“Clint Eastwood no es el típico macho”
El joven actor mexicano de 15 años cuenta como fue su experiencia como coprotagonista de ‘Cry Macho’, la nueva película dirigida y protagonizada por la veterana leyenda del cine de acción
En su última película, Clint Eastwood sigue persiguiendo a los malos, conduce a toda velocidad, suelta algún mamporro, monta a caballo y duerme con la ropa puesta. Como tantas otras veces, parece que Eastwood se esté interpretando a sí mismo en la historia de un inadaptado buscando a golpes la redención. Pero el viejo cowboy tiene ya 91 años y ha aprendido unas cuantas cosas. En la película también acaricia la mano de otra anciana, baila un bolero, le duele el estómago por comer demasiado picante, cuida animales y permite ser cuidado por niños y mujeres.
Desde el título, Cry Macho, la cinta huele a carta de despedida. Al epílogo vulnerable de un tipo duro. Macho es un gallo de pelea y también la obvia alegoría que atraviesa la película. El gallo es además el único amigo de un niño solitario, Rufo, que se convierte en la última misión de Mike, el personaje de Eastwood, una vieja y acabada estrella del rodeo. Cumpliendo una antigua deuda de honor, su jefe en Texas, el padre del niño, le manda a México para que traiga a Rufo al otro lado de la frontera.
Son los dos personajes principales y rotos de una road movie con moraleja. Eduardo Minett es el actor detrás de Rufo, un adolescente mexicano que el año pasado se pasó los más de dos meses de rodaje siendo la sombra de Eastwood en el desierto. Sentado en una cafetería de Ciudad de México, donde nació hace 15 años, Minett se acuerda de Harry el sucio (1971), uno de sus clásicos personajes envenenados de testosterona, para explicar como ve la nueva película y a su veterano compañero: “Toda la vida le hemos visto como ese tipo duro y malencarado pero él no es el típico macho. En esta película ha demostrado que lo importante es el amor y tener una alma fuerte pero no físicamente si no para no conformarse, levantarse al caer pero siempre respetando a los demás y siendo educado”.
No esperen tampoco un melodrama ni sutilezas como en Los puentes de Madison (1995), aquella rareza en la filmografía de Eastwood. En una escena de Cry Macho, los dos protagonistas duermen al raso en el desierto. Rufo le cuenta a Mike como su familia mexicana le pega y por eso quiere escapar. “El guion ponía que no tenía que llorar y él me repitió muchas veces que tenía que tener lágrimas en los ojos pero que no salieran. Porque los machos no lloran”.
Minett no estaba a acostumbrado a personajes tan contenidos, sus últimos papeles habían sido en novelas para la televisión mexicana. Tampoco le fue fácil el primer aterrizaje al ecosistema de Eastwood como director y productor. Durante los últimos 40 años sus películas son facturadas por su propia productora Malpaso, una filial de Warner, formada por su equipo de confianza. “Todo el mundo se conocía y él delegaba mucho. Daba un par de instrucciones como director pero dejaba mucha libertad”.
Desde sus tiempos como actor al servicio de Don Siegel o Sergio Leone, Eastwood aprendió a grabar rápido. A confiar en la espontaneidad de la primera toma. “Apenas ensayábamos y muchas veces me cambiaba el pie de entrada que ponía el guion”, recuerda Minett. “Al principio me sacó de honda y fue difícil. Pero creo que hace que las interpretaciones se vean más naturales”.
El guion es una adaptación -otra constante en su faceta como director- de una novela de finales de los 70, la época en la que está ambientada la película. Un viejo proyecto que Eastwood llevaba persiguiendo varias décadas. Un nuevo viaje a la frontera con México, como ya sucedió en Mula (2018), y en el que vuelve a predominar también una cierta mirada exótica del vecino del sur: narcos y prostitutas, policías corruptos, comida picante y mujeres coraje.
A Minett le parece que “hay más cosas buenas que malas” en la mirada de Eastwood hacia su país. “Pero cambié algunos detalles que estaban en el guion como los insultos, que estaban en castellano, o algún vestuario un poco raro”. El joven actor recuerda sobre todo la sonrisa de su veterano compañero cuando hacía un día soleado y estaban rodando con caballos. El placer con el que afrontaba cada día de trabajo. Y una frase: “Yo voy a morir en un set de grabación”.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.