MARCO: el gran museo de arte contemporáneo del norte de México se ‘apodera’ de los artistas invisibles
El recinto expositivo de Monterrey explora las miradas críticas con la actualidad del país y busca un espacio de encuentro y reflexión
Una joven encerrada en un frigorífico de esos que usan las tiendas minoristas para mantener frías las cervezas. La joven tiene la vista baja, el rostro moreno cansado, aunque dibuja una tímida sonrisa. Los brazos, delgados, extendidos hacia los lados del marco de la puerta del frigo, como si quisiera romper el cristal, liberarse. Lleva una camisa roja que es el uniforme de la cadena para la que trabaja, un enorme consorcio del Estado de Nuevo León, al norte de México, una de las principales regiones industriales del país. La fotografía es denuncia, un llamado de atención: miles de jóvenes pasan horas encerrados en empleos precarios, gastándose la vida para ganar un poco de dinero que ayude a continuar los estudios o llevar comida a casa, pero siempre deben estar sonrientes. Esta pieza forma parte de una potente exposición titulada Nuevo León: El futuro no está escrito, con la que el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) intenta explorar lo complejo que es vivir en una ciudad industrializada que se expande y crece en una tensión permanente entre la modernidad y sus problemas sociales.
“Intentamos posicionar los discursos desde el norte del país, todos estos artistas que han surgido en Monterrey y que han migrado porque no han encontrado la infraestructura cultural que sostenga sus desarrollos. Lo que estamos haciendo es ponerlos nuevamente en relación con esta ciudad”, explica Taiyana Pimentel, directora de MARCO. El museo se ha convertido en la gran puerta del arte contemporáneo para las regiones norteñas de un país donde pareciera que la gran cultura se centra en su capital, Ciudad de México, una urbe con más de 200 museos. Monterrey no se ha querido quedar atrás y desde la fundación de MARCO en 1991, este recinto del arquitecto mexicano Ricardo Legorreta se ha consolidado como un importante pilar del arte y en un foro para promover el talento artístico joven.
“Es un museo muy ambicioso”, afirma con orgullo Pimentel. “Comienza siendo un museo de investigación, porque abre con una importante exposición que se tituló Mito y magia, el arte de los ochenta, con obras de [el artista brasileño] Tunga, [el pintor cubano] José Bedia, de artistas norteamericanos. Es un catálogo trascendental, una investigación importante, una exposición también trascendental. Entre el norte de México y el sur de Estados Unidos juega un papel de gran museo, incorporándose a generar discursos importantes”, comenta Pimentel. “Nuestra línea de trabajo ha sido la de estudiar a artistas que están a la mitad de su carrera y que todavía no habían sido revisados en México por alguna razón. Nos hemos apoderado de esas ausencias en la historia de las exposiciones del arte contemporáneo en el país para abrir esa gama hacia el norte”, explica.
Pimentel asumió las riendas del MARCO en 2019 y le tocó lidiar con la pesadilla de la pandemia de covid-19, que obligó al cierre de espacios comerciales y recintos de cultura e impidió el traslado de obras desde otros lugares. “Lo que hice fue muy sencillo: dirigirme a aquellos artistas de mediana carrera que todavía no habían sido analizados y revisadas sus prácticas en México”, explica la directora. Entre esos creadores destacan nombres como el del Mario García Torres, artista visual y conceptual originario de Coahuila; el escultor Pedro Reyes, el artista visual Miguel Calderón y Damián Ortega, uno de los principales exponentes del arte contemporáneo de México. En la agenda de Pimentel está una próxima exposición de Teresa Margolles, la creadora de Culiacán cuyo propuesta artística se centra en denunciar la violencia por el narcotráfico que desangra a este país.
Esa conexión con la actualidad mexicana es también uno de los objetivos del museo. La imagen de la mujer en el frigorífico forma parte de la muestra del equipo de artistas Colectivo Estética Unisex dentro de la exhibición Nuevo León: El futuro no está escrito, inaugurada en agosto y que estará disponible hasta febrero. Las piezas reflexionan sobre las condiciones laborales de los jóvenes que trabajan en atención al cliente en las grandes franquicias mexicanas. Los chicos fotografiados son el rostro de estas empresas y deben sonreír siempre al cliente, mostrar su lado amable, a pesar de las horas que pasan de pie o dedicados a labores extenuantes. Los artistas del colectivo, la mexicana Lorena Estrada y el colombiano Futuro Moncada, muestran a estos chicos uniformados, en algunas imágenes en movimiento, con sus miembros flexionados o durante sus pocas horas de descanso, tirados en un sofá o sobre una mesa escuchando música. El colofón es una imagen de uno de los mensajes grabados en uno de esos uniformes: “Haz de cada momento algo especial”.
El artista principal de la exposición es el fotógrafo Aristeo Jiménez, en un homenaje a sus 46 años de trayectoria. Jiménez ha retratado la vida en sectores populares, barrios que concentran la prostitución y la violencia y los hogares de la periferia urbana. Son imágenes enérgicas y de una belleza que deslumbra: el vaquero retratado en la puerta del baño de damas con la foto de una sensual Marilyn Monroe; una persona trans también vestida como vaquera, con su sombrero charro y enormes argollas colgando de sus orejas; un grupo de hombres que ve bailar a otro sobre un escenario, con las piernas desnudas, pero calzando botas; la pareja de chicos que comen en el Café Nuevo Brasil, de Monterrey; o los amantes Lucero y Felipa, él con la pierna izquierda mutilada, sentado en una silla de ruedas, mientras ella lo abraza. La foto es de 1995 y Jiménez la tomó en el barrio popular La Coyotera, de Monterrey.
El contraste con esa pobreza y decadencia lo da la fotógrafa Yvonne Venegas, que con su lente ha recorrido los espacios de San Pedro Garza García, uno de los municipios más ricos de Latinoamérica. Aquí no se muestra a personas travestidas, prostitutas o bares populares, pero sí a señoras perfectamente peinadas y vestidas con ropas y bolsos de marcas de lujo, jóvenes jugando al polo o la imagen que puede resultar hasta chocante, pero que forma parte de la normalidad de las familias de altos ingresos en México y América Latina: se titula Niño y su nana (2013) y muestra a un muchachito de gran copete y gafas do sol haciendo el signo de la paz mientras lo carga una joven de rasgos indígenas. En el fondo, un hombre de barba, vestido con saco oscuro, se asoma a la puerta corrediza de cristal que da a una terraza con cómodos sofás y sillones y un bar con copas y botellas de vodka y ron que esperan ser consumidas.
Es también destacable el trabajo de Alejandro Cartagena, quien subido en un puente de la ciudad fotografió a camionetas que trasladan a trabajadores desde la periferia de la capital regiomontana. Los obreros apuran la madrugada con un último sueño en las camionetas antes de llegar al trabajo. El conjunto de las imágenes es desgarrador, conmovedor y cómico a la vez, mientras increpa al espectador sobre lo duro que es la vida para millones de personas en un país con bajos salarios y difíciles condiciones laborales. “Se paró por meses en un puente peatonal y desde ahí fotografió estas vans. La obra de Cartagena es brillante, porque tiene mucho sentido del humor, pero también marca el transcurso del tiempo, como si estuviera en la piel”, explica la directora del MARCO. El artista presentará una retrospectiva de su trabajo en el Museum of Modern Art, de San Francisco. “Es un artista trascendental y esta es una serie gloriosa”, afirma Pimentel.
La directora apuesta por que este museo, que es ya uno de los grandes pilares del arte de México, se convierta también en un lugar de encuentro, de reflexión y distracción. Los veranos organizan conciertos en el patio central, este año dedicado a artistas que interpretan las llamadas cumbias rebajadas, famosas a nivel internacional por la película Ya no estoy aquí. Uno de esos conciertos reunió a 3.000 personas. Muchos jóvenes que nunca habían pisado el museo se han acercado por estas actividades o por los días gratuitos, miércoles y domingos, cuando además las familias de bajos recursos pueden evitar el costo de los boletos. “Estoy apostándole mucho”, dice la directora, “a que el otro se vea conflictuado aquí adentro, a que proteste; que MARCO se ubique más con la posibilidad de ser una plaza pública”, afirma.
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