Operación Safeena: los mil y un obstáculos para llevar ayuda a Gaza por mar
Las 200 toneladas de alimentos que transporta el ‘Open Arms’ suponen una parte mínima de las urgentes necesidades de los más de dos millones de habitantes del enclave palestino
El barco Open Arms, de la ONG española del mismo nombre, zarpó este martes a primera hora rumbo a Gaza desde el puerto de Lárnaca, en Chipre, inaugurando un corredor marítimo para llevar ayuda hacia la Franja e intentar aliviar la grave situación humanitaria desde los ataques del pasado 7 de octubre. La misión, bautizada como Operación Safeena (barco en árabe), es altamente compleja por los desafíos surgidos desde que comenzó a gestarse, hace más de dos meses. “No tenía ninguna duda de que podíamos abrir la vía marítima. Lo más difícil era lo diplomático y lo más fácil, llegar a Gaza”, revela su principal impulsor, el chef Jose Andrés, fundador de la ONG World Central Kitchen (WCK), durante una conversación telefónica. Las dificultades son numerosas, por lo que el cocinero insiste en que no hay que dar nada por sentado y que existen múltiples variables que podrían hacer fracasar la misión, también de índole técnica y logística.
No obstante, aunque el corredor marítimo tenga éxito y permita un flujo sostenido de barcos de ayuda humanitaria, esta no es la vía más eficaz para aliviar la grave situación de la Franja, con unos niveles de desnutrición sin precedentes. Abrir los pasos terrestres que Israel tiene bloqueados sería más operativo, si se compara la cantidad de ayuda que puede introducir un barco como el Open Arms con la que entraba por tierra antes del bloqueo. El peso y el volumen es lo que determina la carga que puede transportar un camión. El peso máximo admitido por uno de los remolques que se mueven en torno a la frontera de Gaza es de 20 toneladas, informan fuentes logísticas que suelen trabajar con envíos. Así, las 200 toneladas de alimentos que lleva el Open Arms equivale a una decena de camiones. El flujo de estos vehículos que llegaba a la Franja cuando las condiciones de vida no estaban golpeadas por cinco meses de guerra era de unos 500 al día. En estos momentos, con cientos de miles de desplazados y la hambruna en aumento, ni siquiera ese medio millar sería suficiente para atender las necesidades de los 2,3 millones de gazatíes.
La labor diplomática ha corrido a cargo del propio José Andrés, que es además asesor de deporte y nutrición de la Casa Blanca. Durante dos meses mantuvo innumerables reuniones en Israel, Egipto, Jordania… para conseguir recabar los permisos necesarios, principalmente del COGAT ―el organismo del Ministerio de Defensa israelí que gestiona los asuntos civiles de Gaza y Cisjordania―, y la Autoridad Nacional Palestina. No solo los puso de su parte; también logró el apoyo del Gobierno de Chipre, del rey Abdalá II de Jordania y de los Emiratos Árabes Unidos, que además ha cofinanciado la misión junto con WCK.
Mientras se desenredaba la cuestión diplomática, se trabajaba en la técnica. Uno de los primeros interrogantes fue cómo y dónde trasladar las 200 toneladas de ayuda, pues el Open Arms no tiene esa capacidad. La solución vino como una plataforma de 20 metros de largo por 10 de ancho. En esta suerte de sidecar, amarrado al barco con cables de acero, navegan las 200 toneladas de alimentos no perecederos, entre ellos latas de atún, harina, arroz y legumbres, repartidos en 130 palés. Gerard Canals, coordinador de operaciones de Open Arms, explica que aunque el cargamento se ha dispuesto de un modo que garantice la estabilidad, las olas le afectan mucho más que al barco. “Es un cuadrado en medio del mar y no está pensado para navegar grandes distancias, y sobre todo con mala meteorología, pero el Open Arms es un remolcador, está especialmente diseñado para esta tarea”, describe.
La meteorología ha sido, efectivamente, otro de los retos. Fue la causa por la que se retrasó la salida del barco, programada inicialmente para el pasado sábado. El límite para zarpar fue que las olas no superasen el metro y medio de altura, según Canals. El Open Arms, un barco que la ONG suele emplear para realizar labores de salvamento marítimo de migrantes en el Mediterráneo, partió cuando se determinó que las condiciones iban a ser las adecuadas para hacer el viaje sin perder la carga. “Aun así, hay que ir muy despacio porque esta gabarra no es un aparato diseñado para navegar rápido, simplemente es para llevar carga en zonas tranquilas, cerca de puerto, de la costa…”, advierte el coordinador. Por eso, navega a una velocidad media de tres nudos, unos 5,5 kilómetros por hora, o lo que es lo mismo: tres veces más despacio que su velocidad de crucero habitual. Teniendo en cuenta que Gaza se encuentra a unas 280 millas de Chipre, la misión no llegará a su destino hasta al menos dentro de tres días.
Otro de los problemas ha sido cómo depositar la ayuda en Gaza cuando no hay puertos que queden en pie. Por eso, WCK construye desde hace semanas un espigón con escombros y restos de edificios bombardeados y con algunas grúas y máquinas de construcción que todavía funcionan. Su ubicación no ha sido desvelada por razones de seguridad.
En la obra trabajan unas 25 personas que pertenecen a la plantilla de esta ONG. Para poder acceder a ella deben obtener un permiso previo de las autoridades israelíes, que mantienen la zona acordonada. “La arena, la marea, el viento, las máquinas, los permisos, tener suficiente gasolina para las grúas y los tractores, tener suficiente cemento…”, enumera José Andrés cuando se le pregunta por las dificultades que están encontrando allí. “Esto no deja de ser un programa piloto. Una vez que tengamos un espigón, la idea es construir uno más grande”, explica el chef.
Para desembarcar la carga ha habido que recurrir a la creatividad, porque la condición sine qua non que ha impuesto Israel es que la tripulación no mantenga ningún contacto con la población de Gaza. Por ello, las dos lanchas semirrígidas de Open Arms empujarán la gabarra hasta el espigón, donde habrá personal de WCK esperando para amarrarla y descargar los palés con ayuda de las máquinas que disponen allí. Luego, esta será introducida en camiones, que a su vez irán a las 60 cocinas que la ONG dispone en la Franja o a otros puntos de reparto de ayuda.
Desde el punto de vista logístico, la plataforma también soluciona el problema de la profundidad: el Open Arms necesita un calado de entre cuatro y cinco metros para navegar, por lo que el remolcador encallaría en la costa si se acercase demasiado. De nuevo, la plataforma ha sido la solución porque su calado no sobrepasa el metro y 20 centímetros, con lo que ya se podrá llegar más cerca del espigón.
Una verdadera solución
El problema del bloqueo de Israel a la ayuda humanitaria para Gaza no es un asunto logístico, sino político, reconocen fuentes de organizaciones humanitarias que trabajan en el enclave, que prefieren mantener el anonimato. Explican que no disponen de un listado concreto por parte de Israel que especifique qué materiales son los que no tienen autorizado el acceso. Esa falta de información, unida a la arbitrariedad de las decisiones, complica el flujo de entrada.
Las autoridades de Israel ponen todo tipo de trabas para permitir el acceso a equipos y objetos necesarios para afrontar la crisis humanitaria en la Franja, como han denunciado en repetidas ocasiones diferentes organizaciones y las propias autoridades palestinas. Tras esperas de hasta un mes a las puertas del enclave para que sea admitida la introducción de un cargamento, si la inspección israelí detecta un solo objeto que no considera adecuado, todo el material es enviado de vuelta a Egipto, aseguró este martes el Ministerio de Sanidad, dependiente de Hamás.
La Franja dispone de siete pasos fronterizos, seis con Israel y uno con Egipto, de los que solo este último y uno con territorio israelí están parcialmente abiertos. La llegada de ayuda por esos puntos en camión es más rápida, barata y accesible que por mar, a través del corredor desde Chipre, o por aire, como ocurre en el caso de la que se lanza por paracaídas desde aviones.
“Sin una lista oficial de objetos restringidos, Médicos Sin Fronteras (MSF) informa de que le han prohibido de manera reiterada la importación de generadores para electricidad, potabilizadoras de agua, paneles solares y otros equipos médicos”, alerta el Ministerio de Sanidad. La prohibición a esos materiales puede marcar la diferencia entre “la vida y la muerte” de miles de pacientes, entre los que hay algunos con enfermedades crónicas como cáncer, diabetes o epilepsia, añade el texto. Fuentes de MSF reconocen que las trabas y los bloqueos de material a las que se refieren las autoridades palestinas existen y añaden el caso concreto de los concentradores de oxígeno para ayudar a respirar a los enfermos.
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