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Josefina Vázquez Mota: “Estas pueden ser las últimas elecciones democráticas de nuestra vida”

La senadora repasa su experiencia como candidata presidencial, habla del machismo en la política y asegura que hay elementos para creer en el triunfo de Xóchitl Gálvez, a días del segundo debate

Josefina Vázquez Mota en el Senado de la República.
Josefina Vázquez Mota en el Senado de la República.Gladys Serrano
Elías Camhaji

Hasta hace unos meses, su futuro político era una incógnita. Josefina Vázquez Mota (Ciudad de México, 1961), la primera mujer en hacerse con la candidatura presidencial del Partido Acción Nacional (PAN), se inclinaba en un inicio por poner punto final a más de tres décadas de trayectoria, recoger la colección de Mafalda que decora su oficina en el Senado e irse a disfrutar de sus tres nietas. En 2022, la legisladora dio a conocer que padecía una enfermedad rara, el síndrome de Sudeck, un padecimiento producido por una alteración del sistema nervioso. “Este desafío de salud me tuvo entre la vida y la muerte, recibí una segunda oportunidad”, revela en entrevista.

Había que ponderar los temas personales, pero también cómo se delineaba el panorama electoral. Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, había afinado las tuercas de su maquinaria y adelantado que, además de la presidencia, iba a ir por el “carro completo” del Congreso y las nueve gubernaturas en disputa, el llamado plan C. Xóchitl Gálvez, su amiga desde hace 30 años, había ganado la postulación del frente opositor y la cúpula panista buscaba rostros conocidos para contrarrestar la estrategia de sus rivales. Bastó una llamada para que Vázquez Mota apareciera una semana más tarde en las listas del PAN a la Cámara de Diputados, contendiendo por un escaño de mayoría relativa en Huixquilucan, Estado de México. Ahora, alterna esa responsabilidad con el Senado y un cargo en la campaña de Gálvez.

Es miércoles por la tarde. La anticipación por el segundo debate presidencial del próximo domingo es omnipresente en la Cámara alta y sólo se ve interrumpida por el escándalo del día: el sacrificio ritual de una gallina promovido por un senador de Morena en pleno recinto legislativo. “Un debate presidencial implica muchísimas presiones, la parte anímica es importante y también suele haber demasiados consejeros”, dice sobre el cara a cara en puerta. “Es como cuando juega la selección mexicana, todo mundo se vuelve entrenador, todos te cuestionan por qué no hiciste esto o aquello”, cuenta. Sólo cinco mujeres en México saben lo que significa pararse en un debate por la presidencia. En esta campaña, las miradas estarán puestas en dos candidatas: la oficialista Claudia Sheinbaum y la opositora Gálvez. “Xóchitl no necesita consejos, si hace lo que declaró en la nota de EL PAÍS [’Voy a ser yo y si me quieren como soy, adelante’], me encanta, siempre ha sido una mujer echada para adelante”, agrega. Esta es una versión condensada de la conversación.

Pregunta. Estamos a poco más de un mes de las elecciones. ¿Qué sensaciones le ha dejado esta campaña?

Respuesta. Es una campaña, primero, muy particular, porque se da fundamentalmente entre dos mujeres, que es algo que nunca habíamos vivido en la historia de nuestro país. En nuestro caso, tenemos una candidata con una historia de vida única, inspiradora, una mujer que viene de una comunidad indígena y que lejos de negar su identidad y sus orígenes, los pone por delante. Tenemos por primera vez en la boleta de la presidencia, una mujer con esta historia de vida, valiente y que decidió dar un paso al frente en un momento decisivo de la historia de nuestro país.

En segundo lugar, porque esta es una elección evidentemente de Estado. El coordinador de la campaña de la candidata oficial vive en Palacio Nacional y desde ahí casi todos los días viola la ley electoral flagrantemente. Ha tenido recurrentes llamados de atención para respetar la ley y lejos de eso, vemos que la violación a las leyes es cada día mayor. Desde Palacio Nacional no solamente se ha construido la mayor fábrica de odio y de polarización del país, sino también la mayor fábrica de ataques a nuestra candidata.

P. ¿Cómo va el marcador?

R. Estoy viendo un fenómeno muy interesante, que es difícil de reflejar en el común de las encuestas. De unas semanas a la fecha, lo que yo observo caminando mi distrito y en el resto del país es un quiebre en el ánimo de grandes sectores de la población y en otros un reforzamiento a favor de Xóchitl Gálvez. Cada vez hay más expresiones de que se puede ganar, de que vamos a ganar y hay esperanza, un aliento real de que esto es posible. Estos son los quiebres que marcan de manera determinante el futuro de una elección. Hay varias etapas y cada elección es diferente, pero creo que estamos en ese momento y que no soy la única. Creer que es posible ganar genera un ánimo que hace que todo cambie en las campañas.

P. ¿Cuánto han cambiado las cosas desde que usted se postuló a la presidencia en 2012?

R. La pregunta que más me acompañó en la campaña presidencial fue si México estaba preparado para una mujer presidenta. Más que una pregunta era una descalificación y así lo veo a la distancia. Nunca se le cuestionó a un hombre si México estaba preparado para tener a un hombre en una regiduría o una alcaldía, menos en la presidencia.

P. Hay dos mujeres con posibilidades de ganar. ¿Por qué esto no había pasado antes?

R. Porque venimos de una cultura patriarcal y machista. Todavía hoy, no obstante la ley de paridad, que aplaudo y celebro, las posiciones de toma de decisión, en su gran mayoría, siguen estando en manos de hombres. Aun teniendo gabinetes paritarios, muchas de las posiciones donde está el poder real no están en manos de mujeres.

“Siempre tuve al PRI y al PRD como adversarios, pero también entiendo el momento que estamos enfrentando como país”, afirma cuando se le cuestiona sobre el hecho de que el PAN y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) compitan juntos por primera vez en una elección presidencial. Ella defiende que, como Gálvez, llegó como secretaria de Desarrollo Social al Gobierno de Vicente Fox (2000-2006) sin tener militancia panista y se define como una política que “cree en la interlocución y el diálogo, aunque eso no esté muy de moda hoy”.

La legisladora repasa las últimas batallas en el Congreso, como la ley de amnistía, la pelea por el Poder Judicial o las modificaciones en materia de amparo y denuncia “señales y decisiones que abonan al autoritarismo”, un mensaje central en la campaña de la oposición. “Estas pueden ser las últimas elecciones democráticas de nuestra vida, si no participamos y vamos a votar, no lo estoy diciendo desde un punto de vista meramente partidista”, señala, al advertir “la acumulación de poder que se está entregando a López Obrador”. “Lo que está en juego es muy importante, son dos modelos y destinos de país completamente diferentes, y la pregunta de fondo es en qué México nos queremos despertar el próximo 3 de junio”, asegura.

P. Usted conoce muy bien a Felipe Calderón, ¿debería tener un papel más activo en Acción Nacional y en la campaña?

R. Yo lo veo activo, particularmente en las redes sociales, expresando sus puntos de vista. Eso tiene que dejarse al juicio de cada uno de los expresidentes. Es decisión de cada quien cómo quiere ejercer su libertad.

P. ¿Por qué se cuestiona tanto la herencia de Calderón en la política actual?

R. Porque este Gobierno nunca ha asumido su responsabilidad de gobernar. Tal vez, el primer año podría decirse “esto es culpa de lo que me dejaron”. Me llama particularmente la atención que se ha mencionado al expresidente Calderón y a ningún otro. Me parece muy preocupante y trágico que a estas alturas se siga buscando culpables y no se asuma la responsabilidad de gobernar, porque para eso querían llegar. Por cierto, llegaron con una fuerza histórica muy importante.

P. López Obrador sigue siendo tremendamente popular, ¿cómo se explica eso?

R. La narrativa que el presidente ha manejado, esta polarización, seguramente ha tenido efecto y ha sido productiva para hablarle a una base, alentarla en esta contradicción permanente. Nada grande se construye en el odio ni en un país donde sea la polarización y la división lo que prevalezca, aunque sea muy efectista para ciertos sectores de la población.

P. En una frase o palabra, ¿cómo definiría a Xóchitl Gálvez?

R. Como la única opción para un México con libertad.

P. ¿Y a Claudia Sheinbaum?

R. Autoritarismo.

P. ¿Jorge Álvarez Máynez?

R. El palco.

P. ¿López Obrador?

R. Odio y polarización.

P. ¿Enrique Peña Nieto?

R. Pasado.

P. ¿Calderón?

R. Un expresidente, también.

P. Estamos a unos días del segundo debate presidencial. ¿Cuál es la parte más complicada de estar en uno?

R. Conforme se van acercando las horas del debate, hay una presión que aumenta. Hay que tener control de uno mismo. Es un ejercicio de presión. Es muy relevante sentirse cómodo y tener también la capacidad de disfrutar. Se dice fácil, pero no lo es cuando se está ahí. La verdad, Xóchitl ha tenido una capacidad grande de disfrutar un reto enorme en su vida.

P. ¿Los debates influyen en el resultado de las elecciones?

R. Depende. Depende del electorado, del momento y del ánimo de la gente. Los debates ayudan para varias cosas, para conocer la personalidad más allá de las cifras, si quien está frente a nosotros es o no autoritario, si tiene o no empatía, si tiene o no la capacidad de resolver de bote pronto, si tiene la fortaleza al día siguiente de salir y decir “esto lo hice bien y esto lo tengo que hacer mejor”. Siempre son importantes, hay que verlos y ver los posdebates.

P. Dicen que es la última oportunidad de Gálvez. ¿Lo ve así?

R. No. Es una oportunidad más y lo va a hacer extraordinariamente bien. Es una mujer muy consciente de sus retos, de lo que hace bien y de los puntos que en todo caso debe mejorar, lo dijo ella misma. Es una mujer muy segura de sí misma. Eso me parece súper importante.

“Por definición, las campañas son un caos y las presidenciales, más”, dice mientras repasa su paso por las elecciones de 2012. Se queda con el cariño de la gente y admite que hubo errores y retos. “Hubo decisiones que tomé tardíamente o que no tuve el carácter de tomar a tiempo”, reconoce, aunque advierte de que no quiere entrar en detalles.

P. ¿Se arrepiente de haber estado en la boleta presidencial?

R. Jamás. Al contrario, me siento sumamente orgullosa y muy privilegiada por haber estado ahí.

P. ¿Qué se juega en la batalla por el Congreso en 2024?

R. Que tengamos contrapesos. Los sistemas democráticos son mejores con contrapesos que con mayorías aplastantes.

P. ¿De dónde saca ánimos para otra campaña?

R. Soy una persona con un gran amor por la vida. He tenido el desafío de enfrentar una enfermedad rara y profundamente dolorosa, que me ha dejado también muchas lecciones de empatía y solidaridad. Y tengo una familia, que es mi mayor bendición. Para mí, esta es una segunda oportunidad que me ha dado la vida y Dios de vivir. Yo pensaba que no lo iba a lograr. Estoy convencida de que hay que hacer todo por ser una mejor persona de la que fuimos en la primera oportunidad. No sé cuánto tiempo va a durar porque esta enfermedad no tiene palabra de honor. Pero vivo solo un día a la vez.

“Ganar la presidencia es la única opción para recuperar un México con certeza, Estado de derecho, legalidad y para la reconstrucción de la paz”, dice sobre su pronóstico de la elección. Insiste en la necesidad de un “bloque de contención” en el Congreso y de tener una Suprema Corte con ministros “que tengan lealtad a la Constitución y no a un hombre o mujer”. Y apunta a que la oposición gane seis de nueve gubernaturas. “Habrá que revisar muchas otras cosas”, dice sobre lo que viene, independientemente de que su amiga Xóchitl gane la contienda. “Tenemos que hacer ese ejercicio en todos los partidos y tener capacidad de autocrítica, porque en todos lados se cuecen habas”, concluye.

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Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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