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José María Yazpik: “Los narcos son seres complejos que tienen un poco de lo que todos tenemos”

El actor mexicano habla sobre cómo fue interpretar al capo Amado Carrillo, protagonista de la nueva temporada de ‘Narcos México’

Camila Osorio
El actor mexicano José María Yazpik interpreta a Amado Carrillo Fuentes en 'Narcos México'
El actor mexicano José María Yazpik interpreta a Amado Carrillo Fuentes en 'Narcos México'.JUAN ROSAS/NETFLIX

La tercera temporada de Narcos México se muda a principios de los noventa y voltea su foco hacia el narco Amado Carrillo Fuentes, conocido como El señor de los cielos. “Ese cabrón va a ser el narcotraficante más verga de todo México”, pronostica Félix Gallardo sobre Carrillo al final de la segunda temporada. Y sí, lo fue. “Una de las virtudes que tuvo él como delincuente es que tenía en la bolsa a los generales más poderosos del país”, dice José María Yazpik, quien interpreta a Carrillo, “ahí radicaba su poder”.

En la nueva temporada también hay espacio para políticos corruptos, asesinatos icónicos e incluso celebridades del reguetón: Bad Bunny interpreta a Kitty Páez, uno de los llamados narcojuniors de Tijuana, chicos ricos o de clase media que trabajaron para el cartel de los Arellano. El PAÍS habla con José María Yazpik (Ciudad de México, 50 años) sobre la personalidad de Amado Carrillo, sobre crecer en Tijuana cerca a los narcojuniors, y sobre la corrupción que ha permitido esa interminable guerra sin sentido entre la DEA y los narcos.

Pregunta. ¿Cómo se aprende a ser Amado Carrillo Fuentes? ¿Cómo fue el proceso de entrenarse en este personaje?

Respuesta. Para tratar de entrar a un personaje con estas características siempre se busca el lado humano, primero. Tratar de no juzgarlo y simplemente tratar de entender al hombre: por qué actúa como actúa, y tratar de acercarte a sus miedos, a las inseguridades, y a las virtudes. Porque estas personas también, de alguna manera u otra, son seres complejos que tienen un poco de todo, un poco de lo que todos tenemos. Sobre la preparación, no hay mucha literatura sobre Amado Carrillo. Siempre fue una persona muy preocupada por no estar figurando en los periódicos, a él le gustaba estar por debajito del agua. Me entrevisté con gente que lo conoció, con gente que conocía a sus hijos, tanto en el ámbito social como en el del ejército o de la policía. Y poco a poco así lo fui creando, entre lo que oía, entre lo que leía, entre las pocas fotos que hay de él.

P. ¿Esas personas que entrevistó dudaron hablar con usted porque no quieren que glorifique a un narcotraficante en la serie?

R. No. De hecho, gente que por ejemplo estuvo en su casa, que estuvo en sus fiestas, que eran amigos de los hijos de Amado, me contaban cosas muy simpáticas siempre de él. Era un tipo simpático, un tipo muy hogareño, un tipo que le importaba la familia. Lo cual lo hacía muy interesante. ¿Cómo puedes cuidar y querer a tu familia y al mismo tiempo estar moviendo drogas que van a destruir familias? Esos claroscuros son los que me interesaban. Y por supuesto no hacer una apología del crimen, que no creo que sea el caso de Narcos porque a lo largo de las tres temporadas vemos cómo los narcos terminan en la cárcel, o terminan siendo traicionados, o terminan con un balazo. Si estuviéramos hablando de estos tipos siete temporadas y que no les pasara nada, y nada más mostráramos solo el lado exitoso de vender drogas, y las mujeres, y el dinero, y el poder, entonces sí se podría hablar de una apología. Pero en este caso creo que, como está basado en hechos reales, no se hace apología. Pero bueno, hay argumentos muy válidos de los dos lados.

La nueva entrega se centrará en el ascenso de Amado Carrillo Fuentes, mejor conocido como El Señor de los Cielos.
La nueva entrega se centrará en el ascenso de Amado Carrillo Fuentes, mejor conocido como El Señor de los Cielos. JUAN ROSAS/NETFLIX

P. Ahora que lo ha absorbido y actuado, ¿quién fue Amado Carrillo para la historia de México?

R. Una persona, como todos los narcotraficantes, muy dañina para la sociedad y para la historia de México. Es un tema complejo. No sé qué pasaría si se viviera otro contexto en México, si los jóvenes del norte del país y de la sierra tuvieran acceso a una buena educación, a comida, a hospitales, todas esas cosas que todas las personas deberían tener acceso. Pero en este país no sucede. Pues muchos están obligados a ganarse la vida y ganarse el pan de cada día, y desgraciadamente está toda esta industria que no nada más los acoge sino que los presiona para que entren. Entonces es gente que le ha hecho muchísimo daño a México por más que uno se pueda “encariñar”, como actor, hacia el personaje. No pierdo la dimensión del daño que realmente él le hizo a este país y que seguimos viviendo, porque la herida no está cerrada para nada. Seguimos viviendo muchísimas muertes, muchísima violencia, y no hay un fin cercano.

P. Buena parte de la tercera temporada también muestra a Tijuana bajo el poder del cartel de los Arellano, y usted creció allá en esa época. ¿Cómo fue crecer allá?

R. Crecí en los 80 y 90 en Tijuana, en pleno apogeo de los Arellano. Los narcojuniors que salen en la temporada, uno de ellos iba conmigo a la escuela, yo lo llevaba. No era un tipo agresivo, era un tipo callado, era cuate, era amigo. Como varios de los que estaban ahí que eran hijos de otros narcos. Entonces sí, estaba yo rodeado de gente que estaba involucrada con la familia Arellano todos los días. A las fiestas de repente llegaban los Arellano, pero no hablaban, no se metían con nadie, eran bastante tranquilos. Eran violentos en otro sentido, pero digamos que con la sociedad no les gustaba meterse mucho, por lo mismo que no querían calentar la plaza. En Tijuana la sociedad es muy cerrada y es muy cabrona. Si empiezas a atacar a las familias de la alta sociedad, ellos tienen los medios y tienen la comunicación para poder contraatacar. Hace unos cinco o seis años, que la cosa se puso caliente en Tijuana, fueron los empresarios los que calmaron la cosa, no fue la policía.

Pero bueno, sí, los vi varias veces en fiestas, en el Baby Rock que era la discoteca de moda donde todos íbamos, en bares, estuve muy ligado en ese sentido. Nunca me metí con ellos, ellos nunca se metieron conmigo. El problema eran los narcojuniors realmente, esos sí eran desechables.

P. ¿Cómo desechables? ¿En el sentido que los asesinaban en cualquier momento?

R. Exactamente. Ellos no eran estrategas, no estaban en la cúpula de poder. Eran gatilleros, y eso sí daba más miedo. Se podrían descarrilar y en una fiesta sacar una pistola, y si alguna de sus novias te volteaba a ver con ojitos, te podían pegar un balazo.

P. ¿Cómo se explica que estos chicos, que eran de clase media o alta, se volvieran como sicarios?

R. Eso es justo lo interesante del fenómeno. No eran como los capos a la antigua que se metían en este negocio por necesidad. Te digo, yo iba con un par a una escuela privada en San Diego. Pasábamos todos los días de Tijuana a San Diego. Hablaban inglés, eran socios del club campestre de la ciudad de Tijuana. No tenían esa necesidad. Pero, de repente empiezan a ver que con los Arellano pueden tener más mujeres, acceso a drogas, y el falso poder que te da andar amado y ser temido. Es interesante, pero tampoco lo entiendo, no lo entendíamos. Lo único que tenías que hacer es ir a la escuela y estudiar. No necesitas nada más: tienes dinero para comer, todo está bien. ¿Para qué? ¿Por qué? Era eso, las ganas de vivir o la curiosidad de vivir una vida alterna de una excitación brutal que no podías conseguir estudiando geografía en la escuela.

P. ¿Ha cambiado su percepción de la guerra contra las drogas gracias a Narcos?

R. No realmente, porque es un tema que siempre he seguido muy de cerca, por la experiencia de haber crecido tan cerca de todo ese mundo. Sigo creyendo que es una guerra absurda, que no se va a poder ganar jamás, y que se tienen que tomar otras opciones como entrar a la regularización y la legalización de ciertas drogas. Los balazos nunca van a funcionar, nunca han funcionado.

P. Al final de la vida de Escobar, en Narcos 2, un asistente le pregunta cómo hubiera sido su vida si las drogas no fueran ilegales. ¿Quién hubiera sido Amado Carrillo si las drogas no fueran ilegales?

R. Yo creo que nadie, porque entonces todas las grandes empresas como Pfizer y todos estos estarían vendiéndonos todo esto. Ahora, si de repente se legalizara, y le cobraras impuestos al Chapo, al Mayo Zambada, o a los que están ahorita, imagínate la cantidad de dinero que los gobiernos podrían recolectar para educación, hospitales, infraestructura. Pero bueno, al parecer no le conviene a ninguno de los países que esto se arregle prontamente.

P. Se mantiene una dicotomía en la serie, viendo este tema del narcotráfico como un juego de policías y ladrones, pero con la DEA y los narcos. ¿Usted ve esta serie como un Western renovado en el siglo XXI de la narconovela?

R. No lo veo como un Western, lo veo como algo mucho más complejo. Porque de los dos lados existe la corrupción. Si Estados Unidos realmente quisiera que la droga no pasara, sería mucho más difícil. Justo en Tijuana a cada rato agarraban a los aduanales, americanos, porque recibían sobornos y dejaban que pasara la droga. Eso sigue sucediendo. Son dos sistemas corruptos tratando de sacarle provecho el uno al otro. Sí son policías y ladrones, y no estoy diciendo que todos los policías sean corruptos, pero el sistema está corrompido, por eso no se avanza tampoco, o se avanza por donde se quiere avanzar, por donde le conviene a la administración en turno.

P. ¿Pero no cree que la DEA sale algo impune en esta tercera temporada?

R. A ver, sí los ponen como los buenos. No son los buenos. Ni la CIA tampoco. Ellos también escogen a qué narcotraficantes agarran, a cuáles sueltan, y a cuáles perdonan. Lo mismo, dependiendo de cuáles son las necesidades de cada administración [en Estados Unidos], van apretando o van soltando las tuercas. No les conviene que se les acabe tampoco el negocio. Y otra cosa interesante es las cárceles en Estados Unidos. ¿Quiénes son los dueños? ¿Cuánto gana el gobierno por cada preso? Tienes que mantener las cárceles hasta su madre de gente. Entonces es un tema que abarca demasiados rubros, y mucha gente muy poderosa está ahí involucrada.

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Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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