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La relación de Orbán con Rusia y China ahonda la desconfianza de los socios de la OTAN hacia Hungría

Embajadores de miembros de la Alianza en Budapest debaten sobre “las implicaciones de seguridad” de la estrategia que el líder húngaro ha bautizado como “neutralidad económica”

Viktor Orbán, este jueves en Viena.
Viktor Orbán, este jueves en Viena.MAX SLOVENCIK (EFE)
Gloria Rodríguez-Pina

La relación del primer ministro ultraconservador de Hungría, Viktor Orbán, con el régimen ruso de Vladímir Putin, y el chino de Xi Jinping, preocupa en Occidente. Embajadores y agregados de defensa de miembros de la OTAN en Budapest, a iniciativa del enviado estadounidense, David Pressman, se reunieron el miércoles pasado para debatir sobre “las implicaciones de seguridad” de la doctrina que Hungría ha bautizado como “neutralidad económica”, según un comunicado. Budapest participó en la cita en la Embajada de EE UU y confía en que el país cambie de Administración tras las elecciones de este martes. El jefe de la diplomacia, Péter Szijjártó, no faltó sin embargo, el día después, a una conferencia de seguridad en Minsk (Bielorrusia), donde volvió a reunirse con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov.

Orbán, que popularizó el término “democracia iliberal”, está en plena campaña de marketing de su nuevo concepto, la “neutralidad económica”. Se parece a su antigua estrategia de “conectividad” rebautizada y viene a decir que el país hará negocios cómo y con quien considere, tanto en el Este como en Occidente. En respuesta al comunicado de Pressman, el jefe de Gabinete de Orbán le invitó a “estudiar el volumen del comercio entre EE UU y China, que ha crecido inmensamente”, informa Reuters. En Minsk, Szijjártó reivindicó: “Tenemos el derecho soberano de negociar con quien queramos”.

La reunión de los embajadores se suma a otras muestras de preocupación recientes. La representante de Alemania en Budapest, en una intervención inusualmente dura, mencionó a principios de octubre acciones que están erosionando la confianza de los aliados occidentales en Hungría, como el retraso en la ratificación del ingreso de Suecia en la OTAN. Junto al embajador francés, se quejó también formalmente de unas polémicas declaraciones del director político de Orbán que consideraron contrarias al espíritu de la alianza militar y un insulto al resto de miembros, según medios locales.

Fuentes diplomáticas relativizan la capacidad de Hungría, un país de menos de 10 millones de habitantes, de dañar realmente a la OTAN. Péter Balász, exministro de Exteriores y diplomático húngaro, coincide en que Budapest “no tiene importancia estratégica en asuntos como la guerra de Ucrania”. Sin embargo, conviene no subestimarle, advierte, por sus esfuerzos para sumar a otros Estados a sus posturas, como Eslovaquia. Mientras, el dirigente húngaro suma desafío tras desafío tentando los límites en la Alianza Atlántica y la UE —donde emplea su poder de veto para dificultar la ayuda a Ucrania y las sanciones a Rusia—, y la paciencia de los socios empieza a desbordarse.

Autoungido como defensor de la paz en Ucrania, Orbán ha aprovechado que ocupa la presidencia rotatoria de la UE para visitar a Putin, Xi y el candidato republicano de Estados Unidos, Donald Trump, en una gira de la que la Unión se desmarcó rotundamente. La semana pasada viajó en visita oficial a Tbilisi, en medio de la polémica sobre el resultado de las elecciones en Georgia, con denuncias de fraude electoral del partido prorruso Sueño Georgiano. El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, advirtió de que Orbán no actuaba en nombre del resto de miembros de la UE. “Quizás habla en nombre de Rusia”, afirmó.

Balász cree que el hecho de que el Gobierno nacionalpopulista arruine la posición común de la OTAN en asuntos como la guerra de Ucrania supone una “amenaza” para la Alianza desde el punto de vista político. “Además, existen dudas sobre el comportamiento general de Orbán y su ministro de Asuntos Exteriores, porque se reúnen con mucha frecuencia con Rusia”, apunta. Los aliados observan estos movimientos con preocupación. “El Ministro de Asuntos Exteriores de Hungría ha viajado hoy a Rusia por undécima vez desde la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, en busca de beneficios y no de paz”, tuiteó Pressman el pasado 10 de octubre.

Desconfianza

Como dice el experto en relaciones internacionales Pal Dunay, “hay muchas razones para no confiar en Hungría”. Como consecuencia, lamenta, “ningún húngaro se sienta entre los altos cargos de la OTAN o la UE”, donde el resto de miembros intenta aislar a Budapest. “El país pierde credibilidad. Se sienta en la OTAN y en la UE, sabiendo que no se le puede echar, mientras obtiene créditos de miles de millones de euros de los chinos y sirve a los rusos lo mejor que puede”.

Zsuzsanna Végh, del German Marshall Fund, considera la estrategia de “neutralidad económica” un “desprecio de las normas comunes compartidas en la UE” y una amenaza a la seguridad. “En el caso de Rusia, hemos visto que Hungría no se ha comportado como otros países de la región, que tras el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania, han reforzado sus medidas contra posibles actividades de espionaje en sus países”. Como recoge VSquare, los socios de la OTAN expulsaron a cientos de representantes diplomáticos, pero sobre todo, militares, tras el inicio de la ofensiva rusa. En Budapest operan, sin embargo, 45 —incluido un agregado de defensa—, un número que supera el de Polonia, Chequia y Eslovaquia juntos.

Las relaciones con China también son problemáticas en varios ámbitos. Con graves aprietos económicos, 21.000 millones de euros de fondos europeos congelados y el país en recesión, Hungría se está haciendo cada vez más dependiente de las inversiones de Pekín, especialmente en el sector de los vehículos eléctricos. “La inversión china plantea dudas sobre la competitividad y la competencia tecnológica, tanto para la UE como para Estados Unidos, y sobre hasta qué punto Hungría busca favores de un país que otros consideran un desafío o incluso una amenaza potencial”, subraya Végh, analista también en el European Council on Foreign Relations (ECFR). Budapest ha firmado además un acuerdo de seguridad con Pekín que contempla la posibilidad de que la policía china actúe en ciertos casos y zonas. Sus agentes pueden así moverse con libertad en territorio húngaro, lo que, según la experta, puede “plantear preocupación sobre la posibilidad de espionaje”.

Orbán ya tiene botellas de champán para celebrar la hipotética victoria de Trump, a quien deseó suerte por teléfono el jueves pasado. El primer ministro confía en que si impulsar su posición internacional si gana su aliado. Balász opina, sin embargo, que si el republicano, resulta ganador el dirigente húngaro “se encontrará en una situación muy delicada cuando tenga que elegir entre EE UU y China”. Dunay incide en que “Orbán se equivoca al creer que la victoria de Trump, que podría ocurrir, le traerá enormes beneficios”. Lo que está claro, dice, es que si gana el partido demócrata, “sería un desastre para él”. El diplomático Balász cree que, en ese caso, EE UU congelaría las relaciones con el país. La reunión de los embajadores la semana pasada en Budapest, desde su punto de vista, “refuerza una posición común de todos los miembros [de la OTAN] sin Hungría, sobre Hungría y contra Hungría”.

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