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Acoso escolar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Cómo detecto si mi hijo es un abusón? Y si lo es, ¿qué hago?

Para lidiar con estas situaciones hay dos cosas fundamentales que deben tener en cuenta los padres: no esconder el problema y pedir ayuda y confiar en la información que les dan desde el colegio. Además, hay que establecer vías de comunicación asertiva en casa que faciliten la confianza para poder reconocer lo que pasa

Bullying
El niño abusador sí entiende emociones y las siente, pero tiene problemas de conducta que le convierten en una persona irritable, impulsiva o agresiva.Inside Creative House (Getty Images/iStockphoto)

Un abusón es un niño que tiene conductas antisociales y se le denomina bully —que intimida a sus iguales—. Esto no significa que sea un psicópata, no quiere decir que no empatice o no entienda las emociones de los demás o no sienta miedo o vergüenza. Quiere decir que tiene un patrón de comportamiento que vulnera los derechos de los demás y las normas sociales. Sí entiende emociones, y sí las siente, a veces de manera demasiado pasional y descontrolada, pero tiene problemas de conducta que le convierten en una persona irritable, impulsiva y/o agresiva. Además, muchas veces tiene problemas a la hora de organizarse, suele ser mentiroso y prioriza su beneficio personal por encima de los intereses de los demás. Básicamente, no hay una modulación de la respuesta ante un estímulo, y, por tanto, no hay auto a la hora de comportarse: ni autocontrol ni autoevaluación. No hay mirada hacia adentro.

“Entre todas las violencias ejercidas entre los menores las más frecuentes son: el acoso, el ciberbullying y otras dificultades en el ámbito escolar (21,4%). Luego estarían el maltrato físico (14,7%), el psicológico (10,4%), la agresión sexual (7,2%) y, por último, la violencia de género (3%)”, indian los datos del último informe de la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo), Conducta suicida y salud mental en la infancia y la adolescencia (2012-2022). Por lo que es un problema real. ¿Cómo detectar si mi hijo es un abusón? ¿Y cómo debo actuar?

Que te digan como padre o madre que tu hijo es un abusón o que es violento es, posiblemente, una de las peores cosas que te pueden decir en un centro escolar junto a todo lo contrario: que tu hijo o hija es víctima de maltrato. Pero es importante que los progenitores se den cuenta de que el chico está en un proceso de desarrollo psicosocial y que aún se pueden poner en marcha acciones que ayuden a mitigar tanto la conducta de abuso como la violenta. Para lidiar con estas situaciones hay dos cosas fundamentales que deben tener en cuenta los progenitores. Primero, no esconder el problema y pedir ayuda. Y segundo, confiar en la información que les están dando desde el colegio, sin negarlo ni sobreproteger al menor.

¿Cómo piensa un abusón?

Como se señala María Jesús López Latorre, doctora en Psicología y profesora titular de la Universidad de Valencia, en su informe Psicología de la delincuencia: “Las variables cognitivas se han convertido en uno de los focos más relevantes de investigación en el campo de la psicología de la delincuencia actual. Bajo el término cognición se incluye una gran variedad de procesos mentales y emocionales que pueden facilitar o inhibir las manifestaciones antisociales, tales como: el razonamiento moral, resolución de problemas, empatía, impulsividad, pensamiento crítico, razonamiento abstracto y conducta de elección”. Por lo tanto, si el padre detecta que su hijo piensa primero en sí mismo y no en los demás, no comparte o quita cosas a los otros niños y niñas, resuelve problemas de forma impulsiva o agresiva y cree que siempre tiene la razón, o intenta engañarle, negando los hechos aun sabiendo que se ha equivocado, es importante que el progenitor esté atento y se comunique con el colegio para contrastar la información.

Pero además de estos factores de riesgo señalados y las variables cognitivas, ¿qué pasa con los estilos de crianza con relación al abuso de poder y la conducta violenta en la infancia y adolescencia? Cómo se puntualiza en el estudio Conductas antisociales-delictivas en adolescentes: relación con el género, la estructura familiar y el rendimiento académico (2017), de Alejandra Sánchez Velasco, Iris Xóchitl Galicia Moyeda y Francisco Javier Robles Ojeda, los tres profesores de Facultad de Estudios Superiores Iztacala (México): “(…) durante la infancia, el inicio de los patrones agresivos —entendidos como actos coercitivos empleados por los miembros de una relación para alterar el comportamiento de otro—, son uno de los principales predictores de la persistencia de la conducta violenta en la adolescencia relacionada con comportamientos como el vandalismo, las adicciones, la deserción escolar, entre otros”.

Del riesgo a la protección

Al igual que ocurre con los factores de riesgo, se han identificado a nivel individual, familiar, social, escolar y comunitario diversos puntos de protección que tienen que ver con características de salud mental positiva como pueden ser: la autoestima, el pensamiento positivo, las habilidades sociales y de resolución de problemas y estrategias para manejar el estrés, además de vivir en un ambiente adecuado en casa. Por ejemplo, si la escasa atención por parte de los padres se ha considerado un precursor de problemas de comportamiento, el cuidado y la atención serían un factor protector. O si la impulsividad es un factor que se ha detectado en su comportamiento, entonces es importante trabajar el autocontrol y el autoconocimiento. O si la resolución de conflictos se hace siempre buscando un beneficio personal, es crucial enseñar al niño estrategias de afrontamiento asertivas. Por lo tanto, lo adecuado es poner en marcha factores de protección que fomenten y faciliten relaciones saludables tanto en la vida real como en la online.

La teoría dice que existen tres formas de comportarse o estilos de afrontamiento: agresivo, asertivo e inhibido. Se tiene que entender, además, que no son estilos excluyentes entre sí, sino que son permeables y muy influenciables por el contexto en el que se tienen que poner en marcha. Por ejemplo, en un contexto bélico, el estilo agresivo será coherente, pero en un trabajo en equipo lo será más el asertivo. Así como el pasivo o el inhibido será coherente cuando es mejor tener la boca cerrada para no meterte en líos. El éxito radica en saber entender el contexto y lo que es mejor en cada situación, teniendo en cuenta las necesidades e intereses del menor, pero también las de los demás, como la familia y el colegio. Explico a continuación los tres escenarios posibles:

Ahora, es importante hacerse la siguiente pregunta, ¿Es tu hijo un YOYO, un YOTÚ o un TÚTÚ? Responder con sinceridad y sin engañarse dará muchas pistas sobre el estilo de comportamiento del menor. ¿Pero qué pasa si se descubre que es agresivo? ¿Cómo actuar? En primer lugar, hay que establecer vías de comunicación asertiva en casa (YO/TÚ) que faciliten la confianza para poder hablar y reconocer lo que pasa. Sobre todo, no machacar al menor con normas externas, refranes o sermones que van a romper la escucha, ni quitar importancia o dar la razón a lo que te cuentan para poder encontrar los motivos de esa conducta y poder cambiarla. Además, los padres deben poner en conocimiento del centro educativo la situación y trabajar en equipo para mitigar estas conductas abusivas o violentas. Lo ideal, en mi opinión, es corregir el daño a través de acciones positivas que busquen el perdón; que se pongan en marcha estrategias reparadoras y se entrene el autocontrol, tanto a nivel de pensamiento como de conducta. Por último, si se carece de habilidades, lo mejor es buscar un especialista para lidiar con la situación.

Ante esta difícil situación, los padres y madres deben recordar que es más importante prevenir que curar, lo que significa que es más eficaz trabajar desde la prevención, la intervención y el acompañamiento que desde la sanción. Los progenitores no pueden olvidar que aunque se lo pongan difícil los influencers —los nuevos héroes y modelos de la era digital—, tienen que ser modelo de conducta a la hora de afrontar conflictos, situaciones de crisis o violentas. De esta forma, ellos podrán ser el espejo en el que se miren sus hijos y convertirse en un factor de protección y no en precursores del riesgo.

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