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El nacionalismo y la iglesia Armenia se movilizan contra el Gobierno por sus cesiones ante Azerbaiyán

Los dos países, tradicionales enemigos, avanzan en la negociación de un tratado de paz con el acuerdo de demarcación de la parte noreste de su frontera

Bagrat Galstanián arzobispo de la región armenia de Tavush
El arzobispo de la región armenia de Tavush, Bagrat Galstanián, se dirige a los manifestantes en una protesta en el centro de la capital, Ereván, el pasado jueves.Beatriz Arslanián (EFE)

Decenas de miles de personas se echaron durante la última semana a la calle en Armenia contra lo que consideran cesiones del Gobierno de Nikol Pashinián ante su enemigo y vecino Azerbaiyán. En el marco de las negociaciones para la firma de un tratado de paz que ponga fin a más de tres décadas de conflicto, el pasado miércoles los gobiernos de ambos países acordaron la demarcación final de un tramo de la frontera, lo que implicará la cesión de unos terrenos de cuatro pueblos armenios a Azerbaiyán. Este pacto ha sido visto por los nacionalistas armenios como una nueva humillación de Pashinián, que desde que llegó al gobierno en 2018 ha presidido una derrota tras otra frente a Azerbaiyán, que han terminado con el control armenio de la región de Nagorno Karabaj —en territorio legalmente azerbaiyano— y la expulsión de los más de 100.000 armenios que allí habitaban.

“Se trata de restablecer la dignidad de nuestro pueblo y empezar de nuevo las negociaciones con Azerbaiyán a partir de ese punto”, subraya a EL PAÍS por videoconferencia el líder de las protestas, el arzobispo Bagrat Galstanián. “Una nación sin dignidad no es una nación”, agrega el religioso, cuyo objetivo es la dimisión de Pashinián y la formación de un nuevo Gobierno que muestre una posición de fuerza frente a Bakú. “Armenia ha sido sometida a las presiones de Azerbaiyán y otros jugadores internaciones, y está concediendo sus tierras unilateralmente. Protestamos contra ello, no contra la propia idea de delimitar las fronteras”, afirma con rotundidad el jefe de la comunidad religiosa de Tavush, la provincia afectada por el pacto entre los dos países.

El arzobispo recorrió a pie unos 150 kilómetros al emprender su marcha el pasado 4 de mayo, y poco a poco fue aglutinando a las fuerzas opositoras en Ereván, capital armenia. Entre ellas, miembros de la ultranacionalista Federación Revolucionaria Armenia y varios representantes del Partido Republicano, la formación que dirigió el país dos décadas hasta la llegada al poder de Pashinián en 2018.

“No hemos venido a Ereván para empezar una nueva guerra con Azerbaiyán”, asegura el religioso, que no solo considera inadmisibles las negociaciones actuales desde el punto de vista legal, respecto a la constitución armenia y al derecho internacional, sino que también denuncia que son “inaceptables en sus aspectos morales y espirituales”.

La negociación actual afecta a terrenos de cuatro aldeas de la provincia de Tavush que fueron tomadas por Ereván en la guerra librada por ambos países hasta 1994 tras la disolución de la Unión Soviética. Sus habitantes, en protesta, llevan más de una semana realizando piquetes y cortes de la autovía que une Armenia con Georgia.

Los gobiernos de Bakú y Ereván acordaron el miércoles establecer definitivamente la línea de separación entre ambos países sobre la base de los mapas de 1976 del Estado Mayor de la Unión Soviética, los más detallados topográficamente, y en el protocolo de Almaty de 1991, que reconocía la independencia de las exrepúblicas soviéticas con sus fronteras de la URSS.“No soy un experto en la materia, pero hay expertos que explican que el tratado no va sobre delimitaciones territoriales, sino que reconoce la existencia de los nuevos Estados de Armenia y Azerbaiyán”, apunta Galstanián, subrayando que el acuerdo es ilegal.

El Consejo de Seguridad de Armenia anunció que el cambio de demarcación únicamente afectará a cuatro edificios —que quedarán bajo soberanía azerbaiyana— cuyos dueños serán compensados, y una carretera, que será trazada de nuevo dentro de los límites territoriales armenios. Sin embargo, lo que enfada a los críticos con el Gobierno es que Azerbaiyán no ha tomado medidas recíprocas, como podría ser la retirada de algunos montes en territorio armenio ocupados por tropas azerbaiyanas durante las escaramuzas fronterizas de 2021 y 2022. Parte de la sociedad armenia ve con temor que el Gobierno de Pashinián no parece tener otro plan respecto a las negociaciones con Azerbaiyán que aceptar cada una de las demandas que el régimen de Ilham Alíyev le va poniendo sobre la mesa, sin exigir nada a cambio.

Ereván, abandonado por Rusia

Galstanián deja entrever que su país ha sido abandonado incluso por Rusia, aliada dentro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la alternativa de Moscú a la OTAN a la que Ereván ha anunciado que dejará de financiar a partir de este año. “Ningún país te va a rescatar si no intentas difundir tu propia agenda y defenderte a ti mismo”, lamenta el arzobispo, que tacha a su pueblo de “ingenuo” por confiar en la justicia “cuando en las relaciones internacionales no se puede hablar de moralidad porque existe una enorme hipocresía”.

El temor es que vuelva la guerra en una situación de extrema debilidad para Armenia, con muchos menos recursos que su vecino oriental y a la que su tradicional valedor, Rusia, ha dejado tirada por el acercamiento del Gobierno de Pashinián a la UE. “Hay riesgo de nuevas escaladas y de ataques militares de Azerbaiyán en el sur de Armenia. Azerbaiyán se siente crecido tras sus últimas victorias militares [ante Armenia] y por el apoyo ciego de Turquía e Israel y la falta de presión occidental sobre Bakú”, explica a EL PAÍS el director del Centro de Estudios Regionales de Ereván, Richard Giragosián.

El movimiento de protesta impulsado por Galstanián, que en un principio solamente se dirigía contra la demarcación de la frontera, ha empezado a hacer exigencias políticas, como una moción de censura contra el Gobierno de Pashinián y la puesta en marcha de un Gobierno de transición para el que el arzobispo se ha ofrecido como primer ministro. El analista Eric Hakopián, en el medio armenio Civilnet, comparó las aspiraciones políticas del arzobispo al imán Jomeini y sus protestas contra el régimen del sha en Irán: “Pero como decía Marx, la historia se repite dos veces. La primera vez como tragedia, la segunda como farsa”.

Las manifestaciones se han saldado con cientos de detenidos. Entre ellos, un polémico individuo adoptado por el movimiento, Hampig Sassounian, que mató a tiros al cónsul general de Turquía en Los Ángeles en 1982 dentro de la campaña de asesinatos de una treintena de diplomáticos turcos y sus familiares iniciada por grupos armados nacionalistas armenios como venganza por el genocidio de 1915. Condenado a prisión de por vida en EE UU, Sassounian fue puesto en libertad condicional en 2020 y escapó a Armenia. “Es un patriota, un verdadero armenio, y no es un terrorista. Como otros luchadores por la libertad, ha tratado de demostrar a la comunidad internacional lo que le pasó a su propia familia durante el genocidio contra nuestro pueblo”, le defiende Galstanián.

Con el paso de los días, las protestas se han ido desinflando en cuanto a participación, algo que Giragosián atribuye a la “incapacidad de la oposición de ofrecer una alternativa seria y creíble al actual Gobierno”. El otro gran problema que ve este analista es que la Iglesia haya dado el paso de meterse en política. “Tradicionalmente, la Iglesia ha sido muy popular entre la sociedad armenia, pero porque ha respetado la separación con el Estado. Esta intromisión sin precedentes contra un Gobierno elegido democráticamente supondrá una reacción en contra de ella”, sostiene.

“No tenemos miedo a nada que le pueda pasar a nuestra nación, ya hemos pasado por ello otras veces”, advierte Galstanián en otro momento de la entrevista. Pashinián, por su parte, confía en las negociaciones de paz con su vecino. El pasado 9 de mayo, Día de la Victoria en Rusia, el primer ministro armenio acordó con el presidente Vladímir Putin que las tropas rusas que protegen su frontera con Azerbaiyán se retiren y solo permanezcan aquellos destacados en la frontera con Irán y Turquía.

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