Cinco claves para transitar por la sana desobediencia o cómo sintonizar con tu hijo adolescente
El inicio de la juventud es el período evolutivo en el que los hijos empiezan a interpretar el mundo a su manera y donde la falta de recursos hace que ambas partes adopten una comunicación violenta en la que se normalizan los gritos o las comparaciones
Le observas con calma y mucha nostalgia y te cuesta mucho reconocer a aquel pequeñajo extremadamente comunicativo y cariñoso al que le gustaba explicarte todo aquello que hacía en el colegio o en sus entrenamientos. Ese niño que demandaba tu ayuda para comer, vestirse o hacer sus tareas escolares y te recibía a gritos cuando llegabas a casa.
Al mirarle con detenimiento, ahora ves a un joven que muestra poco interés por escucharte, que se comporta de forma rebelde y desafiante sin un motivo aparente. Que en ocasiones parece que no muestre interés por nada ni nadie y únicamente le importa lo que le pasa a él. Con variaciones de humor constantes y muy poca capacidad para la autocrítica.
Sin duda, la adolescencia es el período de desarrollo más complicado para educar y acompañar desde la serenidad. Donde las familias deben superar el duelo de aceptar que sus hijos hayan crecido a pasos agigantados y empiecen a volar del nido. No es nada fácil acompañar a un adolescente absorto en sus problemas, que se muestra reservado e insolente cuando intentas averiguar cosas de su vida. Que muestra muchas dificultades para hacer frente a la frustración y aceptar la metamorfosis de cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales a los que debe hacer frente. Que vive entre contradicciones y no sabe modular correctamente las emociones que siente a máxima intensidad.
¡Qué complicado resulta sintonizar con una persona que en ocasiones alza la voz y se muestra desagradecida! A la que le cuesta reconocer sus errores, escuchar consejos y se siente insegura y perdida. Un joven en proceso de descubrimiento, de cambio, con altas dosis de ego e impulsividad.
La adolescencia es el período evolutivo en el que los hijos e hijas empiezan a interpretar el mundo a su manera, a pensar y decidir como ellos desean. Un momento vital de sana desobediencia, lleno de primeras veces, nuevas oportunidades y mucha experimentación.
Si algo caracteriza esta etapa son las constantes disputas que se encadenan en casa: salir con los amigos, el rendimiento académico, el orden o que no lleven a cabo sus responsabilidades son algunos de los motivos que las provocan. Conversaciones llenas de reproches y amenazas que llenan a padres y madres de culpa e impotencia y que parecen romper el vínculo afectivo. En muchas ocasiones la falta de recursos hace adoptar una comunicación violenta en la que se normalizan los gritos o las comparaciones. Unas situaciones que llenan a los hijos de gran malestar emocional y les hacen sentir incomprendidos.
Las conductas desajustadas que muestran los adolescentes demandan más que nunca el apoyo y la comprensión de sus progenitores: que les ayuden a descifrar el mundo tan complejo de los adultos y les den el tiempo necesario para aprender lo que tanto necesitan. Es muy importante que sepan que sus padres están a su lado sin condición. Que se sientan queridos, escuchados y respetados. Que sepan que los adultos entienden que para ellos es muy complicado hacerse mayor. Que se les acepte tal y como son, estableciendo unas expectativas acertadas hacia ellos.
Nuestros hijos necesitan a su lado padres y madres que miren la adolescencia con optimismo y mucho respeto, que conozcan las características propias de la edad y abandonen los patrones adultocentristas que tanto les separan de ellos.
¿Cómo sintonizar con nuestros hijos adolescentes?
- Estando presentes y disponibles, ofreciéndoles el tiempo y la atención que necesitan. Haciéndoles sentir valorados y apoyados. Estrechando nuevos vínculos adaptados a la edad para demostrarles a diario con nuestras muestras de afecto, nuestra confianza y amor incondicional.
- Hablándoles con ganas de entenderles y convirtiéndonos en el mejor modelo comunicativo que puedan tener. Eliminando de las conversaciones las interrogaciones, sermones y juicios de valor que tanto dañan la relación.
- Ayudándoles a construir una autoestima y autoconcepto sólido, enseñándoles a mirarse al espejo con afabilidad y sin miedo. Resaltando todas las virtudes que poseen e incitándoles a aceptarse tal y como son, valorando sus fortalezas y buscando respuesta a sus dificultades. Dándoles el espacio que necesitan para ir creando su nueva identidad.
- Estableciendo normas y límites consensuados. Haciéndoles responsables de sus propias decisiones buscando un equilibrio entre la permisividad y la sobreprotección. Permitiéndoles que descubran el mundo a su manera, respetando sus gustos, ritmos de aprendizaje y deseos. Dándoles el espacio y la intimidad que necesitan para ir construyendo su propia identidad.
- Escuchando, entendiendo y validando todas las emociones por las que transitan y que tantas dificultades muestran para modular. Ayudándoles a ponerle nombre y gestionar los cambios anímicos para que no les hagan daño.
Los adolescentes necesitan que sus padres y madres sigan siendo sus modelos y guías como cuando eran pequeños. Sentir a diario las muestras de afecto con abrazos, besos y palabras que les alienten, que les ayuden a capear el temporal por el que transitan y se conviertan en el mejor refugio que puedan tener cuando sientan inseguridad. Mostrémosles nuestro amor y cariño cuando menos lo merezcan porque es exactamente cuando más lo necesitaran.
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