Macron convoca elecciones legislativas en Francia tras la victoria arrolladora de Le Pen en las europeas
La extrema derecha recoge uno de cada tres votos. El presidente disuelve la Asamblea Nacional: “No puedo hacer como si no hubiese ocurrido nada”
La victoria arrolladora este domingo de la extrema derecha francesa en las europeas y la derrota humillante de los partidarios de Emmanuel Macron han desencadenado una crisis política de consecuencias imprevisibles. El presidente, tras conocer un resultado que da uno de cada tres votos al Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas.
La decisión tomó por sorpresa al país e incluso a buena parte de los dirigentes macronistas. Los franceses están llamados a las urnas para elegir a sus diputados el 30 de junio en la primera vuelta y el 7 de julio en la segunda. De esta Asamblea Nacional saldrá el futuro primer ministro y Gobierno. La campaña y su resultado coincidirán con los últimos preparativos de los Juegos Olímpicos de París, que se inauguran el 26 de julio y en los que Francia pretende ofrecer su mejor imagen al mundo.
Si el resultado de las europeas en Francia ya ha provocado un terremoto político, la hipótesis de la llegada al poder del partido de Le Pen a uno de los dos países centrales de la UE ―el otro es Alemania― dibuja escenarios hasta ahora desconocidos y, para muchos, inquietantes. Aunque en Francia es el presidente quien se ocupa de la política internacional, no sería inocua la llegada al Gobierno de un partido reacio a ayudar a Ucrania y con una tradición de vínculos con la Rusia de Vladímir Putin.
Los partidarios de Macron forman el primer grupo en la Asamblea Nacional. Pero desde las legislativas de 2022, los macronistas han gobernado a golpe de decreto al carecer de mayoría absoluta en el hemiciclo. Algunos sondeos, reforzados por los resultados de las europeas, indican que la extrema derecha del RN, hoy grupo principal de oposición, podría convertirse en la primera fuerza parlamentaria y optar por elegir a un primer ministro de su color.
“No puedo hacer, al final de esta jornada, como si no hubiese ocurrido nada”, justificó Macron en un discurso a la nación, antes de anunciar la disolución parlamentaria y las nuevas elecciones. “Esta decisión es un acto de confianza, de confianza en ustedes, queridos compatriotas, y en la capacidad del pueblo francés de tomar la decisión más justa para él mismo y para generaciones futuras.”
El presidente defendió que “no hay nada más republicano que dar la palabra al pueblo soberano”. Explicó que “una fiebre se ha apoderado estos últimos años del debate público y parlamentario (...), un desorden”. Y añadió: “Francia necesita una mayoría clara para actuar en la serenidad y la concordia”. Le Pen aplaudió la decisión de Macron y declaró: “Estamos preparados para ejercer el poder”.
Aunque la consecuencia de las europeas en Francia ha sido una sorpresa, no lo ha sido en absoluto el resultado, previsto desde hacía semanas por los sondeos. El RN, con el joven y pujante Jordan Bardella como cabeza de lista, ha obtenido un 32,8% de votos, según los datos oficiales con el 93% escrutado, casi 10 puntos más que en 2019.
La candidatura de Renacimiento, los partidarios de Macron encabezados por la eurodiputada Valérie Hayer, ha logrado menos de la mitad de votos que la extrema derecha, un 14,4%. Hace cinco años sacó un 22,4%.
En tercera posición ha quedado la lista del Partido Socialista y Plaza Pública, encabezada por el líder de esta pequeña formación, Raphaël Glucksmann, con un 13,4%. Es un rayo de esperanza para la socialdemocracia francesa, prácticamente desaparecida durante los años de Macron y minoritaria en la izquierda ante la hegemonía de La Francia Insumisa (LFI), el partido soberanista y euroescéptico de Jean-Luc Mélenchon. LFI saca un 8,7%.
Para encontrar una victoria de dimensiones comparables a la lista de Bardella, hay que remontarse a 1984. Ese año, ganó las europeas en Francia, con un 43% de votos, una coalición de partidos de centroderecha encabezada por Simone Veil, superviviente de Auschwitz, artífice de la legalización del aborto en su país y primera presidenta de la Eurocámara. Los triunfadores de hoy son sus adversarios de entonces: el emergente Frente Nacional de los ochenta, viejo partido ultra fundado, entre otros, por colaboracionistas con la Alemania nazi, y antecesor del actual RN.
Es habitual que los votantes utilicen las europeas para sancionar a quien ocupa el poder: los de Le Pen ya ganaron las europeas de 2014 y 2019. En ningún caso, sin embargo, lo hicieron con tanto margen como el 9-J. Y esto es lo que ha hecho saltar todas las alarmas en el Elíseo y ha precipitado la decisión del presidente.
El amplísimo triunfo del RN es un paso de gigante en su ambición de ser considerado un partido fiable y aceptable en el paisaje político francés. El resultado acredita que definitivamente ha roto los diques que le mantenían en los márgenes de la centralidad política, y que se ha consolidado como opción preferente en buena parte de las categorías socioeconómicas y demográficas.
En el RN están convencidos de que este resultado es “el primer paso hacia el Elíseo”, dijo en vísperas del voto un responsable de este partido. El mandato de Macron termina en 2027 y no puede volver a presentarse. Las legislativas, y la posibilidad de que Francia tenga un primer ministro de un partido que hace unos años vivía en el ostracismo, sería otro paso gigantesco, quizá decisivo. Suena Bardella como primer ministro. Le Pen siempre ha dicho que ella se reservaría para la presidencia.
Pero en el entorno de Macron insisten en que nada está decidido. “Vamos [a estas legislativas] para ganarlas”, dicen. Estas fuentes, que piden anonimato, aseguran que buscarán “una mayoría para actuar con fuerza en favor de los franceses”. Y descartan situarse en un escenario de cohabitación. Es decir, un presidente Macron, que llegó al poder en 2017 con la bandera del europeísmo y el combate contra el populismo y la extrema derecha, trabajando mano a mano con un primer ministro del RN.
Ahora empieza una campaña en la que estará en juego si, por primera vez desde 1945, Francia tiene un Gobierno con un partido cuyas raíces se sitúan en parte en la Francia colaboracionista, aunque haya renegado de ellas. Algunos destacados macronistas, como el actual ministro de Exteriores, Stéphane Séjourné, promueven evitar la victoria de la extrema derecha presentando candidaturas conjuntas de los partidos del arco central, desde el Partido Socialista a la derecha moderada.
El entorno de Macron habla de “audacia” de su jefe para describir la convocatoria de elecciones, audacia que, dicen, “siempre ha estado en el ADN del macronismo”. Otros, en la oposición, acusan al presidente de temeridad al arriesgarse a llevar a la extrema derecha a las puertas del poder. “Juega con fuego”, según la dirigente de la izquierda radical Mathilde Panot. O “juega a la ruleta rusa”, en palabras de la excandidata presidencial de la derecha moderada, Valérie Pécresse.
Hay un antecedente de disolución fallida: la del entonces presidente Jacques Chirac en 1997, que llevó a una victoria de la oposición socialista y a cinco años de cohabitación con el primer ministro Lionel Jospin. Pero ni Le Pen, ni Bardella, obviamente, son Jospin. Macron ha lanzado al país a la campaña más incierta de los tiempos recientes, una campaña cuyo resultado determinará el legado de su presidencia y el rumbo de Francia, y Europa.
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