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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Avances y pendientes en la lucha contra la pobreza y la desigualdad en México

Es muy probable que los fuertes aumentos de los ingresos en la parte baja de la distribución se traduzcan en reducciones importantes en las mediciones de pobreza por ingresos

Un campamento de familias desplazadas en la zona norte de Sinaloa.
Un campamento de familias desplazadas en la zona norte de Sinaloa.Hector Guerrero

Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI) publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) correspondientes a 2022. Debido a su magnitud (más de 105.000 encuestas) y grado de detalle, esta encuesta, que se levanta solo cada dos años, es la fuente de información más importante para entender y analizar la dinámica socioeconómica de los hogares mexicanos.

A diferencia de las encuestas de empleo que se levantan con mayor periodicidad, la ENIGH recaba información muy desglosada sobre otras fuentes de ingreso distintas a las laborales (tales como remesas, programas gubernamentales, pensiones, etc.), así como sobre el destino de dichos recursos por parte de los hogares (es decir, sobre el gasto). Por ello, esta encuesta es la base para estimar y analizar aspectos como la pobreza, los rezagos sociales y la distribución del ingreso, así como sobre la cobertura, distribución y eficacia de los programas sociales. Por el lado del gasto, también sirve para definir la canasta de consumo que se utiliza en la medición de la inflación al consumidor. Es, en suma, un instrumento clave para entender al país desde la perspectiva de los hogares.

Las dos ediciones previas de esta encuesta, las de 2018 y 2020, habían coincidido, respectivamente, con el fin de la administración previa y con los primeros meses de la pandemia del COVID-19. En ese sentido, la publicación de esta nueva edición era muy esperada ya que permitirá, por un lado, analizar el proceso de recuperación pos-pandemia de los hogares mexicanos y, por el otro, hacer una primera evaluación del efecto de las nuevas políticas gubernamentales que se han puesto en marcha a partir de 2018.

Los primeros resultados de la ENIGH son muy alentadores, aunque esto no quiere decir que no haya áreas de oportunidad para mejorar el diseño de las políticas públicas. El dato quizá más relevante es la reducción de la desigualdad en los ingresos de los hogares entre 2018 y 2022. El Índice de Palma, el cual se obtiene como el cociente de la participación en el ingreso del 10% más rico entre la participación en el ingreso del 40% más pobre, muestra una reducción de 2,3 a 2,0 entre 2018 y 2022. Esta reducción en la desigualdad es el resultado de un aumento importante en el ingreso de los hogares en la parte baja de la distribución y de una ligera disminución en el ingreso de los hogares en la parte alta de la distribución (-2,2%). Vale la pena mencionar que el ingreso total de los primeros cuatro deciles de la distribución (es decir, los hogares con menores ingresos) creció en 19,9%, 13,5%, 11.1% y 9.8%, respectivamente, entre 2018 y 2022.

Es evidente que el aumento en los ingresos de los hogares más pobres no es un fenómeno aislado de las políticas laborales y sociales que se han implementado en esta administración. En dicha mejoría confluyeron tanto el aumento del salario mínimo (alrededor de 90% en términos reales entre 2018 y 2022 en general, e incluso un poco más en la zona fronteriza), como el aumento en la cobertura y los montos de las transferencias de diversos programas gubernamentales. Cabe señalar que el 34% de los hogares mexicanos señalaron haber recibido el apoyo económico de algún programa gubernamental, lo que representa un máximo histórico en términos de cobertura. Además, el monto total destinado a las transferencias vía programas sociales gubernamentales creció en un 100% en términos reales entre 2018 y 2022.

Sin embargo, no todo es positivo. La ENIGH muestra también aspectos en los que ha habido retrocesos o que podrían mejorarse. Por ejemplo, la encuesta muestra que la carencia por acceso a servicios de salud se ha incrementado en forma notable. Esta pasó de 16,2% en 2018 a 39,1% en 2022. La principal razón de este aumento es que las personas que antes se sabían afiliadas al Seguro Popular en 2018 ahora ya no saben o no están seguras de si tienen o no acceso a los servicios públicos de salud. En este resultado es más que evidente el rotundo fracaso del intento de creación del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), el cual incluso ya fue abandonado y sustituido por lo que se supone será una ampliación del llamado IMSS-Bienestar. En parte por esto, pero también debido a la pandemia, el gasto en salud de los hogares mexicanos creció en casi 31% entre 2018 y 2022. Estos dos indicadores de salud ilustran claramente la existencia de áreas de oportunidad para la intervención y el diseño de mejores políticas públicas.

Por último, otro aspecto que revela la ENIGH es que ha disminuido la cobertura, incidencia e impacto de los programas sociales en la parte más baja de la distribución. Esto es, si bien la cobertura y los montos de los programas sociales gubernamentales han crecido, estos lo han hecho de una manera menos pro-pobre que antes: siguen beneficiando más a las personas pobres en general, pero esto no quiere decir que estén llegando como antes a las personas en situación de mayor vulnerabilidad y/o de pobreza extrema. Esto se explica en parte por el cambio en la naturaleza de los programas (que pasaron de ser muy focalizados a tener un carácter más universal), aunque también parece deberse a problemas de alcance y cobertura en la elaboración del Censo del Bienestar que se realizó al comienzo de esta administración y que fue clave en el proceso de implementación de algunos programas sociales.

En síntesis, los resultados de la ENIGH-2022 muestran datos alentadores, aunque también nos permiten identificar áreas de oportunidad. Es muy probable que los fuertes aumentos de los ingresos en la parte baja de la distribución se traduzcan en reducciones importantes en las mediciones de pobreza por ingresos. Sin embargo, el retroceso en la carencia de acceso a servicios de salud podría limitar el impacto en la medición de la pobreza multidimensional. En cualquier caso, la reducción de la desigualdad y la mejoría de los niveles de vida de los hogares más pobres son aspectos dignos de celebrarse, aunque esto no implica que debamos conformarnos con ello. Hay aún mucho trecho por recorrer en la lucha contra los flagelos de la pobreza y la desigualdad en México.

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