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Elecciones 2024
Columna
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Escenario político-electoral para América Latina en 2024

La región no parece ahora inclinarse hacia un solo lado del espectro ideológico. No hay ni marea rosa, ni marea azul. Los electores más bien están castigando a los regímenes que no ofrecen resultados

Elecciones en México
Las funcionarios electorales cuentan las boletas en una mesa de votación en Acapulco, Guerrero en las elecciones federales de junio de 2021.Monica Gonzalez (El País)

Este año habrá elecciones presidenciales en seis países de América Latina: El Salvador (febrero), Panamá (mayo), República Dominicana (mayo), México (junio), Uruguay (octubre) y Venezuela (con fecha aún por definir, pero previstas para el segundo semestre del año). Las tendencias electorales recientes en la región se han caracterizado por las constantes derrotas de los candidatos oficialistas. De hecho, de las últimas 19 elecciones presidenciales que ha habido en la región desde 2019, en 17 de ellas los ganadores han sido los candidatos de la oposición. Además, una de las dos elecciones en las que triunfó el oficialismo ha sido severamente cuestionada por la ausencia de condiciones democráticas (Nicaragua, 2021).

Este año, sin embargo, podría haber una ruptura en esta tendencia regional, ya que al menos la mitad de los candidatos oficialistas encabezan las encuestas. En particular, dos de los presidentes actuales (Bukele en El Salvador y Abinader en República Dominicana) podrían reelegirse este año, ya que los dos cuentan con un amplio respaldo popular. En ambos casos, los presidentes van tan adelante en las encuestas que podrían ganar incluso en una primera vuelta. En México, la candidata Claudia Sheinbaum, del partido en el poder (Morena), también lleva una amplia ventaja en la mayoría de las encuestas publicadas hasta ahora. Así que al menos tres de los candidatos de los partidos en el poder podrían refrendar el triunfo en estas elecciones.

En los otros tres países, la situación es menos clara. En Panamá, las encuestas actuales las encabeza el opositor y expresidente Ricardo Martinelli. Sin embargo, Martinelli podría quedar fuera del proceso electoral por un tema legal. Si al final Martinelli no pudiera participar en las elecciones, las posibilidades para el partido oficialista mejorarían un poco. En Uruguay, las encuestas favorecen al opositor Frente Amplio (de izquierda o centro-izquierda) por encima del partido en el poder (el Partido Nacional de Luis Lacalle, presidente actual), aunque todavía falta pasar por el proceso de definición de candidatos. En el caso de Venezuela todo es incertidumbre, empezando por la fecha de la elección. Allí podría pasar cualquier cosa. La precandidata más fuerte de la oposición al chavismo y al gobierno de Maduro, María Corina Machado, ha sido inhabilitada para ocupar un cargo público, lo que va a generar una tensión política enorme en un país muy polarizado y que ha sufrido ya por varios años los estragos de un mal manejo económico que ha generado pobreza e inflación.

Como se puede ver, no hay un factor ideológico dominante en el escenario electoral en América Latina. Es perfectamente posible que se puedan reelegir regímenes de derecha como en El Salvador, de centro-izquierda como en República Dominicana, o que se identifican como de izquierda como es el caso del Partido Morena en México. Por otro lado, podrían perder regímenes identificados como de izquierda (como es el caso de Venezuela), de centro-derecha (como en el caso de Uruguay) o de centro-izquierda (como en Panamá). Así pues, a diferencia de lo que llegó a pasar en un cierto momento, la región no parece ahora inclinarse hacia un solo lado del espectro ideológico. No hay ni marea rosa, ni marea azul. Los electores más bien están castigando a los regímenes que no ofrecen los resultados esperados y están premiando a aquellos que cumplen al menos con algunas de sus promesas de campaña o que les ofrecen la esperanza de un cambio y mejoría en sus condiciones de vida, ya sea en términos económicos o de seguridad.

Otra característica interesante de los procesos electorales en la región en este año es la judicialización de varios de ellos. Como ya se mencionó, hay temas legales en los casos de las candidaturas de Maria Corina Machado en Venezuela y del expresidente Martinelli en Panamá, dos candidatos opositores con amplias posibilidades de triunfo, pero que podrían terminar siendo eliminados de la boleta electoral. En el caso de Martinelli, este fue condenado recientemente por lavado de dinero y su caso seguramente se resolverá en la Corte Suprema de su país. En el caso de María Corina Machado, la decisión final sobre su posible participación en el proceso aún no se ha tomado, pero es posible que una resolución en sentido negativo pudiera exacerbar aún más el encono político en Venezuela. Sin embargo, estos no son los únicos casos cuestionados en términos legales. En El Salvador, la candidatura de Bukele también ha sido cuestionada, ya que la Constitución salvadoreña en principio impide la reelección consecutiva. Quizá no sorprendentemente, considerando que se trata de un Presidente que ha concentrado un enorme poder político en todo el país, la Corte Suprema de Justicia avaló su candidatura y le allanó el paso para buscar la reelección inmediata.

En suma, el 2024 será un año interesante desde la perspectiva electoral en América Latina. En cualquier caso, es posible que la elección más importante para saber cuál va a ser el derrotero de la región no ocurra en ninguno de los países latinoamericanos, sino que sea la que ocurrirá más al norte del continente americano, es decir, en Estados Unidos. Allí, la posibilidad del retorno de Trump o de una reelección de Biden, podrían redefinir la relación de Estados Unidos con América Latina. De entrada, podría endurecerse aún más el tema migratorio con enormes implicaciones para varios países de la región, incluyendo a México, varios países centroamericanos, así como para Venezuela y otros países sudamericanos. También está por definirse cómo es que se avanzará en el proceso de relocalización de actividades y de integración económica con la región. Por todo ello, el 2024 será un año en el que habrá que seguir con interés los procesos electorales en Estados Unidos y en toda la región latinoamericana.

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