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La mitad de los hogares mexicanos no tiene acceso a suministro constante de agua

El Inegi revela en su última encuesta que solo el 20% de los habitantes de las ciudades cree que puede beber sin enfermarse

Una mujer llena una cubeta de agua con un garrafón, en Iztapalapa (Ciuda de México), el 27 de febrero.
Una mujer llena una cubeta de agua con un garrafón, en Iztapalapa (Ciuda de México), el 27 de febrero.Toya Sarno Jordan (Getty Images)
Beatriz Guillén

El 47,7% de los hogares de las ciudades en México no tiene acceso a un suministro constante de agua. Mientras el país sufre una de las peores sequías de su historia, los datos de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (Encig), dirigida por el Instituto Nacional de Estadística (Inegi), reflejan la desigualdad en el reparto hídrico. Así el acceso es constante en el 78% de las casas de Colima y el 75% de Baja California, pero es del 25% en Guerrero y del 30% en Oaxaca. Además, el informe revela un problema añadido, solo en el 20,9% de los hogares el agua que llega a las ciudades se puede beber sin temor a enfermarse.

México se seca. El agua se ha convertido en una de las preocupaciones clave de un país cuyas reservas se hunden durante esta temporada seca. Ante ese panorama, el reparto hídrico ha cobrado una nueva importancia. La encuesta del Inegi, que se realiza cada dos años, refleja que está cayendo el suministro constante: ha pasado del 62,4% de los hogares situados en las ciudades en 2019, al 52,3% en 2023. Esta bajada ha sido feroz en Nuevo León —donde el acceso ha pasado del 92% al 30% de las casas—, en Hidalgo, que se ha derrumbado un 25%, o en Quintana Roo donde hay un 20% más de hogares sin suministro de agua constante.

Además, aunque el agua llegue a las viviendas, esta no es apta para beberse en la mayoría de los casos. Tlaxcala es donde más alto es este porcentaje, el 49,5% de los hogares cree que su agua es “bebible”, pero es el 2% en Tabasco, el 3,3% en Guerrero, el 7% en Chiapas o el 10% en Campeche. Así, la calidad del agua también ha empeorado en los últimos cuatro años, según la Encig: ha pasado del 25,9% al 20,9% de media. Donde más se ha notado este deterioro vuelve a ser Nuevo León, en 2019 el 75% de las viviendas podía beber el agua sin temor a enfermarse, ahora esa cifra es del 26%.

Nuevo León ha representado la avanzadilla del impacto de la sequía en el país. En la principal región industrial se combinan los dos factores clave: su población sigue creciendo mientras sus presas se secan. El Estado ya instauró hace justo dos años un plan de restricción de agua. Pero sigue haciendo falta un mejor aprovechamiento del agua en el sector agrícola y ganadero, una mayor conciencia en los hogares y la implantación de estrategias públicas.

Detrás de estos datos hay consecuencias reales. Por ejemplo, el municipio de Doctor Arroyo, hogar de 14.000 personas en Nuevo León, en 2006, se recibía en promedio agua seis días a la semana; ahora solo uno. La localidad depende ahora, paradójicamente, de la filantropía de Coca-Cola. La empresa, que tiene concesiones para explotar 28 millones de metros cúbicos de agua al año, anunció la creación de una “olla captadora de agua pluvial” para apoyar al municipio. La olla es un hoyo grande recubierto con una especie de plástico. Cuando llueve se encharca con 18.000 metros cúbicos de agua (0,0006% el agua que Coca-Cola tiene concesionada).

En una investigación publicada en EL PAÍS, se revelaba que México no debería tener un problema de acceso al agua. En promedio, cada habitante cuenta con 549 metros cúbicos de agua por habitante al año, una cantidad más que suficiente para cubrir los 50-100 metros cúbicos de agua que la ONU recomienda por persona. Sin embargo, la falta de lluvias, de inversión pública y la insuficiencia de las soluciones privatizadas provocan que, por ejemplo, Doctor Arroyo, con frecuencia tiene agua, pero no puede extraerla.

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Sobre la firma

Beatriz Guillén
Reportera de EL PAÍS en México. Cubre temas sociales, con especial atención en derechos humanos, justicia, migración y violencia contra las mujeres. Graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS.
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