Rusia deja sin luz ni agua a más de un millón de habitantes de Járkov
El ejército invasor ha dañado todas las centrales y subestaciones eléctricas de la segunda mayor ciudad de Ucrania, pero la población dice estar mejor preparada que en la anterior ofensiva contra el sector energético
Seis horas es el tiempo medio que los 1,3 millones de habitantes de Járkov están cada día sin electricidad. Rusia ha destruido en las dos últimas semanas una central térmica, ha dañado otra y ha golpeado todas las subestaciones eléctricas de la segunda mayor ciudad ucrania. La población padece cortes de luz y en muchos casos del suministro de agua —el bombeo requiere también de electricidad—. Járkov ha sufrido la peor parte de la actual ofensiva del Kremlin contra el sector energético ucranio.
Es la segunda campaña rusa contra la red eléctrica ucrania en los más de dos años de invasión a gran escala. La primera, entre octubre de 2022 y enero de 2023, dejó durante meses a millones de ucranios sin electricidad, agua, calefacción ni conexión de telefonía móvil. Aquellos bombardeos contra el sistema energético, considerados por la Comisión Europea como un crimen de guerra, aceleraron la entrega a Ucrania por parte de sus aliados de los mejores sistemas de defensa antiaérea occidentales. Entre estos están los Patriot estadounidenses, los Iris-T alemanes y los Nasams noruegos.
La ayuda militar para Ucrania está decayendo, en especial, por parte de Estados Unidos. Los más de 50.000 millones de euros que el presidente Joe Biden llevó al Congreso en 2023 para ser aprobados para asistencia militar a Kiev siguen bloqueados por el Partido Republicano. Las consecuencias se notan en el frente de guerra, pero también en la falta de defensas antiaéreas: si las Fuerzas Aéreas de Ucrania interceptaban en 2023 un 80% de los misiles rusos, este 2024 el porcentaje ha caído al 60%.
“Si tuviéramos suficientes sistemas de defensa antiaérea, en concreto los Patriot, podríamos proteger no solo la vida de nuestra gente, también nuestra economía”, reiteró la semana pasada el ministro de Exteriores ucranio, Dmitro Kuleba, en Politico. “Los Patriot deben defender Járkov y Zaporiyia”, precisó el presidente, Volodímir Zelenski, el 22 de marzo, “los antiaéreos son necesarios para proteger a la gente, las infraestructuras, viviendas y presas. Los misiles rusos no sufren retrasos, como sí lo sufren los paquetes de ayuda para nuestro Estado”.
“Járkov tiene un problema con las defensas antiaéreas porque esto no es Kiev”, explica con tono crítico Alexéi, un mecánico que trabaja cerca de la central térmica de Zmiivka, bombardeada el 22 de marzo. Es cierto que la capital ucrania es el lugar mejor protegido del país, pero Járkov es especialmente vulnerable por su proximidad a Rusia: a tan solo 40 kilómetros se encuentra el territorio enemigo. Las baterías antiaéreas a duras penas tienen tiempo para interceptar los misiles rusos. Alexéi añade que no todo es negativo porque respecto al invierno de 2022 están más preparados para las adversidades. Él, por ejemplo, cuenta desde entonces con un generador diésel en el garaje con cableado eléctrico hasta su apartamento.
Pero el problema no es solo de defensas contra misiles, aseguraba el miércoles Alexander Shilin, veterano oficial militar que sirve en la región de Járkov. La capital de la provincia también tiene un déficit de ametralladoras antiaéreas para derribar drones enemigos, según Shilin.
Menor eficacia
Rusia bombardeó la ciudad en la madrugada de este jueves con varias oleadas de drones bomba. EL PAÍS escuchó por lo menos cuatro vehículos no tripulados que pudieron cruzar durante largos minutos el centro urbano sin que fueran derribados antes en su trayectoria desde territorio ruso. El ataque causó por lo menos cuatro muertos y 12 heridos. 350.000 personas perdieron por completo el suministro de electricidad en toda la provincia a raíz de este ataque, según el Ministerio de Energía. Las Fuerzas Aéreas informaron de que interceptaron 11 de 20 drones, un porcentaje de eficacia del 50%. Hasta ahora, la media en el país había sido del 90%.
Andrii tiene 35 años y vive en la periferia de la ciudad, en un bloque de apartamentos soviéticos de los años setenta. Desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde no tiene luz, la conexión móvil va y viene y según el día, no tiene agua. Ya no puede tomar el trolebús que le dejaba más cerca de su empleo porque el suministro eléctrico de este transporte público ha dejado de funcionar. Pero confirma que los habitantes están mejor preparados: en la ciudad hay más puntos públicos para recargar las baterías de teléfonos o los ordenadores, dice, y él cuenta en casa con más equipos para la situación de emergencia: un foco que se recarga durante el día con energía solar, lámparas que se conectan a baterías externas mediante cables USB e incluso un depósito de agua de 30 litros que mantiene siempre lleno, sea para lavar los platos o para la higiene mínima personal.
No todo el mundo es tan positivo. Marina Stoliarchuk, funcionaria pública, tiene la sensación de que el momento es peor que en aquellos meses de 2022 y 2023. Concede que no es invierno y la primavera hace la situación más llevadera, pero ella no solo se ha quedado sin luz seis horas al día, también dice tener menos ánimos para resistir los bombardeos, que son diarios. Nina Mishina, otra mujer que reside cerca de la central de Zmiivka, confirma que un número significativo de sus vecinos se ha vuelto a ir de la ciudad.
Rumores y propaganda
Otras personas consultadas no han detectado gente que abandonara sus hogares. La propaganda rusa ha informado de una huida masiva de la población de Járkov. Su alcalde, Igor Terejov, tuvo que desmentir el 1 de abril en los medios que se fuera a evacuar la ciudad: “En Járkov tenemos 1,3 millones de habitantes y ni el ejército ni nosotros vemos razones para una evacuación. Esto es parte de las operaciones psicológicas rusas para intimidar y generar nervios entre los ciudadanos”. Este diario ha podido confirmar que este éxodo no se está produciendo.
Járkov es un hervidero de rumores, la mayoría de fuentes rusas, acerca de una posible ofensiva sobre la ciudad. Los bombardeos contra su sistema energético han incrementado la paranoia. Ni los datos de inteligencia de la OTAN ni las Fuerzas Armadas han detectado una concentración de tropas rusas que indiquen que sea posible una operación relámpago sobre Járkov. El Consejo de Seguridad Nacional de Ucrania emitió un comunicado el 28 de marzo precisamente para desmentir los rumores: “Rusia no cuenta con los recursos para lanzar una ofensiva sobre Járkov. Todas sus fábulas sobre que están listos para rodear la ciudad son parte de una campaña de propaganda del miedo”, afirmó Andrii Kovalenko, jefe del Centro para Combatir la Desinformación —organismo que forma parte del Consejo de Seguridad Nacional—.
Andrii Yusov, portavoz de los Servicios de Inteligencia del Ministerio de Defensa, insistió este miércoles en que la posible ofensiva sobre Járkov es guerra psicológica rusa. El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Oleksandr Sirski, sí señaló en una entrevista el 29 de marzo que no podía descartarse un futuro intento ruso para ocupar la segunda mayor ciudad ucrania. Sirkis dijo que para el invasor sería un “error fatal”.
Ucrania, según ha explicado Zelenski, ha reaccionado a la campaña del Kremlin contra el sector energético lanzando su propia ofensiva contra la industria petrolera rusa. 16 refinerías de petróleo han sido atacadas por drones bomba ucranios. EE UU ha pedido a Kiev que detenga estas operaciones por el riesgo de que provoquen un aumento global de los precios de los combustibles. Sin embargo, el presidente afirmó la semana pasada en The Washington Post que “es justo” que la sociedad rusa también sufra limitaciones energéticas. Zelenski volvió a responder este miércoles a las críticas estadounidenses: “Hay personas que para entender bien la situación, antes de criticar o no, deberían venir a Járkov y ver cómo se sobrevive sin luz, sin agua. Rusia no entiende nada excepto la fuerza”.
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