¿Qué quiere Dante Delgado?
En cualquier otro lado, se haría obligatorio que el líder del movimiento pusiera en la mesa su renuncia, excusándose por el desastre: sin candidato, y sin justificación válida para tanta impericia
¿Qué quiere Dante Delgado? Poder. ¿Qué perdió el fin de semana el líder nacional de Movimiento Ciudadano? Un candidato que le auguraba capturar buenas posiciones. ¿Qué está haciendo desde el sábado el veracruzano? Recomponiendo sus posibilidades de retener influencia. ¿Lo logrará?
Samuel García lucirá el estigma de haberse convertido en el hazmerreír de la política mexicana. El gobernador de Nuevo León cargará un rato la imagen de político bisoño. Lo chamaquearon esos que él ninguneaba. Sus padrinos le quedaron mal, su verdadero tamaño fue desnudado.
Sin embargo, la merma política por el sainete del mandatario de Nuevo León no se limita al territorio norteño. El partido naranja ha quedado como fruta exprimida luego del 2 de diciembre, cuando, como un tejón que aprovecha la nocturnidad, García regresó a su Palacio, dejado por la carrera presidencial.
Este, que iba a ser el de despegue, es un annus horribilis para MC, el partido que más vive del autobombo en México, y eso es ya mucho decir.
En 2023 no pudieron poner candidatos en las importantes elecciones de Estado de México, la entidad más llena de votos, y en la industriosa Coahuila.
En 2023 fueron incapaces de traer a sus filas al díscolo morenista Marcelo Ebrard, antes y, peor aún, después de la interna del oficialismo.
En 2023 pelearon entre ellos, y por meses hubo distanciamiento público con, y críticas directas de Enrique Alfaro, su capaz e influyente gobernador. Este no fue dócil ni obsecuente con un líder nacional acostumbrado a no atender las ideas de sus correligionarios.
Y, como ya se mencionó, en este año amarraron su suerte a un veleidoso joven (yo no soy quien lo joveneo, él es quien hace gala de presentarse como tal) político de Monterrey que ensordeció con las sirenas del Macuspana al punto de que no reparó en su incapacidad de mandar incluso en su terruño.
En cualquier otro lado, un récord así haría obligatorio que el líder del movimiento pusiera en la mesa su renuncia, excusándose por el desastre, genuinamente apenado por dejar a la organización en tan grave predicamento: sin candidato, y sin justificación válida para tanta impericia.
Si la que ellos llaman “vieja política” es tan dañina y poco presentable, la primera obligación de los de MC era demostrar con argumentos y argucias que sabrían imponerse al PRI y al PAN, desplazarlos no solo con fosforescente propaganda sino, sobre todo, con efectiva operación política.
Su expartido, el PRI, y su aliado en el cercanísimo 2018, el PAN, comandados por “Alito” y “Markito” (Samuel dixit), asestaron dolorosa derrota a quien ya hacía política cuando estos hoy cuarentones ni nacían. Más que faltarle oficio, a Dante le sobró ambición, esa que desbordada tragóse a García.
Exhibidos en su incapacidad, el gobernador juró sin importarle la ley y el cargo, que hará todo lo posible para borrar a panistas y priistas del mapa neoleonés en 2024. El INE –suponemos— tomó nota.
Por su parte, Delgado cree que las zapatillas dan poder --cosa de los cuentos de antes y de ahora, se sabe--, así que cual David Copperfield con engolada retórica quiso desaparecer un oso del tamaño de la estatua de la Libertad. Eso el lunes, y el miércoles anunció el fin del bloque de contención a Morena.
Pedir congruencia en campañas es un lujo. Empero es necesario preguntar cómo harán presentable, en tanto discurso pretendidamente opositor, la obsecuencia naranja con los excesos del lopezobradorismo. Dicho de otra manera: cómo dañan al PRIAN los emecistas al ponerse de tapetes de AMLO.
Quizá sea que, marchita la posibilidad de tener un candidato de arrastre, Dante Delgado ha declarado su propio año de Hidalgo, malaya quien no rescate –para sí, la nación qué-- algo.
Si el aserto inicial de estas líneas es correcto, en lo que en MC improvisan un candidato, cosa que les tomaría cosa de mes y medio, si bien les va, se prestarían a negociar posiciones a cambio de votos en el Congreso: porque poder es lo único que quieren.
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