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Alan por el mundo: “Viajar puede afectar a la salud, sobre todo hacerlo de manera tan frecuente”

El actor jalisciense habla con EL PAÍS acerca de sus reflexiones, su libro, ‘Viajar cambiará tu vida’, y su experiencia a bordo del ‘Titán’, el sumergible siniestrado en las aguas del Atlántico Norte el pasado mes de junio

El youtuber Alan Estrada, 'Alan por el mundo'
Alan Estrada durante uno de sus viajes.Leyre Canizares (CORTESÍA)
Rodrigo Soriano

Alan Estrada (Tepatitlán, Jalisco, 42 años) aún recuerda el fuerte choque cultural que sufrió hace unos años en su caótico paso por la India. Aterrizó en el país cargado de prejuicios —sin probar la comida local en días—, y salió de él con una nueva percepción de su cultura, salpicado por la curiosidad. Comenzó entonces a grabar y editar videos caseros para mostrárselos a su familia. Ese contenido sería la chispa que dio lugar a Alan por el mundo, su canal de viajes en YouTube en el que da recomendaciones a los viajeros y que cuenta ya con 3,6 millones de suscriptores y más de 614 millones de visualizaciones. Ahora, el también actor, publica Viajar cambiará tu vida (Planeta), una compilación de reflexiones y anécdotas que le han dejado sus viajes. El youtuber cuenta a EL PAÍS por videollamada algunas de las observaciones de sus aventuras, detalles de su libro y su experiencia a bordo del Titán, el sumergible de la empresa OceanGate siniestrado en las aguas del Atlántico Norte el pasado mes de junio.

En sus videos, Estrada habla con su cámara como si detrás de ella estuvieran sus amigos. “Oigan, estamos llegando a un templo muy hermoso”, dice en uno de ellos, mientras se acerca a un santuario de Corea del Sur. En realidad está solo en la imagen, pero miles de personas han ido uniéndose a su aventura en YouTube. Hace bromas ante la cámara, ríe, suelta consejos y cuenta anécdotas del lugar. Actor de profesión, un día soñó con poder viajar alrededor del mundo.

Pregunta. ¿Qué responde cuando le preguntan por su oficio?

Respuesta. Digo que soy actor y creador de contenido. El término influencer no me gusta nada, pero creo contenido de viajes. Hay mucha gente en varios países que me conoce únicamente por mi carrera en los medios digitales y no conoce lo que he hecho como actor, pero tampoco me preocupa mucho. Pareciera que son dos personalidades distintas que hasta se han peleado en Twitter.

P. ¿Qué significa viajar para usted?

R. La oportunidad que he tenido en mi adultez de poder recorrer varios países me ha cambiado la vida. No he tenido la oportunidad de vivir más que en México y un tiempo en Madrid. He visto el mundo con ojos de turista, y me gusta, porque también se trata de ver la luz del mundo, ver el lado positivo de las cosas, poder tener otras perspectivas, sobre todo viniendo de una ciudad pequeña muy conservadora como yo, y ver cómo viven otros, cómo aman otros, cómo rezan otros. Me ha hecho cuestionarme mucho y me ha transformado. Me ha hecho quien soy hoy en día, y me sigue alimentando cada vez que hago un viaje o cada vez que lo recuerdo incluso.

P. ¿Y por qué subirlo a internet?

R. Se fue transformando un poco. Alan por el mundo, que este año cumple 13 años, nació por mi pasión por los viajes y esos videos que ya tenía hechos, que los subía de manera personal y los compartía con mi familia. Viajaba solo y quería que vieran mi viaje. Entonces los editaba de manera más o menos entretenida para que no les aburriera. Eso se convirtió eventualmente los primeros videos de Alan por el mundo. Me di cuenta que esos videos podían serle de utilidad a la gente, que si había alguien por ahí con mi misma pasión por viajar, pues probablemente mi desenfado, mi manera de decir las cosas de manera más directa le podía ser útil. El objetivo siempre ha sido la utilidad.

P. Surge de manera casi aleatoria.

R. Sí, nunca pensé que esto se fuera convertido en mi trabajo. Sabía yo que mi pasión por los viajes probablemente se conservaría por el resto de mi vida y que probablemente los grabaría como venía haciendo, o no; pero al final, esa oportunidad de compartirlos siempre me fascinó. Al formarme en los medios tradicionales, pues siempre me gustó la producción audiovisual, sabía más o menos cómo contar una historia. Eso me ayudó un montón, la verdad.

El youtuber Alan Estrada.Foto: CORTESÍA

P. En su libro habla de mantener el asombro, ¿no lo pierde después de tanto tiempo?

R. Sí se disminuye, obviamente, por la cantidad de cosas que ves. Como lo digo en el libro: pregúntale a los turistas que llegan a Egipto cómo les sorprende el primer templo y qué piensan del último. Se va desgastando un poco esa capacidad de asombro desde la primera vez que ves algo. Creo que con el tiempo el esfuerzo que tiene que hacer el turista o el viajero para sacarle jugo a los viajes que ya no es automático, es un poco [hacer] que no te asombren las mismas cosas. Probablemente, la primera vez que visitas un palacio en Europa te impresiona la grandiosidad, el oro, las decoraciones, el arte… Y luego, con el paso del tiempo, te impresionan otras cosas, las cosas minúsculas, los detalles. Siempre hay algo de lo que impresionarte, porque si no estaríamos muertos.

P. ¿En algún momento ha pensado en tomar un descanso?

R. En el 2019, tuve lo que le llaman el burn out (estar quemado). Me dio un agotamiento muy rudo y el médico me dijo “bájale el ritmo a tus viajes”. Por supuesto hay cosas de las que no se hablan, tantos cambios de uso de horarios, el jet lag, estar yendo a tantos países… Sí puede afectar la salud y sobre todo hacerlo de manera tan frecuente. En 2019 estuve como un mesecito parado y luego estuve viajando a lugares no tan lejanos. Luego llegó la pandemia. Honestamente, la viví de manera increíblemente agradable. Estuve dos meses sin cruzar la puerta de mi casa. Hacía muchos años que no estaba en mi casa tanto tiempo. Estuve solo, tuve una rutina, hacia ejercicio. Mi vida lo que menos tiene es rutina y en esa época lo tuvo, y pues me gustó. La pandemia me ayudó un poco a no sentir Fomo (Fear of missing out, miedo a perderse algo), porque nadie estaba viajando, nadie me estaba comiendo el mandado, como decimos en México. En ese tiempo recapacité. A principios de este año anuncié que iba a seguir viajando, pero con menos frecuencia, porque pasa una factura a mi vida personal que ya no quiero pagar. Llega un momento en el que cuando tus amigos ya no te invitan a las fiestas porque dan por sentado que no estás o cuando tu pareja te manda a volar pues ahí dices dónde está el equilibrio, no todo se trata de trabajar.

Viajar puede afectar la salud , sobre todo hacerlo de manera tan frecuente
Alan Estrada

P. ¿Qué fin tenía el libro?

R. Cierro algunos de mis videos con algunas reflexiones. Siempre me ha gustado filosofar alrededor de los regalos que dan los viajes, y muchos de mis seguidores me habían pedido un libro, pero yo no me lo tomaba en serio, ni me sentía capacitado para hacerlo. Siempre he sido muy respetuoso con los que sí son autores y de la gente que vive de escribir. Había estado un poco renuente, y Planeta fue la editorial que más respetó lo que yo quería hacer con el libro. Había otros que querían cierto tipo de libro, pero yo no quería hacer una guía de viajes. El libro es un compilado de anécdotas de las cuales se despliegan ciertas reflexiones o lecciones que yo he aprendido a lo largo de los viajes. Quería hacer un libro de cierta manera temporal aunque es muy complicado hacer eso hoy en día. Quería que pudiera acompañar a quienes viajan en cualquier momento. Hay ciertos puntos que creo que no caducan de manera tan rápida.

P. ¿A qué público quería que llegara?

R. Tenemos un público muy claro al que va enfocado este libro, que es obviamente la gente que me conoce. No sé, ojalá que haya alguien que no me conoce, le llame la atención la portada y lo compre. Pero sí, obviamente va a la gente que sigue lo que hago y a la gente que mis viajes la han inspirado de cierta forma, pero no necesariamente está dirigido a gente que viaja. Me he dado cuenta que hay dos tipos de viajeros: el viajero que literalmente puede viajar y replicar algunas de mis aventuras o hacer un compilado lo que ve en el internet o en otros lugares; y la gente que por situación económica o de salud no tiene la oportunidad de salir de casa. Mucha de esa gente se ha acercado a mí y me han dicho que tienen la oportunidad de viajar a través de mis videos. Este libro también está dirigido para ellos, porque esos regalos y esas reflexiones que me da a viajar, tengo la esperanza que los hagan también viajar. Al final la primera forma de viajar para quienes no podían tomar un tren o un avión fueron los libros, y creo que lo siguen siendo.

P. ¿Cree que la cantidad de imágenes sobre ciertos lugares pueden hacer que el viajero pierda el asombro que menciona en su libro?

R. Tengo la teoría exactamente contraria. Creo que a los lugares los conocemos a través de películas o revistas o de videos de YouTube les otorgamos incluso hasta una nostalgia adelantada. Es decir, empiezan a vivir en nuestro imaginario. El gran ejemplo de todo esto es la Torre Eiffel: la hemos visto en cientos de películas, series, fotos y aún así no conozco a nadie que la haya visto y no se haya sorprendido. Le agregamos un valor a eso que estamos viendo, de que lo hemos visto tantas veces de manera bidimensional, ahora lo tenemos en frente de nosotros. Cuando hice el tema de la inmersión al Titanic, había mucha gente que me decía “es que no entiendo cómo van a bajar tantos metros para ver unos fierros retorcidos”, pero no son unos fierros retorcidos, porque sino el Machu Picchu serían un cúmulo de piedras. Como dice un dicho mapuche: “Para el que mira sin ver la tierra, es solo tierra”. Nosotros le damos el valor a las cosas y creo que ese ha sido el gran acierto del continente europeo, que muchos de esos lugares viven en el imaginario del resto del mundo y se vuelven deseables para visitar porque son sitios famosos, que ya viven en tu imaginación y ya viven en tu cabeza.

La portada del libro de Alan Estrada.
La portada del libro de Alan Estrada.CORTESÍA

P. Ha mencionado el Titanic, ¿le saturó el foco mediático que tuvo cuando ocurrió la catástrofe del sumergible Titán?

R. No me saturé, porque no contesté a ninguno. Estaba muy tenso. Nunca había estado enfrentado a una situación de ese calibre, en la que mi celular sonaba a todas horas, estoy hablando de la una, dos, tres de la mañana. Lo tuve que apagar, habían medios de Rusia, de Japón, de todas partes del mundo que no sé cómo consiguieron mi teléfono. Muchas entrevistas que yo ya había dado [en el pasado], empezaron a estar por todos lados en las redes. La gente pensaba que yo estaba como colgándome de la tragedia y era lo que yo menos quería que pensaran. Hoy por hoy la gente me sigue preguntando, pero supongo que será algo de lo que me seguirá preguntando el resto de mi vida.

P. No esperaba esa repercusión entonces.

R. Para nada. Mis videos antes de que sucediera la desafortunada tragedia tenían unos cinco millones de vistas y hoy, si no me equivoco, suman más de 25. Pero al final eso no habla de mí, habla de cómo una noticia de este calibre y el morbo de la gente los acerca a cierto tipo de contenidos. Los videos ya estaban, yo no los hice a partir de la tragedia.

P. Tras ese suceso, ¿no tiene miedo de que pudiera surgir alguna complicación en otros viajes?

R. Solo se me ocurre pensar en algo similar, que serían las excursiones al espacio, que al final siguen siendo pruebas. La aviación es el medio de transporte más seguro. Creo que lo que sucedió desafortunadamente con OceanGate deja muchas lecciones de lo que pueda hacer una empresa privada: de cómo lo puede anunciar, de cómo lo puede ofrecer hacia el publico en general, los riesgos que puede correr en un proyecto experimental como este, que sí siento que se nos comunicaron, pero también creo que, como dijo James Cameron, “no era el momento para subir civiles en este vehículo”.

P. En sus videos suele dejar una reflexión al final. ¿Qué ha aprendido desde que empezó a viajar?

R. Estoy completamente convencido de que aunque podemos vestirnos diferente, tener un distinto color de piel, hablar diferente, comer diferente, amar diferente, rezar diferente, en el fondo todos los seres humanos somos muy parecidos. Aunque la cultura y el contexto sea otro, es increíble lo parecidos que somos. En mi opinión buscamos exactamente lo mismo, amar y ser amados.

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Sobre la firma

Rodrigo Soriano
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Ciudad de México. Estudió Periodismo en la Universidad de Valencia y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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