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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Como ser un padre o madre mejor: seis consejos para conseguirlo

La experiencia explica que en la educación no existen atajos o recetas mágicas que aseguren que se va a hacer siempre bien. Lo que ha funcionado a la perfección con el primer hijo de poco sirve con el segundo

Una madre disfruta con su hija de un evento al aire libre.
Una madre disfruta con su hija de un evento al aire libre.Brett Sayles

Siempre agradeceré a mis padres que estuvieran tan disponibles y presentes durante toda mi infancia y adolescencia. Su paciencia infinita con tres hijas que no paraban ni un minuto de revolotear por casa era de admirar después de sus largas jornadas de trabajo. Las tres éramos como el día y la noche y necesitábamos una atención muy distinta a la que debían dar respuesta.

Les tocó criarnos sin la ayuda de mis abuelos, que vivían a muchos kilómetros de casa, y hacer malabarismos para compaginar nuestro cuidado con su actividad laboral. Jamás se perdieron un partido de baloncesto, una tutoría en el colegio o se quejaron al ayudarnos a hacer alguna tarea escolar. Lo que sí recuerdo era lo exhaustos que llegaban al final de la semana y el poco tiempo que tenían para ellos. Únicamente descansaban cuando, en verano, volvíamos al pueblo y abuelos y tíos recuperaban con nosotras todo el tiempo perdido que el largo invierno les había robado sin poder estar con nosotras.

Desde que soy madre de dos niños, ahora ya adolescentes, una de mis grandes aspiraciones y preocupaciones ha sido siempre llegar a hacerlo tan bien como lo intentaron hacer ellos. Sin duda, es la responsabilidad más importante que tengo en mi vida y por ello intento siempre hacerlo lo mejor que sé y puedo. Tengo la gran suerte de contar con un buen compañero de viaje al que me une esta apasionante aventura que es la de educar a personas que durante muchos años dependen de ti las 24 horas del día.

La mayoría de familias cuando se estrenan en la maternidad o paternidad devoran cientos de libros y visualizan muchas ponencias de grandes divulgadores educativos con el objetivo de aprender a educar de manera positiva, a poner límites sin dramas y a acompañar el desarrollo emocional desde la empatía y la conexión.

La experiencia enseña que en la educación no existen atajos o recetas mágicas que aseguren que se va a hacer siempre bien. Que lo que ha funcionado a la perfección con el primer hijo, con el segundo de poco sirve. Que ser madre o padre es el único oficio del mundo en el que primero otorgan el título y luego se cursa la carrera, una carrera llena de obstáculos y miles de cosas por aprender. Un quehacer que se asume a diario y que saca a mujeres y hombres de su zona de confort.

Con el tiempo también se aprende que se tiene derecho a sentir que la maternidad en ocasiones satura y estresa. Que pasa por encima como si fuese una locomotora sin control. Que los niños no necesitan tener una madre o un padre perfecto, sino alguien que les quiera con locura y les ayude a buscar su mejor versión.

Así que no se debería caer en el error de educar desde la impaciencia; se deben eliminar del acompañamiento los gritos, las amenazas y los castigos que tanto dañan la autoestima de los niños. Siendo capaces de dominar la ira, las reacciones desproporcionadas, el mal humor. Y encontrando un equilibrio entre la permisividad y la sobreprotección en la crianza, en la educación de los hijos.

¿Cómo convertirse en un padre o madre mejor?

  1. Mostrando afecto. El amor incondicional debe ser el pilar del acompañamiento. Un cariño que va a crear un vínculo que aporta a la vida de los niños y adolescentes grandes dosis de confianza y seguridad. Educando con besos, abrazos, miradas cómplices y palabras que alienten.
  2. Enseñando paciencia y dando el tiempo suficiente para aprender, conociendo las características propias de cada etapa educativa para ser capaces de entender conductas y establecer unas expectativas adecuadas hacia ellos. Siendo también flexibles y empáticos ante todas sus necesidades.
  3. Escuchando al niño o adolescente con ganas de entenderle, sin juicios de valor ni reproches. Poniendo atención en todo aquello que necesita explicar, ayudándole a ordenar sus pensamientos y emociones, haciéndole sentir que todo aquello que comparten importa mucho. Eliminando sermones y amenazas que tan pocos resultados dan.
  4. Estando muy presentes y accesibles en sus vidas. Los progenitores deberían interesarse por todo aquello que hacen, les gusta o les preocupa, compartiendo actividades que ayuden a pasar tiempo de calidad juntos. Haciéndoles también partícipes de sus vidas, retos y sueños.
  5. Siendo conscientes de que, en muchas ocasiones, van a meter la pata o no van a ser capaces de dar una buena respuesta a sus necesidades. Los padres y madres deben aprender a reconocer los errores con naturalidad sin que se llenen de impotencia o enfado, a volver a empezar las veces que sean necesarias y a no permitir que la culpa no les deje disfrutar de sus hijos.
  6. Educándoles el alma y la emoción. Ayudándoles a identificar todo aquello que les recorre por dentro, a gestionar sus emociones, validándoles todo aquello que sienten. Enseñándoles la importancia de ser agradecidos con las personas que les quieren y les cuidan y de valorar todo aquello que poseen.

Cada padre, cada madre, es único y especial para sus hijos. Deberían ser capaces de disfrutar de sus hijos a diario y de aprender cada día junto a ellos. Como decía Friedrich Nietzsche: “Lo que se hace por amor está siempre más allá del bien y el mal”.

*Sonia López es maestra, psicopedagoga y divulgadora educativa. Madre de dos adolescentes.

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