Una nueva generación de escritores latinoamericanos restablece los puentes entre América y España

El ‘boom’ de las narradoras, la apuesta de las multinacionales y la presencia en Madrid o Barcelona de pequeños sellos mexicanos y argentinos han abierto nuevos espacios en el mercado literario español

Las escritoras Nona Fernández, Fernanda Melchor y Jazmina Barrera.

El librero aragonés Francisco J. Goyanes es un entusiasta de la literatura latinoamericana. Estos días se ha paseado animado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México, siempre a la caza de novedades que produce la industria editorial de este lado del Atlántico. Goyanes, quien lleva casi 40 años en el negocio y es fundador de la librería Cálamo, de Zaragoza, no esconde su emoción sobre uno de esos hallazgos: un pequeño libro de la escritora colombiana Lau...

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El librero aragonés Francisco J. Goyanes es un entusiasta de la literatura latinoamericana. Estos días se ha paseado animado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México, siempre a la caza de novedades que produce la industria editorial de este lado del Atlántico. Goyanes, quien lleva casi 40 años en el negocio y es fundador de la librería Cálamo, de Zaragoza, no esconde su emoción sobre uno de esos hallazgos: un pequeño libro de la escritora colombiana Laura Ortiz Gómez, Sofoco, que carga como un tesoro. “¿Qué si se leen?”, pregunta sobre la presencia de escritores latinoamericanos en España. “Creo que muchos de ellos sí, nadie publica libros para tirar dinero”, comenta, jocoso.

Goyanes ilustra de esta manera la relación de la literatura latinoamericana con el mercado español: “Si le pides a un librero español que te diga autores latinoamericanos, de corrido te nombra unos cuantos”, afirma. Él mismo menciona varios: Guadalupe Nettel, Margarita García Robayo, Horacio Castellanos Moya, Sergio Ramírez, Juan Villoro… “Si esta misma pregunta se la haces a un librero mexicano, argentino o colombiano va a tener bastante más dificultades más allá de los hiperconsagrados. Te va a decir Javier Cercas, Rosa Montero y se acabó”, agrega. El librero insiste en su argumento con el siguiente ejemplo: Cálamo, su librería, entrega desde 2001 un premio literario cuyos ganadores son elegidos con el voto de los lectores. En la edición de este año, de los 16 libros elegidos hay cinco autores españoles, dos peruanas, tres mexicanos y una colombiana.

Una Joven lee el libro Isla Decepción, de la autora Paulina FloresRoberto Antillón

Editores, libreros y autores consultados por EL PAÍS coinciden en una premisa: una nueva generación de escritores latinoamericanos están restableciendo los puentes entre América y España. “Antes había cinco autores, los del boom, que vendían miles de ejemplares. Ahora hay decenas que venden menos, pero están presentes en las librerías españolas”, afirma Aldo Perán, editor de Penguin Random House de Chile, en la FIL de Guadalajara, la más importante en español, que ha reunido hasta este domingo a miles de profesionales del sector.

Perán destaca, aparte del suyo (que en número de títulos es imbatible), el trabajo de pequeños sellos de Madrid y Barcelona como Tránsito o Las afueras. El primero cuenta en su catálogo con autoras como Cristina Rivera Garza, Fernanda Trías o Jazmina Barrera. El segundo está rescatando toda la obra del chileno Pedro Lemebel y publica, entre otras, a Circe Maia y Daniela Catrileo. En muchos casos, los sellos independientes —que no necesitan grandes ventas para rentabilizar un título— apuestan por autores exigentes pero poco comerciales. Eso explica que la chilena Diamela Eltit, premio FIL de Lenguas Romances en 2020, publique con Seix Barral en su país y con la cacereña Periférica en España. O la apuesta de la barcelonesa Rayo Verde por Juan José Saer, autor de Planeta en Argentina.

Penguin Random House lanzó en 2015 en España el programa Mapa de las Lenguas para tratar de encontrar a los lectores interesados en la literatura latinoamericana allá donde estuvieran en lugar de lanzarlos a la vorágine del mercado español, marcado por un flujo continuo de novedades efímeras. Con tiradas de 500 ejemplares distribuidos en 150 librerías “literarias”, gracias al Mapa de las Lenguas circularon títulos hoy icónicos como Temporada de huracanes, de la mexicana Fernanda Melchor; La perra, de la colombiana Pilar Quintana, o La dimensión desconocida, de la chilena Nona Fernández. En 2020 la multinacional amplió el programa a toda América e incluyó autores españoles como Manuel Jabois o Ana Iris Simón.

Publicado en España por el sello independiente Círculo de Tiza, el libro de Simón, Feria, circula en América en el catálogo de Alfaguara. Se asegura así una difusión transatlántica que su editorial española no puede garantizar. El caso más emblemático sería, no obstante, El infinito en un junco, de Irene Vallejo, publicado por Siruela en 2019 y convertido tres años después —pandemia mediante— en uno de los grandes éxitos de la FIL. Aunque en algunas librerías puede conseguirse la edición regular de Siruela, su gran circulación se debe a la versión más económica, fruto de un acuerdo entre ese sello y Debolsillo (Penguin Random House). Una cuesta 606 pesos (30 euros) ; la otra, 399 (20 euros). El salario mínimo diario acaba de subir en México de 172 pesos a 207.

Un mujer lee el libro de Irene Vallejo 'El infinito en un junco' en FIL, el pasado 27 de noviembre.Roberto Antillón

Además de la diferencia de precio, Alejandro Barahona, director de la distribuidora Panoplia, apunta al tamaño de cada editorial. “Cuando un título español empieza a triunfar en América, los agentes de su autor reclaman presencia en todas las librerías. Eso solo lo puede garantizar una multinacional. Por eso los pequeños tienen que resignarse a llegar a acuerdos o a liberar los derechos para México, Colombia o Argentina”. En Latinoamérica los libros que Irene Vallejo ha publicado con Contraseña, su pequeña editorial de Zaragoza, se publican en Penguin. De ahí las continuas visitas a América de los editores españoles independientes interesados en ese mercado panhispánico. Editores y libreros mencionan el caso de Páginas de espuma, que funciona en muchos países casi como un sello local gracias al trabajo de su director, Juan Casamayor.

A la inversa pasa algo parecido, explica Barahona: “Es cierto que la literatura latinoamericana interesa más ahora en España, pero el desembarco en Europa de sellos de este lado del charco se debe a veces, más allá de lo que vayan a vender, a un intento de negociar los derechos para toda la lengua”, apunta Barahona. Esa dinámica explica en parte el aterrizaje en Madrid de sellos como los mexicanos Sexto Piso y Almadía o los argentinos Adriana Hidalgo, Eterna cadencia, Blatt & Ríos o Mardulce. Guillermo Quijas, fundador de Almadía, lo expresa en breve: “En la medida que un libro tiene mayor alcance y existe en un mercado tan fuerte como el español tiene más posibilidades de lograr una llegada mayor en América Latina. Por supuesto no pasa con todos los libros. La posibilidad de que un libro pueda salir en distintos territorios te pone en otra posición para negociar y aspirar a cierto tipo de publicación”, asegura.

Quijas menciona el ejemplo de Furia, de Clyo Mendoza, un libro de 2021 que lleva alrededor de 7.000 ejemplares vendidos en México, según datos de la editorial, y 4.000 en España, donde se coeditó con Sigilio: “Sí ha tenido una repercusión que se publique en España. Eso ha catapultado traducciones, por ejemplo: en Brasil, acaba de salir; un sello italiano compró la traducción, está por salir una al francés, una productora estadounidense va a hacer una película...”.

Buena parte del creciente interés por la literatura latinoamericana en España se debe, justamente, a la atención que suscitan las escritoras, cuya visibilidad, además, ha puesto parte del foco en nombres mayores opacados por el boom de los años sesenta (de Elena Garro a Sara Gallardo pasando por María Luisa Bombal) o desdeñados durante décadas por su uso de referentes populares: ahí está la recuperación de Manuel Puig a cargo de Seix Barral (con prólogos de Claudia Piñeiro, Camila Sosa Villada o Paulina Flores). Autoras jóvenes como Mariana Enriquez o Liliana Colanzi han roto, además, el tabú canónico que pendía sobre la literatura de terror o de ciencia ficción. La fantasía ya no es solo cosa del realismo mágico. “Hay un gran momento para la literatura escrita por mujeres. Hay un descubrimiento y también hay una gran escritura”, decía hace unos días a EL PAÍS Melanie Jösch, directora editorial en Chile de Penguin Random House.

Jóvenes lectores buscan los libros Mariana Enriquez en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el día 27 de noviembre de 2022. Hector Guerrero

Andrés Ossa, director del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), señala, sin embargo, que la presencia de autores latinoamericanos en España es “mucho menor de lo que posibilita el hecho de compartir una lengua”. Ossa señala que el sector del libro español tiene como principal destino de sus exportaciones a Latinoamérica, pero no ocurre lo mismo en el sentido contrario. Ofrece datos del último informe disponible de la Federación de Gremios de Editores de España: “En 2020, el 47% de las exportaciones del sector tuvo como destino a América Latina. En contraste, las importaciones desde América representan apenas el 11,5%”. Con todo, en 2015, esa última cifra no pasaba del 1,2% (por un 36% en la dirección inversa). Según ese estudio, España exportó a México 75,4 millones de euros en libros, a Argentina 35,6 millones, y a Colombia 10,1 millones. En cambio, las importaciones de libros desde América, incluidos Estados Unidos y Canadá, fueron de 12,1 millones de euros.

El difícil viaje del libro dentro de Latinoamérica

España sigue siendo, a 10.000 kilómetros de distancia, el principal centro de difusión masiva y global de la literatura latinoamericana. De la mano, sobre todo, de los dos grandes grupos: Planeta y Penguin Random House, que se reparten en torno al 40% del mercado. “En Guatemala empezamos a leer a Horacio Castellanos Moya cuando Tusquets (Planeta) lo publicó en Barcelona”. La frase es de Philippe Hunziker, editor y propietario de Sophos, una de las grandes librerías de la región, con sede en Ciudad de Guatemala. De consolidarse el flujo entre América y España, seguiría pendiente la circulación de los libros dentro de la propia América, como apunta Hunziker. Lo habitual es que una novela publicada por Alfaguara en Bogotá no salga de Colombia hacia un país vecino si el mismo sello no lo programa en Madrid.

Alejandro Barahona subraya la dificultad de la circulación de norte a sur, incluso entre vecinos, con un caso habitual en su trabajo: “A veces un librero chileno no consigue un libro peruano. Me lo pide a mí como importador. Yo lo consigo en España, a donde ha llegado importado desde Perú. Cuando lo vendo al librero de Chile puede valer hasta el doble de lo que costaba originalmente”.

Con todo, el fenómeno de las editoriales independientes, común a todo el ámbito del español, acierta a veces a solucionar un problema que las multinacionales no pueden resolver por falta de cintura o porque no les cuadran las cuentas. En 2007 la selección de nuevos autores latinoamericanos Bogotá 39 llegó a las librerías con el logo de Ediciones B, entonces parte del Grupo Zeta y hoy, de Penguin Random House. La circulación de la antología fue escasa fuera de Colombia y 10 años más tarde el Hay Festival, promotor de la antología, recurrió a 12 sellos distintos: de Tragaluz (Colombia) a Estruendomudo (Perú) pasando por Galaxia Gutenberg (México/España), Uruk (Costa Rica), Laurel (Chile) o Sigilo (Argentina).

Los profesionales del sector se esfuerzan por garantizar que los libros viajen por el continente. Paula Canal, agente de Indent Literary Agency, representa a medio centenar de autores latinoamericanos en México, como Vanessa Londoño, autora de Asedio animal, o Pedro Mairal, autor de La uruguaya. Canal explica que cuando negocia los contrato de sus escritores se asegura de que los autores puedan recuperar los derechos sobre sus obras si los libros no han sido distribuidos en determinados territorios tras cierto tiempo. Pasó, por ejemplo, para que Mugre rosa (Random House), de Fernanda Trías, llegara a Bolivia, donde la publica la editorial Mantis. Casi sucede también con El año del viento de la peruana Karina Pacheco, que tras 14 meses no ha sido publicada aún fuera de Perú. “Planeta, que tiene los derechos mundiales, no la publicó en ningún otro territorio. La semana pasada le dieron el Premio Nacional de Literatura y ahora la van a sacar en todos los países”, cuenta Canal, que agrega: “Antes no pasaba. Simplemente nunca llegaban y ya”.

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