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Viridiana Álvarez, alpinista: “El éxito de una expedición a la montaña no es la cima, es regresar con vida”

La montañista mexicana ha conquistado las 14 cimas más altas del planeta y se convierte en la primera mujer del continente americano y la séptima en la historia en conseguir este logro

La alpinista mexicana Viridiana Álvarez
La alpinista mexicana Viridiana Álvarez en el Parque Ghandi en la Ciudad de México.Aggi Garduño
Andrés Rodríguez

Día 16 de expedición. 26 de julio de 2023. Saliendo del campamento 3, a 7.100 metros de altura, rumbo hacia la cumbre de Broad Peak. “Muy emocionada de este último ochomil. Feliz cumple mamá”. Cerraba con un emoji de una carita festiva con gorro de cumpleaños al final. Era la actualización de su bitácora que Viridiana Álvarez enviaba a su perfil en Facebook, a través de su dispositivo de mano de sistema de posicionamiento global, mejor conocido como GPS por sus siglas en inglés. Este mensaje, publicado el pasado 26 de julio a las 08.00 —hora local—, fue respondido por 133 personas en México, a más de 14.000 kilómetros de distancia de la decimosegunda montaña más alta de la Tierra, ubicada en la cordillera de Karakórum, en la frontera entre China y Pakistán, donde se encontraba Álvarez.

El mismo 26 de julio, casi 10 horas después —a las 18.45—, Álvarez anunciaba en sus redes a través de su GPS que había llegado a la cima, ubicada a 8.051 metros de altura. “Mi corazón no puede con tanta felicidad. 14x8000 GRACIAS DIOS Ahora a bajar”. El mensaje incluía dos emojis, un corazón y unas manos en posición de oración. Lo que esa actualización no mostraba era su vestimenta y equipo de escalar rojo, cubierto de blanco por el rocío de la nieve. Su rostro agotado, rojo e hinchado, casi incrédulo, apoyando una mano a la cabeza y sosteniendo la bandera de México con la otra, mientras esbozaba una sonrisa sin comparación. Ese mismo momento se abraza con Lakpa Temba, uno de los sherpas, guías en las expediciones de alta montaña, que la acompañaron. La alpinista del Estado de Aguascalientes, que había comenzado a escalar hace ocho años casi de forma autodidacta, con ese ascenso, conquistaba los 14 ochomiles, “logrando lo inimaginable”, y se convirtió en la primera mujer del continente americano y la séptima en la historia en lograr este reto.

Para Álvarez, de 38 años, era difícil creer que hace ocho años, ella, que trabajaba detrás de un escritorio, sin un antecedente al crecer con esta disciplina o con algún familiar que practique alpinismo; viviendo en un lugar sin montañas, iba a escalar, a sus 30, el Citlaltépetl o Pico de Orizaba, la montaña más alta de México. Cuenta que la curiosidad y el deseo o “llamado de la montaña” llegó a través de un amigo. Fue él quien la invitó a que la acompañe en su primera expedición.

Viridiana Álvarez, alpinista mexicana, en Katmandú, Nepal.
Viridiana Álvarez, alpinista mexicana, en Katmandú, Nepal.CORTESÍA

Fue en 2014. Recuerda haber partido de noche y haber llegado a la cumbre justo al amanecer. Las fotos que su amigo subía a redes sociales, esas que llamaron su atención y provocaron el deseo de querer intentarlo, provocaron otra pregunta: “Si así se ve lo más alto de México, ¿cómo se verá lo más alto del mundo?”. “Para mí la montaña me ha permitido conocerme, crecer, conocer a Dios y es un lugar que me hace sentir mejor persona”, le cuenta a este diario en el Bosque de Chapultepec, durante una visita a Ciudad de México.

Antes de afrontar el reto de escalar el Everest, ya había conquistado el Aconcagua, en 2015, la montaña más alta de América con 6.961 metros de altura. Desde sus 28 años ya competía en triatlones, por lo que la parte física ya la tenía. Fue el apartado técnico, aprender de equipo para escalar o hacer nudos, por ejemplo, que lo aprendió a través de tutoriales en YouTube. En Aguascalientes no habían los cursos que se dictaban cada fin de semana en la capital, por lo que tuvo que prepararse con lo que tenía a mano, como conformarse con escalar el Cerro del Muerto en su municipio, de apenas 2.440 metros de altura.

Este macizo montañoso, que obtiene su nombre porque asemeja la figura de un hombre recostado, la vio subir y bajar infinidad de veces. Para llegar al Everest, le aumentó 20 kilos a su mochila, que incluía la despensa de su familia, desde un kilo de arroz a otros tantos de harina. “Recuerdo una ocasión en un domingo que me habla mi hermana y me dice gritando: ‘¿te llevaste la harina de los hot cakes, no? [se ríe con el recuerdo]. Trabajaba a tiempo completo, me iba a ir dos meses para escalar el Everest, no podía pedir más días de vacaciones. Para mí era como esta muestra de que no importan nuestras circunstancias, sino lo que nosotros hacemos con ellas”, afirma.

Manaslu, Everest, Lohtse, K2, Kanchenjunga, Annapurna, Dhaulagiri, Makalu, Shishapangma, Cho Oyu, Nanga Parbat, Gasherbrum I, Gasherbrum II y Broad Peak. Son los 14 ochomil, montañas y picos en la cordillera del Himalaya que superan los 8.000 metros de altura. De ahí el nombre del logro. Pero para conseguir este palmarés, no solo es importante la parte física y técnica, sino también la mental. Para ella la montaña es un lugar de introspección, de balance e intuición, pero actitudes como el ego, la adrenalina o la obsesión por conseguir un objetivo, pueden a veces hacer interferencia al momento de conectarse con la montaña.

La alpinista mexicana Viridiana Álvarez en el Parque Ghandi en la Ciudad de México el 14 de agosto del 2023.
La alpinista mexicana Viridiana Álvarez en el Parque Ghandi en la Ciudad de México el 14 de agosto del 2023.Aggi Garduño

En ese sentido el ascenso en el K2 fue un reto mental muy grande para Álvarez, por el porcentaje de fatalidad que, según cuenta, es del 25%. De cuatro personas que suben a la cima una no baja. Por eso es conocida como la “montaña asesina”. “En el K2 me tocó ver gente morir. Es técnica, más compleja. Hay que saber conversar con la montaña, escuchar a tu intuición. He visto personas que, teniendo toda la condición física y posibilidad de ir hacia la cima, se regresan. Hay gente que va por la foto o la fama, pero hay que saber por qué uno está ahí. Si te caes y te mueres, nadie te va a ver. Tampoco hay alguien en la cima que te ponga una medalla, o sea, es un camino un poco también solitario porque tiene que haber mucha automotivación y mucha disciplina”, precisa la alpinista hidrocálida.

Dentro de esa motivación y conflicto interno del alpinista, el miedo y la muerte es una constante. “La muerte visita los sueños de los alpinistas”, decía en una entrevista el montañista francés Benjamin Védrines. Para Álvarez, su familia es su motivo para regresar y mantenerse con vida. Allá en Broad Peak, a más de 8.000 metros, donde el cuerpo y sus células empiezan a morir por la falta de oxígeno y la presión, sus seres queridos estaban acompañándola en una instantánea en la pantalla del celular, así como el rosario de su abuela —uno de sus amuletos—, que la convence de que, en muchas ocasiones, no sube sola. “El éxito de la expedición no es la cima, es regresar con vida. La cima es solo la mitad del camino. Me he enseñado a disfrutar cada paso”, comenta.

Antiguamente hablar de emociones, sentimientos y del miedo en el alpinismo, este último especialmente, era un tabú. Álvarez siente que con la integración de las mujeres el deporte está cambiando, poco a poco, las perspectivas de cómo se escala una cumbre. “Uno se siente muy vulnerable, porque estás en peligro todo el tiempo; y te sientes pequeño y a la vez grande”.

—¿Ha sentido miedo en algún momento?

—“Creo que en todas. Y si no lo sintiera creo que ya estaría muerta. La valentía no es no sentir miedo, sino sentirlo y afrontarlo, porque alguien que va a la montaña sin tener miedo no puede medir los riesgos”.

Álvarez admite que la montaña es ya su “hábitat natural” y que no es fácil conciliar la vida sobre las nubes con la “civil”. ”Tiene su reto. Este año estuve casi 10 meses en expediciones. La familia todavía lo entiende, aunque se preocupa, pero una pareja es complicado”. Estos ocho años que le tomó subir los 14 ochomiles puso su vida en pausa. Cuenta que se iba a casar. Decidió no hacerlo, regresó el anillo y se dijo “voy por el Everest y ya”. Tiene la perspectiva ahora, de ver por su vida personal y profesional, con un libro y documental en preparación, además de sus obligaciones con su fundación, Líderes de Altura. Pero parecería que el llamado de la montaña puede más. Sus próximos objetivos en el alpinismo son terminar las siete cimas más altas de cada continente. Le faltan tres: el Denali, en Alaska; el Elbrus, en Rusia; y el Puncak Jaya, en Indonesia.

Otro pendiente en el alpinismo es que tendrá que retornar a la montaña Manaslu, en Nepal, la que fue su primer ochomil, debido a que en 2021 determinaron que la cima a la que se llegaba no era la verdadera. “Cierro donde comencé, a subir unos metros más con mi equipo que está grabando el documental”, dice, pensando en volver a donde comenzaron a forjarse sus sueños: “Claro que sí se cumplen, pero no se cumplen solos. Tenemos que ir tras de ellos para poder lograrlos”.

Viridiana Álvarez, alpinista mexicana, en la cumbre del Everest.
Viridiana Álvarez, alpinista mexicana, en la cumbre del Everest.cortesía

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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