habitación de la unidad coronaria del Hospital Gregorio Marañón reconvertida a UCI.
Una enfermera atiende a un paciente crítico infectado por coronavirus en una habitación de la unidad coronaria del Hospital Gregorio Marañón reconvertida a UCI.Carlos Rosillo

Las personas mayores nacidas en la postguerra civil española comentamos con alivio la suerte que ha tenido nuestra generación al no haberse visto implicada en enfrentamientos armados propios ni en guerras con otros países, a pesar de las muchas habidas en el mundo.

Empezando por nosotros mismos tuvimos la fortuna de ser testigos de una transición de la dictadura a la democracia sin grandes sobresaltos, sorteando el revanchismo y al amparo de una Constitución democrática aprobada por el 88% de los votantes. Pocos querían mirar atrás y los que lo hacían afortunadamente fueron quedando en minoría.

Hemos tenido la suerte de no haber caído en más luchas fratricidas ni en guerras de carácter local que implicaban a distintas naciones, sobre todo a los norteamericanos en su afán del control geográfico mundial, léase Vietnam, Irak, Chechenia o Cuba. En dicha isla estuvieron a punto de un conflicto nuclear por los misiles rusos de medio alcance, pero esta vez los de Nikita Jrushchov cedieron tras el compromiso de Kennedy de no invadirla de nuevo.

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En Europa tras la segunda guerra mundial ha habido graves guerras cercanas como la de los Balcanes. Oriente Próximo siempre ha sido un punto candente como fue la guerra de Líbano o más recientemente las provocadas por la beligerancia yihadista que arrasó Siria. El conflicto permanente entre israelíes y palestinos parece sin fin, ya que el Holocausto fue de tal magnitud que supuso un potente empoderamiento para los judíos y ese pueblo flota como un corcho en el agua.

En los países asiáticos está siempre latente el enfrentamiento indo-pakistaní, estando las guerras también presentes en otros muchos lugares lejanos, como África. Tenemos más proximidad con los derrocamientos múltiples y conflictos bélicos en los países suramericanos. Dictaduras y democracia son en muchos de estos lugares como una montaña rusa, lo que ha provocado innumerables migraciones a España, en parangón con nuestros exiliados hacia esos países cuando aquí las cosas estaban peor, siendo obligada una solidaridad bidireccional.

Afortunadamente la mayoría de los españoles actuales nos hemos salvado de guerras y los de mi generación ya no estamos siquiera en edad de ser llamados como reservistas. Hasta el año 1996 muchos hicimos la mili, el servicio militar obligatorio para los varones, aunque algunos se escaqueaban como podían. Los estudiantes podían hacer las milicias universitarias y llegar a ser oficiales de complemento. Nada que objetar ahora, a toro pasado, de los recuerdos de campamentos como el de Montejaque (Ronda) o el Llano Amarillo de La Granja (Segovia). La mili fue para unos una experiencia vital, tal vez más para las gentes del campo. Algunos la recordarán con nostalgia, aunque para otros fue una solemne pérdida de tiempo.

Estábamos casi a salvo de todas las guerras, desde la anunciada madre de las guerras, hasta la que más probablemente podría haber tenido lugar en noviembre de 1975 con nuestros vecinos marroquíes, con motivo de su invasión en el Sahara español. Pero la famosa Marcha Verde desaconsejó cualquier acción militar, ya que no eran momentos de ponerse de nuevo a pegar tiros en África.

Llegados a este momento vital a la vejez viruelas, como el título de la obra teatral de Manuel Bretón de los Herreros de 1824. Resulta que en pocas semanas se desarrolla una pandemia mundial de gran envergadura que pilla de lleno a España entre los países más afectados, sin entrar ahora, tiempo habrá, en analizar si se podría haber hecho una mejor prevención.

Ya no es una guerra con armas, sino biológica. Ahora se conoce bien que está provocada por un virus de la familia de los coranovirus que anteriormente mostró dos variantes no tan peligrosas: la SRAS-Cov (China, 2002) y la MERS-CoV (2012, Arabia Saudita). La forma actual de la covid-19 (Wuhan, 2019) es mucho más expansiva y agresiva para el aparato pulmonar, con una alta mortalidad especialmente en las personas de más edad, aquellos que estábamos tan ufanos de no haber padecido guerras.

Las medidas preventivas de aislamiento personal y la cuarentena impuesta a la población han sido necesarias mientras pasa la primera oleada y no se encuentre una vacuna. El hashtag “Quédate en casa” hay que cumplirlo al máximo, como en tiempos de guerra, y la prudencia en las desescaladas debe ser prioritaria. En primera línea de batalla ahora ya no son soldados sino heroicos y admirables sanitarios. Las gentes se aprovisionaron de alimentos y el estado de alarma se mantiene en los lugares a los que inexorablemente va llegando la guerra pandémica.

Luego vienen las bajas y los numerosos fallecimientos. Los que creíamos que ya nos librábamos de una contienda mortal ahora estamos en el principal punto de mira de esta batalla bacteriológica. Como el viejo tango, la vida te da sorpresas y una lección a tener presente es que nunca hay que precipitarse en cantar victoria. De cualquier manera seamos conscientes de que la lucha por conservar la vida siempre la vamos a perder, así que lo importante es procurar haber ganado las batallas de las guerras de la vida en el transcurrir consciente y en la vivencia plena de cada día.

Fernando Mulas es neuropediatra. Fue jefe de neuropediatría del Hospital La Fe (Valencia) entre 1978 y 2013.

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