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La comodidad de Morena en la tierra del PRI

Los seguidores de la abanderada del oficialismo priista no acuden a la cita, mientras que Morena y el PT llenan la plaza afuera del Instituto Electoral para cobijar a su candidata en el primer debate por el Estado de México

Delfina Gómez Álvarez
La candidata a la gubernatura mexiquense por Morena, Delfina Gómez, al salir del primer debate en Toluca (Estado de México), este jueves.Mónica González Islas
Zedryk Raziel

En política, el espacio vacío es un valle árido que solo los pioneros saben aprovechar. Aquí, ese terruño tiene la forma de una plaza que llenaron las huestes de Morena y el Partido del Trabajo (PT), que han venido a las afueras del Instituto Electoral del Estado de México a apoyar a su candidata al gobierno, Delfina Gómez, y barrer a los opositores, entiéndase los políticos del PAN, el PRD o el PRI, este último el más repudiado de todos, depósito de las frustraciones y los corajes y los odios de estos mexiquenses que agitan con fuerza sus banderitas y sus banderotas, que traen sus playeras de Morena, sus cachuchas del PT, sus matracas y sus cornetas, que se ponen a bailar al sonido de la banda que ha llegado con tarolas y trompetas, que se toman fotos con las cuatro mujeres que han venido en zancos, que se apostan frente a las vallas metálicas colocadas a la entrada del recinto donde se realizaría el debate entre Gómez y la candidata priista, Alejandra del Moral. Desde esas vallas decenas de morenistas esperan con paciencia a que pasen los adversarios para abuchearlos, para chiflarles mentadas de madre, para gritarles: “¡Ya se van, ya se van, los corruptos ya se van!”. Era esta plaza un espacio vacío y solo Morena vino a llenarlo.

Una fuente de la dirigencia del PRD explicaba antes de comenzar el acto por qué la alianza Va por México no trajo a sus bases. “Se propuso que cada partido trajera mil militantes, pero no quisieron los otros dirigentes, que para que no hubiera pleitos entre las porras y eso opacara el debate”, decía con decepción, preparándose para pasar por esa fila india donde le lloverá la tormenta de insultos. Cuando pasó la senadora Lilly Téllez, que al comienzo del sexenio militaba en Morena y un par de años después rompió con el partido de Andrés Manuel López Obrador para irse al PAN, atravesó el pasillo de la ignominia con cierta elegancia: le gritaban “¡corrupta!” y ella sonreía a los morenistas embravecidos y les mandaba besos. Otra tanda de rechiflas y abucheos. El diputado y exalcalde Enrique Vargas, del PAN, cruzó alzando la mano en señal de agradecimiento por las ofensas, como si lo que recibiera fuese el pan de cada día. El contraste sucedía cuando quien pasaba por aquí era algún liderazgo morenista: la gente era todo júbilo y alegría, un aplaudir y un cantar: “¡Es un honor estar con la mejor!”, “¡Ya llegó, ya está aquí, la que va a sacar al PRI!”, “¡Delfina, Delfina!”.

Partidarios de Delfina Gómez antes del debate.
Partidarios de Delfina Gómez antes del debate.Mónica González Islas

Es la segunda ocasión que Gómez, senadora con licencia, exalcaldesa y exsecretaria de Educación, la maestra Delfina, como la llaman sus simpatizantes, contiende por la gubernatura de un Estado que el PRI ha gobernado desde hace casi un siglo, su principal bastión político con sus calles sin pavimentar, su gente sin agua potable, sus perros de la calle; cuna del menguante Grupo Atlacomulco, cuyos últimos herederos son el actual gobernador, Alfredo del Mazo, y el expresidente de la República Enrique Peña Nieto, primos los dos.

Hace cinco años esta misma plaza estaba repleta de militantes de todos los partidos en disputa. Entonces Morena no se había aliado con el PT, y el PAN era un férreo opositor al PRI. Quién lo diría. Cómo cambian algunos planetas en tan pocos años (menos el Estado de México, que es la excepción al transcurrir del tiempo, lo dirán los morenistas aquí presentes). La porra uniforme de este día se puso a sus anchas y vio con comodidad el debate a través de una pantalla gigante instalada afuera del Instituto Electoral. El sitio fue suyo y de nadie más.

Hizo falta muy poco para encender los ánimos. Gómez empieza: en 2017 ganó la elección pero le robaron el triunfo, dice. Aquí afuera no puede haber más unanimidad. Cuando Del Moral habla retumban los gritos de rechazo. “¡Ratera!”, “¡corrupta!”, le gritan. “¡Sinvergüenza!”, “¡cínica!”, le lanzan cuando la candidata priista reprocha a Gómez por haber ordenado la retención del 10% del salario de los trabajadores del municipio de Texcoco —del que fue alcaldesa— para entregar el dinero a Morena, un asunto suficientemente investigado y sancionado por las autoridades electorales. “Esas son mentiras, son calumnias”, dice una incrédula Griselda Velasco, de 39 años, proveniente de Jocotitlán, a una hora de distancia de Toluca. “El INE y el Tribunal Electoral son corruptos”, zanja. Hacer política es también cerrar los ojos o desviar la atención, decir aquí no pasó nada, aquí no hay nada que ver, siga avanzando. Cuando Del Moral acusa de corrupción a la candidata de Morena por el caso de los diezmos, Griselda dice: “Es una burla para los mexiquenses. Ellos, el PRI, son los más corruptos. Yo vengo de un municipio donde siempre ha gobernado el PRI y no ha hecho nada bueno en todo este tiempo”.

“¿A quién de nosotras te imaginas tomando decisiones y resolviendo problemas?”, dirá la candidata priista a través de la pantalla. “¡A ti no!”, le responderá el público. “¡A la maestra Delfina!”, también. “Seré valiente”, agregará Del Moral. “¡Valiente para mentir y robar!”, replicará la porra de Gómez. La priista dirá también que Morena ha destruido a las familias mexiquenses. Fanfarrias de la banda de música. “¡El PRI destruyó todo!”, seguirán sin darle tregua aquí afuera. El señor José Colín Peralta, de 63 años, lo pone en estos términos: “Todos los gobernantes que hemos tenido son del PRI y son corruptos. Nos han abandonado, nos han lastimado. A nivel federal, con el operativo Rápido y furioso dejaron entrar miles de armas ilegalmente a nuestro país y con esas armas nos están matando, nos están robando, nos están asaltando”, dice.

—¿A usted lo han asaltado?

—¡Claro! —dice como contestando una obviedad—. Si usted va al sur del Estado de México, ve a gente armada y no sabe si son policías o son de la delincuencia organizada.

Afuera se calientan los ánimos cuando la moderadora, la conductora Ana Paola Ordorica, carga contra Gómez y vuelve sobre el tema de los diezmos cobrados en Texcoco. La moderadora pasa a ser considerada parte del juego priista, aunque también hizo cuestionamientos a Del Moral sobre la corrupción de su partido. “¡Uy, tiembla el Grupo Atraco-mulco!”, se burlan aquí.

Una vez terminado el debate, el dirigente de Morena, Mario Delgado, pasa a una entrevista con la televisón. Acusa a Ordorica y Del Moral de tender “una trampa”, “una celada”, a Gómez. “Resistió muy bien toda la violencia que ejerció contra ella la otra candidata y también los ataques de la moderadora, que se supone que debía ser imparcial y resulta que estaba del lado de la candidata del PRIAN, pero la maestra les ganó a las dos. Creo que hoy montaron una trampa las autoridades electorales y les falló”, dice a la salida del Instituto Electoral. Delgado adelanta que, quizá, Gómez no acuda al segundo debate programado antes del día de las votaciones, el 4 de junio. Ya se sabe lo que sucede con los espacios vacíos en política. La pregunta es si el PRI sabrá cultivar su propia tierra, su valle árido.

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Sobre la firma

Zedryk Raziel
Reportero de EL PAÍS México, especialista en la cobertura de asuntos políticos y de corrupción. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha sido colaborador en el diario Reforma y el portal Animal Político. Es coautor de ‘El caso Viuda Negra’ (Grijalbo, 2022).

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