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CERVEZA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lucía Itañeñe, la “bruja” de la cerveza mexicana

Las mujeres son parte esencial en la gastronomía: preservan tradiciones o las modernizan, nos alimentan desde el vientre, trabajan como agricultoras o chefs y muchas luchan por hacerse espacio en donde no había lugar para las mujeres

Lucía Carrillo
Lucía Carrillo, de Cervecería Itañeñe, realiza análisis de cerveza, en Ciudad de México, el 9 de marzo del 2024.Aggi Garduño

La bruja con sombrero y escoba, acompañada de su gato, no es más que la imagen de una cervecera de la Edad Media. Algunas mujeres —casi siempre viudas o solteras— se dedicaban a fabricar cerveza para poder mantenerse de forma independiente. El sombrero puntiagudo les ayudaba a sobresalir en los mercados, y en su casa colgaban una escoba para avisar que había bebida disponible; a los gatos los usaban como aliados porque ayudaban a ahuyentar a los ratones glotones en busca de sus cereales.

Esas mujeres fueron tachadas de brujas durante la reforma protestante, las persiguieron hasta quemarlas y así nació el mito. Y por supuesto, dejaron de vender cerveza, la pócima que embrutecía a los hombres.

“Siempre les digo a mis amigos cerveceros, yo soy bruja”, dice con orgullo Lucía Carrillo, que tiene casi 15 años haciéndose un lugar entre cerveceros. Y agrega: “Lo de bruja viene con esta parte de sabiduría, de empoderamiento y de autosuficiencia”. Carrillo fundó en 2014 Itañeñe, una cervecería artesanal, y de hecho es mejor conocida como Lucía Itañeñe, explica entre risas: “Es mi nombre artístico. Itañeñe es flor roja en lengua mixteca, una flor de sangre. Me gustó su significado y comencé a usarlo cuando comencé a hacer cerveza”.

Llegar a consolidarse “ha sido duro”, dice Lucía, quien comenzó estudiando ingeniería en alimentos porque quería dedicarse a un fermento distinto, “yo quería ser enóloga, ni me gustaba la cerveza, pero me gustaba mucho cocinar y la química de los alimentos, y hacer cerveza es cocinar”.

La cerveza es un fermento de cebada (o de otros cereales como el trigo) aromatizada con lúpulo (una planta pariente de la marihuana, esa es otra historia para otro momento). No solo es clara, ámbar u oscura, como bien dice Lucía “es muy compleja, puedes jugar con los cereales, el agua, la levadura, puedes utilizar flores, frutas, especias…”.

Esta bebida llegó a ella mientras estudiaba en la universidad. En 2011, la invitaron a participar en la Convocatoria de Cerveza Amateur, y ganó con la primera cerveza que hizo en su vida. Luego se obsesionó porque le ofrecía un sinfín de combinaciones y sabores.

Siguió participando en concursos y a la par decidió prepararse más, incluso ser exhaustiva: “Soy especialista en fermentos. Soy juez de cerveza. Soy sommelier. Me encanta la nutrición y todo lo que tenga que ver con la alimentación. Hice todo esto porque dije: ‘Necesito ese algo que me haga sobresalir’”.

Lucía daba pasos y se topaba con pared, sentía que no era suficiente: “No importaba cuántas medallas ganará, no importaba cuántas certificaciones, no importaba mi carrera, porque lamentablemente muchos cerveceros de mi generación fueron abogados, contadores, o de otras carreras, y aunque yo era ingeniera y estaba especializada, no me tomaban en serio”.

Lucía Carrillo
Lucía Carrillo durante el proceso de enlatado de la cerveza Itañeñe.Aggi Garduño

México es top 10 de los países productores de cerveza. Grupo Modelo y Cuauhtémoc Moctezuma es el oligopolio que domina las barras del país. El mercado comenzó a abrirse hace unos 20 años, cuando comenzaron a aparecer cervecerías con nuevas propuestas, producciones limitadas y muchos paladares que conquistar, pero la mayoría las fundaron hombres y son quienes dominan la industria.

Sin embargo, en México y en el mundo las mujeres han ido recuperando la herencia que les dejaron las brujas. Lucía lo dice contundentemente: “1.000% sí, ha subido el número de mujeres que nos dedicamos a esto. Cuando mudé mi cervecería a Cirquera, me di cuenta que necesitaba a más mujeres a mi alrededor, era muy complejo estar entre puro bato”.

Cirquera es una cervecería artesanal ubicada en Querétaro, ciudad a la que Lucía se mudó en 2016 para desarrollar el proyecto, con la condición de continuar haciendo su propia cerveza. Al mismo tiempo colaboró con Antígona, una iniciativa que reunió a las mujeres de la industria, desde las independientes hasta las que laboran en grandes marcas. “Invitamos a todas, quien quisiera venir era bienvenida, porque todas nos dedicamos a esto. Yo no me quería sentir sola, quería verlas a la cara y las quería conocer”, cuenta.

Lucía tiene claro su mensaje para quienes tengan ganas de emprender como cerveceras: “Que no les de miedo meterse a un mundo de hombres, sé que es muy duro, pero algunas rompemos el camino para que las demás pasen”.

Itañeñe ha llegado lejos, algunas de sus cervezas se venden en restaurantes tan prestigiosos como Pujol y Rosetta, también es posible adquirirla en tiendas especializadas en cervezas artesanales y en su fábrica, en Azcapotzalco.

Para Lucía es un logro, eso no quiere decir que pare de idear nuevos productos: “Tenemos siete cervezas de línea, más dos mensuales que son experimentales”. Las ediciones especiales las crea según cambian las temporadas; está experimentando con sidras y cervezas sin alcohol y otros fermentos, como su cold brew de café.

“Una de mis favoritas es una American Pale Ale que tiene arándanos y jamaica, con notas a Cabernet Sauvignon, es mi desconstrucción de un vino hecho cerveza, porque de repente quieres algo ligerito, además es burbujeante y hace que se sienta más refrescante”. Refrescante, la palabra clave para estos días en que el invierno parece principio de verano.

“La cerveza artesanal tiene alma y pasión. Se sienten los sabores, la puedes degustar sola o con alimentos y te va a generar una experiencia”, dice Lucía e invita a probarlas, “a mí me gusta ir a los tap rooms (lugares donde sirven cervezas de barril) y probar en vasos pequeños, así sabes cuál es la que más te gusta”. Un gran plan para ir con las amigas porque a las mujeres nos encanta la cerveza, mejor si está bien muerta —como se dice en el norte—, la bebemos al llegar cansadas después de un día laboral, al cocinar, leer un libro o ver la tele; y claro, también somos brujas cerveceras.

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