El obispo de Apatzingán: “Estamos perdiendo la sensibilidad ante la violencia”
Cristóbal Ascencio, que reclamó un duelo nacional a López Obrador, en vez de una celebración por los cinco años de su victoria, reflexiona sobre la violencia en Michoacán tras el asesinato de Hipólito Mora
El asesinato de Hipólito Mora la semana pasada en Michoacán, en la región de Tierra Caliente, ha movido el avispero mediático. De repente, las cámaras voltean a ver al Estado, reflejo de crisis pasadas, todas cercanas en el tiempo, en realidad. El obispo de Apatzingán, Cristóbal Ascencio, aprovechó la atención este domingo para mandar un mensaje a Palacio Nacional, entretenido en la celebración del quinto aniversario de la victoria electoral del presidente, Andrés Manuel López Obrador. “En lugar de haber celebrado festivamente en el Zócalo, ¿por qué no decretar un día de luto, de duelo nacional?”, dijo el religioso. En entrevista con EL PAÍS, el religioso añade: “Estamos perdiendo la sensibilidad ante la violencia”.
La homilía de Ascencio, que está por cumplir diez años al frente de la diócesis, tocó la fibra del régimen. Este martes, el presidente López Obrador se ha referido al asunto, preguntado por reporteros. El mandatario se ha mostrado cauto. “Está en su derecho de manifestarse, llevamos buena relación con todas las iglesias”, ha dicho. “Hay veces que la jerarquía de la iglesia tiene más simpatía por los potentados, muy contrario al sentimiento, a la esencia del cristianismo”, ha añadido.
El gobernador de Michoacán, el morenista Alfredo Ramírez Bedolla, fue mucho más agresivo este lunes. “Si quieren hacer política, que dejen la sotana. Critican al Estado, pero ellos mismos encubren a generadores de violencia y luego se convierten en voceros de bandas de criminales. Es una realidad, a veces no se dice por hipocresía política, pero es claro la intención de esta declaración desde el púlpito, del obispo de Apatzingán, de hacer política”, dijo.
Por teléfono desde Jalisco, Ascencio, de 68 años, se muestra sorprendido de la beligerancia del gobernador. “No sé por qué habló así. Lo he saludado dos veces estos meses, pero no sé por qué”, explica. Ramírez Bedolla asumió el cargo en octubre de 2021. “Si él tiene algo de que acusar a un servidor o a sacerdotes, que lo haga y adelante. Si tiene pruebas, nadie tiene que encubrir a nadie. Ojalá que esto funcione así para todos. Si hay algo contra mi, aquí estoy. No sé si se refería a mí, pero bueno”, ha dicho el religioso.
Ascencio trata de dar contexto a su homilía. “Dije lo que dije, porque en mi diócesis estábamos preparando los entierros de muchas personas. Es literal, hemos estado preparando sepelios, dos taxistas murieron asesinados allí en Apatzingán, uno más estaba grave. Luego lo de La Ruana”, dice, en referencia al viejo líder autodefensa, Hipólito Mora. El obispo añade otros nombres, otras geografías tocadas por la violencia: “Están los desplazados en la presa de El Rosario, todas las balaceras, ¿cómo van a hacer fiesta? Y esto es en muchas partes del país”, critica, con un tono de voz mesurado.
No es la primera vez que el obispo llama la atención de lo que ocurre en la Tierra Caliente michoacana. A mediados de 2021, acompañó al nuncio apostólico, Franco Coppola, a ofrecer una misa a la parroquia de Aguililla, en los límites de Tierra Caliente y la región Sierra Costa. La situación entonces era igual o más complicada. Dos grupos criminales, el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Carteles Unidos, remedo de viejas mafias regionales, peleaban a sangre y fuego la carretera que comunicaba Apatzingán con Aguililla. Instalaban retenes y cavaban zanjas mientras se agarraban a balazos por los cerros.
La visita del nuncio y el obispo dio un altavoz a la crisis de los habitantes, que vivían a merced de las discrecionalidades de los criminales. Ya no era solo que no los dejaran pasar, sino la percepción de los grupos de la presunta cercanía de los vecinos a unos u otros. En Aguililla, Ascencio dijo: “El pueblo mexicano está en completa orfandad por parte de quienes tienen la obligación de proteger sus vidas (...) Los grupos criminales se han establecido como dueños y señores de espacios y cotos de poder y han puesto a prueba la fuerza de la ley. Son muchos los sufrimientos acumulados por las familias del pueblo mexicano”.
Aunque la crisis ahora es distinta, las cosas no han cambiado demasiado. “Esto sigue creciendo… A los ocho meses de la visita del nuncio, como a los ocho o diez meses, mejoramos mucho. Y así duramos un año y tres meses, por lo menos en mí diócesis”, señala. “Bajó la violencia, los caminos se abrieron, se quitaron los bloqueos, menos muertes, menos secuestros. Pero eso esto vuelve… Por eso yo me vi alentado a decir estas palabras en mi homilía”, señala. “Y no es que quiera yo que ahora organicen un luto”, matiza, “solo que en vez de celebrar, podrían haber hecho duelo”.
El obispo sigue. “Ante tanto crimen, hay que reconocer la realidad. Más que una celebración festiva por haber llegado al poder, hay que ver la realidad, hay que tener en cuenta la solidaridad y tener sensibilidad para con los que sufren la perdida de seres queridos, el secuestro de un familiar… Viendo todo lo que el país sufre, ¡qué edificante sería llamar, en vez de un festivo, un día de luto! Un día de duelo nacional. Y pedir perdón a los familiares de las víctimas por no haber encontrado las estrategias necesarias para reducir la violencia, los ilícitos. Es lo que dije”, concluye.
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