El presidente del PRI, Alejandro Moreno, se atrinchera ante las presiones internas de la vieja guardia
El dirigente esquiva una nueva reunión con el grupo de exdirigentes que ya ha pedido su renuncia por los malos resultados electorales
Los pesos pesados del PRI continúan presionando y la respuesta de Alejandro Moreno es hacerse fuerte en su trinchera. El presidente del histórico partido mexicano ha recibido una nueva carta de un grupo de expresidentes y cuadros veteranos, la segunda en menos de dos semanas, para pedirle cuentas por los malos resultados de las últimas elecciones. Durante el primer encuentro, su puesto estuvo sobre la mesa. En esta segunda ocasión ha decidido que no volverá a sentarse con ellos y les remite a una reunión protocolaria en el Consejo Nacional. “En este partido se escucha a todos, no tenemos fecha, pero en tiempo y forma les haré la invitación”, ha dicho este viernes Moreno, que además de la marejada interna, está envuelto también en numerosas polémicas y algunas están siendo ya investigadas por la Justicia.
El despeje de Moreno no ha sentado bien a los próceres del PRI. El senador y uno de los hombres fuertes del último gobierno priista, Miguel Ángel Osorio Chong, criticó con dureza la decisión: “Muy lamentable la respuesta de Alejandro Moreno, una vez más está faltando a su palabra. Él se comprometió a tener una reunión con nosotros lo antes posible”. En la segunda carta dirigida a Moreno, los exdirigentes apuntaban que la primera reunión “sirvió para compartir nuestra genuina preocupación por la situación del partido” de cara a las elecciones estatales del año que viene y sobre todo a las presidenciales de 2024.
El batacazo electoral durante el último año —ha pasado de controlar 12 a tres Estados— precipitó la insólita reunión con la vieja guardia. El encuentro da la medida de la crisis del PRI, cada vez más arrinconado, con menos poder y más amenazado de ser definitivamente engullido por Morena, que manda ya en casi dos de cada tres Estados. El partido que gobernó México con mano de hierro durante más de 70 años está poco acostumbrado a airear sus conflictos en público. Pocas veces ha roto el viejo código que dicta que en política los trapos sucios se limpian dentro de casa. Pero en los últimos años, a medida que se profundizaba su crisis, ha ido aumentando el ruido de sables.
La aplastante victoria de hace cuatro años, donde el PRI registró su peor resultado histórico, marcó el inicio de una sangría que no ha parado de crecer. Pese al ligero crecimiento en el parlamento en los comicios intermedios del año pasado, la alianza con el PAN y el PRD no está dando demasiadas esperanzas a ninguno de los socios. En el bando conservador, su presidente, Marko Cortés, también está cada vez más arrinconado dentro del partido.
Moreno resiste de momento la marejada. Elegido en unas tumultuosas elecciones internas marcadas por las acusaciones de corrupción, el dirigente aún controla los resortes del aparato y su cargo termina en agosto del año que viene. La polémica le ha perseguido a Moreno también durante los últimos meses. Primero fueron las filtraciones de unas grabaciones donde se le escucha negociando presuntos fraudes y actos de corrupción. La polémica continuó la semana pasada con la publicación de una investigación periodística que destapaba supuestos negocios inmobiliarios turbios de Moreno.
Los audios han sido difundidos por Layda Sansores, la gobernadora morenista de Campeche, el Estado donde fue mandatario Moreno, y el presidente del PRI ha respondido a la polémica acusando al partido oficialista de orquestar una campaña para romper la coalición opositora. Las filtraciones han derivado en una investigación de Fiscalía de Campeche, que ya ha llegado a presentarse en la casa de Moreno en el Estado. Una mansión de casi 2.000 metros cuadrados. Según los detalles de la investigación, revelados por el diario Reforma, se sospecha que Moreno compró entre 2012 y 2015, cuando era diputado federal, al menos 13 terrenos sin declararlos a su nombre y bajo presuntas irregularidades.
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