A pie desde las puertas de Gaza a Jerusalén para pedir la liberación de los rehenes
Familiares y conocidos de los más de 130 secuestrados en la Franja reclaman a las autoridades de Israel que dé prioridad a un acuerdo con Hamás para lograr la liberación
El objetivo es llenar de vida una carretera cercana a los escenarios de la matanza de Hamás del pasado 7 de octubre. Un centenar de familiares y conocidos de los más de 100 rehenes que permanecen secuestrados en Gaza han salido a pie en la mañana de este miércoles de las inmediaciones de la frontera con la Franja hacia Jerusalén. La marcha, de cuatro días, forma parte de un nuevo pulso al Gobierno que lidera el primer ministro Benjamín Netanyahu. Quieren que, por delante de las operaciones militares en suelo palestino, Israel priorice un acuerdo con Hamás para que sus seres queridos regresen a casa.
Gadi Moses cumplirá 80 años el 12 de marzo. En el día 145º de su cautiverio, su hijo Oded es uno de los que enfila adelante la carretera 232, que asciende hacia el norte en paralelo a la valla que separa Israel del enclave palestino. “Tenemos que lograr un acuerdo con los enemigos porque los rehenes solo van a regresar por la vía política”, entiende. Sobre ese asfalto por el que avanzan son visibles todavía las heridas del ataque de Hamás, que asesinó en esta zona a unas 1.200 personas y secuestró a 240.
Ese fue el detonante de una guerra en la que Israel, como represalia, ha matado ya a cerca de 30.000 palestinos en Gaza. Oded, que camina con la imagen de su padre estampada sobre la camiseta negra, está convencido de que las autoridades de Israel tienen capacidad para detener la operación militar, alcanzar un acuerdo y, después, acabar con Hamás. Así fue como, tras 49 días, quedó en libertad su madre, Margalit Moses, de 77 años, que había sido secuestrada como Gadi en el kibutz Nir Oz. Las partes acordaron un alto el fuego que duró la última semana de noviembre y por el que regresaron 105 rehenes a cambio de prisioneros palestinos de cárceles de Israel. Ahora tratan de lograr un segundo paréntesis en la guerra con negociaciones desde hace semanas.
Los convocantes de la marcha, que en noviembre organizaron otra similar de Tel Aviv a Jerusalén, han elegido como punto de partida uno de los escenarios de la barbarie del 7 de octubre. Se trata del lugar en el que se celebraba el Nova festival, cerca del kibutz Reim, y donde los islamistas palestinos acabaron con la vida de 360 personas. Cientos de mensajes, fotos, objetos personales, velas, pequeños altares, flores, banderas… recuerdan a las víctimas de la tragedia. Algunas forman parte de los más de 134 rehenes que siguen en Gaza, aunque las autoridades estiman que una treintena están ya muertos. “RIP Elia”, se lee escrito sobre el tronco de un árbol junto a un corazón rojo fracturado y la fecha de la matanza.
“Unidos por la liberación de los rehenes”, es el lema bajo el que caminarán hasta el sábado, explica antes de partir Ronen Neutra, padre de Omer Neutra, uno de los que siguen secuestrados. Cada día realizarán una etapa de entre 15 y 20 kilómetros. Se trata de una marcha por la “esperanza” para que nadie quede atrás, “los vivos y los asesinados”, añade. Entienden que todo el gabinete que lidera Netanyahu es “responsable” de asegurar que ese acuerdo engloba a todos, aludiendo de forma indirecta a personas de todas las edades y condición, pues también fueron capturados militares. Como Ronen, la inmensa mayoría de los participantes lucen camisetas o carteles alzados sobre varas de madera con la foto de sus seres queridos.
Ziv y Gali Berman, gemelos de 26 años secuestrados en el kibutz Kafar Azza, comparten uno de esos carteles. Va en manos de Macabit Mayer, su tía, que avanza mientras los alza hacia arriba para que se vean bien. “Han de ser liberados en un acuerdo. Tememos que si el ejército va a rescatarlos sería peligroso”, comenta en compañía de su hermano Nir Sobol. Hasta el momento solo dos civiles han sido liberados por el ejército en Gaza. Fue el pasado 12 de febrero en una operación inédita desarrollada en Rafah, en el sur. Alguno de los rehenes perdió antes la vida en intentos de liberación que fracasaron en otras zonas de la Franja. Tropas israelíes, además, mataron a tres de los secuestrados mientras enarbolaban una bandera blanca. “Tenemos esperanzas en que las cosas se estén desarrollando (por parte del Gobierno) a puerta cerrada. Debemos confiar en ellos, no nos queda otra”, afirma Macabit Mayer.
Pero hay sectores del Gobierno y de la sociedad israelí que, independientemente de los secuestrados, defienden una operación militar sin contemplaciones. “Yo soy familiar. Para mí la única vía es el acuerdo. Tememos por sus vidas. Lo que les pido a los demás es que se pongan en mi lugar. Mi única respuesta es que piensen que fuera su propia familia. Su hijo, madre, padre, abuela…”, justifica la tía de Ziv y Gali Berman, que a finales de noviembre se encontraban bien, según explicaron algunos de los rehenes de su kibutz que fueron liberados entonces.
“El fin de todo esto es lograr la paz con los enemigos. Tenemos que vivir con ellos”, defiende Oded Moses. “Años atrás ya estuvimos en guerra con Egipto y Jordania y ahora estamos más o menos bien. Creo que eso es lo que tenemos que hacer con los palestinos, aunque no con Hamás, que es un grupo terrorista y nada tiene que ver con el deseo de los palestinos de tener un Estado”, concluye. Moses se aferra al optimismo por la liberación de su madre y al vídeo que el grupo islamista palestino Yihad Islámica hizo público el 19 de diciembre en el que aparece su padre junto a otro rehén denunciando las condiciones “insoportables” de cautiverio y pidiendo a Netanyahu y otros mandatarios israelíes que actúen.
El grupo se aleja en dirección a Sderot. Saroo, de 27 años, no tiene a familiares en Gaza, pero se ha propuesto llegar a Jerusalén descalzo. Camina también Hadar Norany, de 39 años, acompañada de un cartel con la foto de su amiga y compañera de trabajo en un centro veterinario Doron Steinbrecher, de 31 años, que apareció hace un mes en un vídeo difundido por Hamás. Les acompañan a todos vehículos de apoyo y un grupo de militares. Atrás quedan algunas de las patrullas que cortan y dirigen el tráfico.
Antes de continuar en su coche, la agente Betty Perez indica al reportero por dónde ha de continuar. Se percata de que es español y da un respingo. “Tienes delante a una policía de Israel flamenca y camaronera”, grita en castellano esta mujer de 37 años con ancestros judíos marroquíes que se trasladaron a Cataluña y que se declara fanática de Camarón de la Isla. Como prueba, luce en su mano izquierda el mismo tatuaje que el cantaor, con una estrella y una media luna. “Muchos se creen aquí que es un tatuaje político, pero no, es en su honor”.
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