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Bruselas vive una oleada de tiroteos ligados a los ajustes de cuentas por drogas

Las autoridades buscan cómo frenar los enfrentamientos que en febrero dejaron un muerto y varios heridos. En 2023, se triplicó la cifra de víctimas por choques asociados a la venta de cocaína y crack

Tiroteos Bruselas
La policía científica de Bruselas investiga en Saint-Gilles un tiroteo mortal, el 14 de febrero.Photonews (Photonews via Getty Images)
Silvia Ayuso

Cuando Peter sacó a jugar a su nieto de dos años, en la mañana del 25 de febrero, la plaza Lehon de Schaerbeek, en Bruselas, había recuperado la calma. Ni rastro de los balazos que en la medianoche habían despertado a los vecinos y dejado dos heridos en el mismo lugar donde los pequeños correteaban horas más tarde. Pero el miedo, reconocía Peter, está últimamente siempre presente. Allí y en buena parte de una Bruselas que en las pasadas semanas ha sufrido una oleada de tiroteos relacionados con el narcotráfico que han dejado un muerto, varios heridos y una ciudad profundamente inquieta ante una explosión inédita de violencia por toda la capital belga que también inquieta a nivel europeo.

Solo en febrero, enfrentamientos ligados a la venta de cocaína y crack en la capital han provocado casi una decena de tiroteos en plena calle por toda la ciudad. Cuatro de ellos, uno mortal, se sucedieron en apenas tres días en la comuna de Saint-Gilles, cuyo alcalde, Jean Spinette, ha denunciado un “nuevo modus operandi” de unas bandas que operan “como la mafia” y que se sienten “intocables”, puesto que vuelven una y otra vez a sus puntos de venta en cuanto se marcha la policía. También en la plaza Lehon los vecinos se preparaban para el regreso de los vendedores de crack que, señalaban, tienen sus puntos fijos en el barrio.

Decenas de asociaciones vecinales y comunales de Bruselas han reclamado “acciones inmediatas” ante un problema que empieza a preocupar incluso fuera de las fronteras belgas y europeas: tanto el Reino Unido como Canadá han enviado sendos avisos de viaje a sus ciudadanos que visiten la capital belga ante el “incremento de la violencia, incluidos apuñalamientos y tiroteos, relacionados con la venta de droga”, señala el Gobierno canadiense en su web.

El New York Post ha comparado Bruselas con Chicago y Ciudad Juárez, un extremo ridiculizado por la prensa nacional belga, que, sin embargo, no elude otro símil más europeo, pero no menos preocupante: Marsella, algunas de cuyas barriadas están tomados desde hace años por las bandas de drogas. Hasta la familia real anda inquieta: según la prensa belga, la jefa de Europol, Catherine De Bolle, reveló que durante una reciente visita a la sede de la agencia policial europea en La Haya, el rey Felipe de Bélgica se había mostrado preocupado por la reciente violencia vinculada a las drogas en las calles de Bruselas.

Que Bélgica tiene un problema con el narcotráfico no es nuevo. El puerto de Amberes es una de las principales entradas de cocaína en Europa —el año pasado, ahí se incautaron de 116 toneladas de esa sustancia, una cifra récord; esta semana fueron decomisados 700 kilos en contenedores— y el país, por su estratégica situación geográfica, un punto de tránsito ideal hacia todo el territorio europeo. Desde diciembre, en Bruselas están siendo juzgadas 120 personas —belgas, magrebíes, albaneses y colombianos— en un macroproceso de narcotráfico relacionado con el gran golpe que la policía europea dio a las mafias de las drogas en 2021, con el desmantelamiento del chat encriptado Sky ECC.

El Gobierno belga, que ostenta este semestre la presidencia de turno del Consejo de la UE, ha fijado la lucha contra el narcotráfico, que ha llegado a amenazar a algunos miembros del Ejecutivo de Alexander De Croo, como una de las prioridades de su mandato europeo. El tema tuvo un peso importante en la reunión de ministros de Justicia e Interior en Bruselas de este lunes, donde la ministra de Interior belga, Annelies Verlinden, anunció que Europol tendrá listo a finales de mes o comienzos de abril un “mapeo de todas las redes criminales de Europa”. Este permitirá a los gobiernos tener una “visión sobre la situación sobre el terreno” que, confió, les ayudará a “discutir acciones precisas” para combatir una lacra que afecta a los Veintisiete.

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También el ministro español, Fernando Grande-Marlaska, que recibió “solidaridad” de sus colegas tras el asesinato en Barbate de dos guardias civiles que perseguían una narcolancha, afirmó tras el encuentro: “Debemos seguir luchando juntos contra esta lacra, sin descanso, como hasta ahora, para que la lucha contra el tráfico de drogas, dinamizado por el crimen organizado transnacional, continúe siendo una de las prioridades” de Europa.

Secuestros, torturas, disparos…

Aunque Bruselas es conocida como uno de los nudos clave en la cadena de distribución de la droga, tradicionalmente la violencia se asociaba con la ciudad de Amberes. Hasta ahora. El verano pasado, las autoridades policiales de la capital ya dieron un primer grito de alarma ante un “nivel de violencia nunca visto antes” en la ciudad con “secuestros, torturas, disparos con armas de guerra, lanzamientos de granadas, ataques con cócteles molotov y homicidios”. Según el diario Le Soir, el año pasado se registraron al menos siete muertos y 131 heridos por casos relacionados con el narcotráfico (además, están las víctimas que no llegan a denunciar los ataques), tres veces más que en 2022. El año acabó mal y pudo haberlo hecho peor aún: en diciembre, uno de esos enfrentamientos entre bandas sucedió en la avenida Toison d’Or, una de las mayores zonas comerciales de Bruselas, un miércoles por la tarde, cuando calles y tiendas estaban llenas. Una de las cuatro personas heridas de bala del tiroteo fue una asistente parlamentaria sueca.

Y 2024 amenaza con romper de nuevo el récord de violencia. Por el momento, la Fiscalía, que ha abierto sendas investigaciones sobre los últimos tiroteos, elude vincularlos. Pero nadie niega que se repite un patrón: violentos ajustes de cuentas entre bandas en las que ciudadanos quedan atrapados y heridos.

Tanto el Gobierno como las autoridades locales coinciden en calificar la situación de “inaceptable”. “Hay que luchar en todos los frentes y a todos los niveles”, ha declarado la ministra Verlinden. El Ejecutivo ha anunciado un incremento de policías para Bruselas, también de magistrados para que “cada traficante sea perseguido”. El 27 de febrero, tras el enésimo enfrentamiento en plena calle entre bandas, el presidente de la región de Bruselas, Rudi Vervoort, convocó el Consejo regional de seguridad para estudiar con las autoridades competentes “acciones coordinadas para responder a la situación de violencia actual”. Entre otros, se acordó la designación de hotspots ―puntos calientes, focos de la droga―, donde se concentrarán los esfuerzos policiales en cooperación con la Fiscalía, los servicios de emergencia y hasta los de limpieza.

Sin embargo, los remedios ofrecidos hasta ahora no acaban de satisfacer a una población que demanda una solución global, que dé respuestas a un problema asociado en buena parte a la marginalidad que afecta a toda Bruselas. Desde las asociaciones vecinales se teme, además, que los planes de contención anunciados no hagan más que desplazar el problema: una operación similar realizada el verano pasado en los alrededores de la Estación del Sur de tren de la capital provocó que muchos de los vendedores de drogas se hayan desplegado ahora por otras partes de la ciudad. “Tenemos un problema y hay que resolverlo, pero no solo con una solución policial”, explicaba la enfermera Binta Liebmann Diallo durante una concentración vecinal en Saint-Gilles, convocada tras el tiroteo mortal del mes pasado. “Si no atendemos también el aspecto social, no lo vamos a resolver nunca”, advertía.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.
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