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‘Los soldados del tanque 27’: el año más difícil de tres civiles que tomaron las armas para defender a Ucrania

EL PAÍS estrena un documental que muestra el sacrificio que sufren las tropas del país invadido, con motivo del segundo aniversario de la invasión rusa

El tanque número 27 durante unos ejercicios en la región de Zaporiyia., en mayo de 2023.Foto: Luis de Vega | Vídeo: EPV
Cristian Segura

Volodímir Orenchak era directivo de una empresa de importación de bebidas en Kiev, entre ellas, las cervezas de Estrella Damm. Alexander Karman era concejal de servicios de emergencias en su pueblo, Talne, en la provincia de Cherkasi, en el centro de Ucrania. Tarás Havrilenko era representante de una empresa de productos para panaderías en Smila, también en Cherkasi. En 2023 eran tanquistas de la 1ª Brigada Blindada de Ucrania, cuando EL PAÍS filmó un documental sobre ellos. Son solo tres del más de medio millón de civiles que han tomado las armas para defender a su país ante la invasión rusa. El segundo año de la guerra ha sido el más difícil de sus vidas. Perdieron a compañeros en la contraofensiva fallida de verano y los combates pasaron factura a su salud mental; también a sus familias.

Orenchak, Karman y Havrilenko son los protagonistas del documental Los soldados del tanque 27, que este periódico estrena este domingo y que acompaña este artículo. El tanque 27 era un blindado soviético T-72, un vehículo central en el filme. “Tiene más averías que misiones”, explicaba Karman en abril de 2023 mientras lo ponían a punto en un hangar. Es una unidad fabricada hace más de cuatro décadas, en uso permanente desde la guerra de 2014 entre el ejército ucranio y los separatistas prorrusos de Donbás. Hoy el tanque 27 ya no existe: fue destruido por un dron ruso en agosto de 2023, durante un asalto en el frente de Zaporiyia. La tripulación, tres jóvenes menores de 30 años, fallecieron. Era el carro que habían utilizado desde 2022 Karman y Orenchak. Aquel día lo cedieron a otro equipo. Eso les salvó la vida. En pocos minutos se perdieron cuatro tanques. Dos columnas de blindados de su brigada fueron detenidas por un campo de minas y cayó sobre ellos el fuego enemigo.

En un encuentro sin cámaras en septiembre, en uno de los varios viajes de EL PAÍS a Zaporiyia para preparar el documental, Karman recordaba afectado cómo tuvo que abandonar su tanque y salir corriendo, sorteando cadáveres de su infantería. Este hombre de 54 años, culto y pausado, con voz de actor de cine, pasó luego dos semanas en el hospital. Sus problemas del corazón se agudizaron tras aquello. No era ni su primera ni su segunda experiencia en un ataque ruso: a principios de 2023 formaba parte de las fuerzas que defendían Bajmut, una batalla hasta el último metro que Rusia ganó en mayo.

Havrilenko no tenía experiencia de combate alguna en abril de 2023, cuando convivimos con él y sus compañeros de armas en el pueblo de Huliaipole, en el frente de Zaporiyia. Desde entonces y hasta el pasado diciembre no dejó de participar en misiones. De un civil con miedo y tímido, pasó a ser un militar curtido. Pero en un asalto fallido de agosto, según explica el propio Havrilenko en el documental, pasó 24 horas en su litera, sin moverse ni poder hablar.

“Soy una persona que en principio no está preparada para esto, porque no se nos había preparado para algo así”, admitía Orenchak. El día que daba inicio la invasión, el 24 de febrero de 2022, su ilusión era regresar a Barcelona en abril con su hijo, que le había regalado unas entradas para asistir a un partido del Barça. Aquel viaje se esfumó porque las tropas del Kremlin habían llegado a las puertas de Kiev. Orenchak no lo dudó: su ciudad y su país estaban en riesgo, y se alistó voluntario.

Ahora son pocos los ucranios que se presentan por voluntad propia en las oficinas de reclutamiento. La guerra ha cambiado de guion, con Rusia en una posición de nuevo ofensiva, superior en todos los recursos, también en número de tropas. La gran mayoría de ucranios evita la llamada a filas. La nueva ley de movilización incrementará la presión sobre los varones a partir de 25 años para ir al ejército. Las Fuerzas Armadas estiman que necesitan 500.000 nuevos soldados. Las bajas, entre heridos y muertos, se cuentan en decenas de miles, y los que siguen en activo están extenuados. De los tres tanquistas, solo uno sigue combatiendo, Orenchak. Por su salud debilitada, Karman ha pasado a una unidad en la retaguardia; Havrilenko fue dado de baja del ejército en diciembre: su mujer está enferma y él debe cuidar de su hija de cuatro años.

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Cuando conocimos a los tres tanquistas era un momento de pausa para el 1º Batallón de la 1ª Brigada Blindada. Llegaban refuerzos, como Havrilenko, para la contraofensiva de verano. Las operaciones con los blindados se limitaban para reservar munición ante la inminente gran ofensiva, que finalmente dio inicio en junio. La munición también se raciona hoy, pero porque los arsenales están bajo mínimos. Entonces, sobre todo se estaban incorporando los jóvenes reclutas que habían sido formados en Europa en el manejo de los Leopard, los tanques de fabricación alemana que debían ser la columna vertebral de la ofensiva. Sin superioridad aérea para ucrania, las fortificaciones rusas demostraron ser inexpugnables para los Leopard.

Los rusos retrocedían entre la primavera de 2022 y la de 2023 en este sector de Zaporiyia. Huliaipole había pasado de ser la línea cero a estar a siete kilómetros de los combates. La artillería rusa y las visitas de sus drones eran periódicos en el pueblo, pero era un momento en el que predominaba la esperanza de que todos los recursos que se acumulaban para la contraofensiva servirían para romper el frente en dirección al mar de Azov y aislar al ejército ruso en el sur.

El equipo de EL PAÍS volvió a visitar a los tres tanquistas en octubre. La ofensiva ucrania a duras penas había conseguido avanzar 10 kilómetros, y su principal triunfo era haber tomado el pueblo de Robotine, en Zaporiyia. La 1ª Brigada Blindada tomó parte en los combates de Robotine, también en los de la cercana Orijiv. La base del 1º Batallón se ubicó en mayo en un bosque próximo a Orijiv. Y allí siguen, lo que demuestra que las líneas de la batalla prácticamente no se han movido, hasta ahora porque Rusia, que vuelve a dominar la guerra en todos los ámbitos, está presionando para reconquistar Robotine.

Los protagonistas del documental quieren ser optimistas, en parte por obligación militar y en parte por convicción. Pero Karman se preguntaba en las entrevistas de abril sobre qué le depararía el regreso a la sociedad: “No sé si tendré un lugar allí como el que ocupaba antes de la guerra”. Mencionaba a los miles de combatientes de la guerra de Donbás, que volvieron completamente cambiados a la vida civil. Y como él indica, esta invasión es mucho más violenta.

A la hora del atardecer, un día de octubre, sentado en un claro del bosque en el que vivía con sus compañeros, Karman explicó con detalle que había releído la Apología de Sócrates, escrita por Platón. Su principal conclusión, decía, es que hay que seguir el ejemplo de Sócrates y ser fuerte para defender tus principios, incluso si la mayoría te rechaza, incluso si eso te cuesta la vida. Gracias a cientos de miles de civiles como Karman, Orenchak y Havrilenko, el Estado ucranio resistió a la invasión y continúa existiendo.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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