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El alza en los precios de la turbosina pone contra las cuerdas a las aerolíneas mexicanas

La crisis energética global ha elevado el precio del energético más de 70% en lo que va del año, incrementando los costos operativos de las empresas aéreas

AICM en Semana Santa
Aspectos del aeropuerto Internacional Benito Juárez, en la terminal 1, en abril pasado.Quetzalli Nicte Ha
Karina Suárez

La crisis de los energéticos derivada de la ofensiva rusa en Ucrania ha alcanzado los 30.000 pies de altura. Aunque líneas aéreas como Volaris, Viva Aerobus o Aeroméxico se dicen listas para la temporada vacacional de verano, el alza en los precios de la turbosina puede opacar sus ganancias. El precio del combustible, que supone más de una tercera parte del coste operativo de estas empresas, ha registrado un incremento del 76,6% en lo que va del año, un aumento que de acuerdo con analistas del sector ya se ha reflejado en un incremento en los precios de los billetes en detrimento para el consumidor final.

Con la permanencia del conflicto internacional, el precio de las importaciones de la turbosina, de las cuales depende el mercado mexicano, se ha multiplicado. En enero pasado, un litro de turbosina distribuido en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México se cotizaba en 13,40 pesos, seis meses más tarde, en junio, el mismo litro se vendió en casi 24 pesos, según los datos de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), principal comercializador secundario de este combustible en el país.

Sobre esta alza generalizada, que impacta directamente en su estructura de costes, la aerolínea Volaris contestó por escrito que ellos seguirán de cerca los precios de combustibles para mantener eficiencias de costos y una estructura de costos saludable. “Aún con la prevista volatilidad en los precios de combustibles durante el año, Volaris considera que su flota de última generación será el mejor activo para sortear el alza del petróleo y, con ello, evitar subir tarifas en menor medida que sus competidores”, comentó. Actualmente, esta aerolínea cuenta con 113 aeronaves y para 2023 el 60% de su flota será ecoeficiente, lo que, según sus pronósticos, generará ahorros en el consumo de combustible del 5% por año respecto a su flota actual.

Pese a estos esfuerzos, el alza en el combustible ya registró estragos en sus costos operativos. En su reporte al segundo trimestre de este año, la línea aérea contabilizó un incremento de costes en 61% respecto al mismo periodo de 2021, rebasando los 710 millones de dólares. “Durante el trimestre, la compañía trasladó una fracción del alza del precio del combustible mediante incrementos de las tarifas o, en determinados casos, reasignó vuelos a rutas más rentables, manteniendo bajo control los costos que excluyen el combustible,” declaró Enrique Beltranena, presidente y director de Volaris al presentar su reporte bursátil. De marzo a junio, la firma reportó una pérdida neta de 49 millones de dólares.

En la misma sintonía, Aeroméxico advirtió como un riesgo el encarecimiento del combustible en su reporte financiero trimestral. “El gasto total de combustible se ubicó en 8.351 millones de pesos, cifra que representó un aumento de 204,2% año contra año. Lo anterior principalmente como resultado del incremento en el precio del combustible, el cual fue 109% más alto que el registrado en el mismo período de 2021. El precio promedio en el mismo periodo de 2021 fue 10,59 pesos por litro. El precio en el segundo trimestre 2022 fue 22,17 pesos por litro”, afirmó la línea bandera en su reporte enviado esta semana a la Bolsa Mexicana de Valores. Grupo Aeroméxico perdió 947 millones de pesos de abril a junio, pese a que sus ingresos crecieron 91% respecto al mismo periodo de 2021.

Fernando Gómez Suárez, analista independiente del sector aéreo, explica que además del alza sobre el combustible en México, se debe sumar el coste adicional por la distribución del mismo, debido a que la turbosina tiene que llegar vía terrestre, por pipas a los más de 50 aeropuertos comerciales del país. Ante esto, añade, algunas rutas aéreas se han encarecido ya desde abril pasado. “Las aerolíneas aguantan un poco, pero a final de cuentas se traslada al pasajero, este incremento se vio desde el segundo trimestre del año”, señala.

Para el experto, las aerolíneas mexicanas seguirá enfrentando una situación de adversidad porque las empresas ya lastraban problemas de administración y de ventas previos a la crisis energética y a la pandemia. “Si a eso le agregas la situación de la degradación a categoría dos, dictaminada por las autoridades de EE UU, tienen un horizonte más complicado, ¿por qué?, porque el horizonte de recuperación se va a alejando, es decir, ya llevamos 14 meses en esa categoría”, zanja.

Rogelio Rodríguez, experto del sector aeronáutico, coincide en que el incremento energético ya se ha traducido en un alza para el usuario final de un 40% a un 60%. “En el próximo periodo vacacional reflejan algún incremento hasta de un 90%, porque las líneas aéreas van a repercutir su costo directo de operación al consumidor” pronostica. El especialista refiere que las líneas low cost tienen un margen de maniobra para subir sus tarifas porque su competidor directo, Aeroméxico, aún sigue siendo más caro respecto a ellos.

En marzo pasado, la Comisión Federal de Competencia (Cofece) emitió un dictamen preliminar señalando que no existen condiciones de competencia efectiva en diversos eslabones de la cadena de valor de la turbosina en México. Actualmente, Pemex el único productor e importador del combustible para aviones y ASA su principal distribuidor. “El régimen de permisos para importar turbosina impone requisitos injustificados y difíciles de cumplir, aunados a la amplia discrecionalidad de la Secretaría de Energía (Sener) para su otorgamiento. Además, los títulos de concesión de los aeropuertos mantienen la exclusividad de ASA en el almacenamiento interno y el expendio de turbosina, lo que limita de manera artificial la entrada de otros participantes”, refiere el órgano regulador de la competencia.

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Sobre la firma

Karina Suárez
Es corresponsal de EL PAÍS en América, principalmente en temas de economía y sociedad. Antes trabajó en Grupo Reforma. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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