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FEMINICIDIOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No son ‘autoataques’, sino feminicidios

Los casos de violencia de género les explotan en las manos a las fiscalías de México y optan por lavarse las manos públicamente

Protestas contra el feminicidio de Luz Raquel Padilla
Mujeres protestan contra el feminicidio de Luz Raquel Padilla, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, en Guadalajara (México), el 23 de julio de 2022.Francisco Guasco (EFED)
Brenda Lozano

En el cuento Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez una chica quemada pide dinero en el metro, no para cirugías plásticas –la chica sabe que no volvería su cara normal, pero nadie le da trabajo por su aspecto, ni siquiera en puestos donde no sería vista–, y pide dinero en el metro, contando su historia, para mantenerse. Juan Martín Pozzi, el hombre que la quemó y su esposo, estaba seguro de que ella lo engañaba y no le faltaba razón, ella estaba por dejarlo: “Para evitar eso, él la arruinó, que no fuera de nadie más, entonces. Mientras dormía, le echó alcohol en la cara y le acercó el encendedor. Cuando ella no podía hablar, cuando estaba en el hospital y todos esperaban que muriera, Pozzi dijo que se había quemado sola, se había derramado alcohol en medio de una pelea y había querido fumar un cigarrillo todavía mojada. –Y le creyeron –sonreía la chica del subte con su boca sin labios, su boca de reptil–. Hasta mi papá le creyó.” En el cuento de Enríquez, esta violencia la replica un hombre, luego otro y luego otro hasta que “quemaban a sus novias, esposas, amantes, por todo el país”. Este cuento brillante cuestiona desde las violencias en contra de las mujeres hasta la idea de belleza impuesta por la sociedad patriarcal y se dirige a otro lugar, pero en este arranque terrible y brutal está uno de los puntos centrales del problema: el relato del hombre que quema a su pareja es el que impera. ¿Por qué? Primer punto: que el relato de ellos y no el de ellas impere.

Segundo punto grave: sabemos que 11 mujeres son asesinadas todos los días por el hecho de ser mujeres en México y que de enero a junio de este año 47 mujeres han sido quemadas intencionalmente. Luz Raquel Padilla, madre de un niño en el espectro autista, recibió varias amenazas que ella misma hizo públicas en sus redes sociales. Los ruidos de su hijo en momentos de crisis molestaban a los vecinos y fue quemada tal como la habían amenazado. En estos días, a una menor de 11 años le prendieron fuego en el municipio de Tonalá, Jalisco. El caso de Luz Raquel Padilla en Zapopan, Jalisco, como el de Debanhi Escobar en Monterrey, Nuevo León, se hicieron mediáticos. Las fiscalías en ambos casos responsabilizaron a las víctimas de sus muertes: las revictimizaron. La cúspide de la revictimización, de hecho, cuando el aparto de justicia del Estado culpa a las víctimas de sus muertes.

Feminicidio en México: Luz Raquel Padilla en una imagen de sus redes sociales
A la izquierda, Luz Raquel Padilla en una imagen de sus redes sociales. A la derecha, una de las amenazas que denunció en mayo de 2022.RR SS

Tercer punto: el Estado las revictimiza y los medios replican, crece la revictimización. En el caso de Luz Raquel Padilla esto empezó a propagarse: “Imágenes de cámaras de seguridad parecen dar un giro en la investigación de la muerte de Luz Raquel. Según la fiscalía de Jalisco, ella misma había escrito las amenazas y se había prendido fuego con alcohol y un encendedor que compró.” Esto decían las pintas que, de acuerdo con la fiscalía, Luz Raquel escribió afuera de su casa: “Te vas a morir, Luz”, “¡Viene lo peor”, “Te voy a quemar viva”, “Te vas a morir machorra”. En una conferencia de prensa, la fiscalía estatal declaró –igual que Juan Martín Pozzi en el cuento de Mariana Enríquez– que Luz Raquel se quemó sola. Igual que el padre de la chica quemada del cuento, los medios le creen a él, a ese relato oficial. En ese relato sobre que su muerte fue resultado de un “autoataque”. Los medios siguen esa línea, los medios dicen: “¿Se prendió fuego ella misma?”. Los medios integran el relato oficial, los medios dicen “Ese día Luz Raquel compró un encendedor rojo”. Los medios dicen: “además, Luz Raquel tenía dos denuncias por conflictos por sus vecinos”. Los medios dicen: “debe ser muy difícil lidiar con un hijo autista”. Los medios dicen: “la gente que se acercó a Luz Raquel se acercó para auxiliarla, no para atacarla”. Los medios dicen: “ese día Luz Raquel compró dos botellas de medio litro de alcohol”. Los medios dicen: “entonces, ¿se suicidó?”. Los medios dudan: “¿ella misma se prendió fuego?”. Dudan y dicen porque el relato oficial culpa a la víctima de su propia muerte.

Cuarto punto: muchos de nosotros y nosotras dudamos del relato oficial de las fiscalías. Dudamos del relato oficial por el contexto en el que vivimos. Dudamos del relato oficial porque pareciera que antes de trabajar en el servicio de la justicia, están cuidando su imagen pública. Pasó lo mismo con Lesvy Berlín, asesinada en 2017 en la UNAM por su pareja con un cable de un teléfono público, mientras las autoridades capitalinas declaraban que se había suicidado. Pasó lo mismo con Debanhi Escobar, la fiscalía estatal declaró que “se había caído a la cisterna” cuando la encontraron. Hoy se sabe que fueron casos de feminicidio. Pero decían que Lesvy estaba borracha, además no estudiaba, se suicidó. Decían que Debanhi estaba borracha, además, ¿qué hacía a esas horas en un motel?, se mató. Y dicen que Luz Raquel era problemática, su hijo es problemático, ella se prendió fuego. Pero ante la presión mediática, las fiscalías no saben qué hacer y dicen que son suicidios, que no son feminicidios. Dicen las fiscalías, en otras palabras, que no tienen nada que resolver, que es culpa de las víctimas. Los casos de violencia de género les explotan en las manos, y optan por lavarse las manos públicamente. Quizás para estas alturas, las fiscalías deberían considerar asesorías para tratar estos casos con perspectiva de género, entender el contexto en el que dicen y declaran. Llevar los casos mediáticos de manera que al centro esté la justicia y no su imagen pública. A menos de que la imagen pública que quieran dar las fiscalías sea la del esclarecimiento de todos los suicidios. A menos de que la imagen pública de las fiscalías quiera ser una que minimice el contexto feminicida en este país.

Aracely Osorio, madre de Lesvy Berlín Osorio, víctima de feminicidio
Aracely Osorio, madre de Lesvy Berlín Osorio, camina con una fotografía de su hija en los jardines donde fue encontrado su cuerpo, en el interior de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hector Guerrero

Supongamos que creemos en los relatos oficiales, supongamos que los casos que se vuelven mediáticos resultan ser casos de suicidio como quieren las fiscalías que supongamos. Y supongamos que Luz Raquel escribió pintas feminicidas frente a su casa, decidió dejar de cuidar a su hijo y prenderse fuego en un contexto en el que 11 mujeres son asesinadas diariamente: ¿quién, sino la autoridad, atiende el esclarecimiento de los feminicidios públicamente? Si las fiscalías resuelven suicidios, ¿cómo se resuelven los casos de feminicidios?, ¿qué garantiza la justicia si las fiscalías están más interesadas en su imagen pública?, ¿y qué ganamos como sociedad teniendo fiscalías que revictimizan, medios que revictimizan? Y, específicamente, en el caso de Luz Raquel Padilla: ¿cómo atiende el Estado a las personas que cuidan de menores con discapacidades? ¿Qué opciones tenía para cuidar de su hijo en el espectro autista?

La fiscalía estatal dio un orden a las fotografías y algunos videos para dar a conocer el relato oficial, ese en el que Luz Raquel se “autoatacó”. En su ensayo sobre la fotografía y el uso que se da para atestiguar el dolor de los otros, Susan Sontag escribe: “Con toda fotografía ocurre lo que Wittgenstein argumentaba sobre las palabras: su significado es el uso”. Si las autoridades, como Juan Martín Pozzi en el cuento Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez, dan uso de las fotografías y los videos para limpiar su imagen, minimizando la emergencia feminicida, lejos, muy lejos de la justicia, los relatos oficiales están del lado feminicida de la historia. No del de Luz Raquel, no del de Debanhi, no del de Lesvy, no del lado de ellas, no del de sus familiares, no del de la justicia, sino de ese lado, ese que sigue perpetrando la violencia.

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