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En el asedio al frente ucranio de Avdiivka: “Los rusos están más preparados para la guerra y para morir”

La superioridad aérea y en artillería del invasor pone al límite a las defensas de las tropas de Kiev en esta ciudad de la provincia de Donetsk

Guerra Ucrania Rusia
Un soldado ucranio disparaba fuego de mortero contra las tropas rusas en el frente de Avdiivka, en Donetsk, el miércoles.RFE/RL/SERHII NUZHNENKO (REUTERS)
Cristian Segura (enviado especial)

El día amanece cubierto por la niebla en Ocheretine, la mejor protección contra el dominio aéreo ruso. La artillería autopropulsada ucrania aprovecha para descargar una lluvia de obuses sobre el enemigo que dura unos 20 minutos, hasta que el cielo empieza a despejarse en esta aldea del frente de Avdiivka, en el este del país. La zona está controlada en todo momento por los drones rusos. Las operaciones de la artillería se alargarán poco tiempo para evitar ser identificadas. Los cañones ucranios apuntaban en la mañana del pasado viernes al sector más decisivo de la batalla, a seis kilómetros de allí: las vías de tren que conectan la localidad de Avdiivka con la Ucrania libre.

Ivan arranca unas briznas de hierba seca y las utiliza para reproducir sobre una mesa el mapa de la zona donde sus hombres están combatiendo. Ivan, como todos los militares entrevistados para este artículo, prefiere no facilitar su nombre completo. Su función es coordinar compañías de asalto de la 47ª Brigada Mecanizada, una de las brigadas ucranias fundadas con armamento y formación de la OTAN. Él mismo, ingeniero civil de profesión, pasó un año de entrenamiento antes de incorporarse a la guerra, con cuatro meses de formación en Alemania y en Lituania. Sus hombres están defendiendo esas vías de tren en el flanco norte de Avdiivka: esta línea de ferrocarril es elevada, sirve de muro de contención contra el avance de blindados, y desde ella puede también frenarse el movimiento de la infantería. “Si los rusos toman el control de las vías, será un desastre”, asegura Iván. Antes de la guerra, Avdiivka tenía más de 30.000 habitantes. Ahora no llegan a los 2.000.

Por desastre entiende este oficial que los rusos, dominando las vías, puedan asegurar el avance de sus tropas para rodear Avdiivka desde el norte. El asalto se está centrando en las inmediaciones de la fábrica de coque de esta ciudad, la mayor planta de producción de este combustible en Europa. El problema es que el enemigo ya ha accedido en un tramo de tres kilómetros de la línea de tren. “No tienen el control, en un día podemos tomar y perder tres veces cada uno las posiciones allí, los combates son a 30 metros”, explica Ivan, “no dejan de venir, en pelotones de 10 a 15 hombres. No dejan de asaltarnos”. Las bajas en el bando ruso son innumerables, dice Iván, pero en el lado ucranio son también muy elevadas: él mismo ha perdido a todo su pelotón, a 17 compañeros, entre muertos y apresados por el enemigo.

El grueso de la 47ª Brigada Mecanizada fue transferido a Avdiivka a mediados de octubre, cuando empezó la actual ofensiva rusa para conquistar esta ciudad. Ivan y sus hombres participaron antes en la fallida contraofensiva ucrania de verano, en el frente de Zaporiyia. La 47ª Brigada fue la que más sufrió en los primeros tres meses de la contraofensiva, cuando Kiev apostó por una estrategia de asaltos con grandes columnas de blindados. Los campos de minas y las defensas fortificadas rusas frenaban el avance, y la artillería y los drones bomba enemigos destruían con facilidad vehículos y tropas.

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Fuentes militares en el frente de Zaporiyia aseguraron el pasado septiembre a este diario que la 47ª perdió a más del 30% de sus soldados, cerca de 2.000 de sus 5.000 componentes. Ivan afirma que vio morir a 16 de sus compañeros. “Pero anímicamente es peor en Avdiivka”, añade, “porque defender es moralmente más duro que atacar, tienes que rezar, cobijado en la trinchera durante cuatro días, el tiempo que duran los relevos, para que su artillería no te mate, y luego resistir asalto y otro asalto de la infantería”.

Edificio y vehículos destruidos en Ocheretine, Ucrania.
Edificio y vehículos destruidos en Ocheretine, Ucrania.Cristian Segura

Las bajas rusas en el cerco de Avdiivka se cuentan en centenares de blindados y en miles de vidas humanas. Perfiles de propaganda militar ucrania en las redes sociales han compartido multitud de vídeos de la destrucción causada al invasor, sobre todo con la munición de racimo aportada por Estados Unidos. Pero Ivan mueve la cabeza de lado a lado, en señal de desaprobación: menos en formación de la tropa, dice, los rusos son superiores en todo y, además, tienen recursos de sobra. “Si toman las vías de tren, volverán a enviar a los blindados, y si salen 10 vehículos desde su segunda línea, nuestra artillería les golpeará, sí, pero cuatro pasarán y alcanzarán su destino”.

Ivan entendió en Zaporiyia la principal diferencia entre los ejércitos de Kiev y Moscú: su escuadrón rodeó una posición rusa defendida por soldados profesionales de una división aerotransportada. Estos se quedaron sin munición y les instaron a rendirse en repetidas ocasiones, según su relato. Los enemigos se inmolaron con granadas: “No conozco a ningún ucranio que haya hecho esto. Tienen otra concepción de la vida: los rusos están más preparados para la guerra y para morir”. Sus palabras coinciden con las declaraciones este noviembre en The Economist de Valeri Zaluzhni, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Su mayor error, afirmó Zaluzhni, fue creer que los 150.000 muertos rusos en Ucrania, según su recuento, serían suficientes para provocar un rechazo en Rusia a la guerra. No ha sido así.

“Como zombis”

La niebla retrocede en Ocheretine y los nervios aparecen entre los soldados de la 110ª Brigada Separada Mecanizada. La tropa se cobija en refugios bajo tierra y entre los árboles se sitúan vehículos pick-up con ametralladoras de gran calibre para abatir a los drones que pronto llegarán. Seth, nombre en clave de un comandante de compañía de infantería, corrobora lo que indican expertos y otros oficiales consultados en el frente de Avdiivka: uno de los mayores cambios en la guerra ha sido el salto adelante ruso en cuanto a tecnología y producción de drones. Esta superioridad aérea sobre el ejército defensor es abrumadora, apuntan militares como Seth. Los modelos más citados son los mismos: los drones de reconocimiento Orlan lo observan todo a tres kilómetros de altura; estos identifican el objetivo y en minutos llegan los drones bomba Lancet. Seth subraya también que han comprobado un aumento en el enemigo de radares Zoopark, que detectan las coordenadas de las piezas de artillería por sus ondas sonoras.

Seth se refiere a la infantería rusa como “zombis” porque avanzan sin que una muerte segura les haga retroceder. Según ha podido comprobar, la tropa enemiga tiene la misión de no retroceder so pena de ser ejecutados por orden de sus superiores. Los servicios de inteligencia estadounidenses aseguraron el pasado octubre que tienen la certeza de que las órdenes del alto mando ruso es fusilar a los que se retiren en los asaltos.

“Es como en Bajmut, avanzan a lo loco, como zombis, porque quieren tomar Avdiivka cueste lo que cueste”, secunda Alexander, comandante de una unidad que opera un obús estadounidense Paladin en la 47ª Brigada. Alexander se refiere a la batalla de Bajmut, que duró nueve meses y que terminó con la derrota ucrania, y con la ciudad arrasada. Como en Bajmut, indica Alexander, ha habido días en Avdiivka que entre los dos ejércitos sumaban 300 drones en el cielo. La principal diferencia, avisa, es que su Paladin no tienen suficiente munición: si en abril en Bajmut, y en verano en Orijiv —en el frente de Zaporiyia—, disparaban entre 100 y 150 proyectiles al día, en Avdiivka pueden disparar 15 proyectiles, 10 veces menos. No solo esto: según este veterano militar, de tanto utilizarse, los obuses pierden precisión. Su Paladin tenía en verano un margen de error de siete metros sobre el objetivo y ahora es de 70 metros.

Inferioridad en munición

La carencia de munición para la artillería ha sido confirmada por el Gobierno y por el propio Zaluzhni, que en un ensayo publicado por The Economist estimaba que sus tropas no tendrían un arsenal suficiente para pasar al ataque en por lo menos un año. Sus aliados en la OTAN se han quedado prácticamente sin reservas de proyectiles y la industria militar occidental no estará en pleno funcionamiento para armar a sus países y a Ucrania hasta finales de 2024, según coinciden las estimaciones de Zaluzhni y de centros de análisis de defensa estadounidenses y europeos.

La falta de munición también explicaría una de las mayores ventajas rusas en la guerra, según esgrime Roman, comandante de una unidad de morteros de la 110ª Brigada Separada ucrania: sus trincheras. “Los rusos nos dan muchas vueltas en ingeniería de trincheras”, dice Ivan, que coincide con otros militares consultados este otoño en los varios frentes de Donetsk: ”Los rusos avanzan 300 o 500 metros y cavan, avanzan 300 metros y vuelven a cavar y a cavar. Trincheras más profundas y seguras que las nuestras. Ganan terreno y lo aseguran. Cuando ganamos una posición suya estamos contentos porque estamos más seguros que en las nuestras”.

Roman replica que esta capacidad rusa por levantar trincheras se debe a que no cuentan con suficiente munición para impedirlo. Según sus cálculos, si al inicio de la guerra sus morteros podían disparar uno por cada tres proyectiles del enemigo, ahora la diferencia es de uno a ocho. “Tampoco podemos operar por mucho tiempo porque los ataques aéreos son constantes”, añade este militar.

Zaluzhni detalló en su informe para The Economist que el conflicto había entrado en una nueva fase, la de la guerra posicional, en la que las grandes maniobras y avances rápidos habían quedado atrás. Ahora predominaría el fuego disuasorio y los asaltos de infantería a posiciones concretas. Para ello, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas pedía a sus aliados internacionales la tecnología más avanzada para tomar el control aéreo, con drones y armas de ondas electromagnéticas contra los vehículos no tripulados del enemigo. El escrito de Zaluzhni fue desautorizado por el presidente, Volodímir Zelenski. Supuso una sacudida por su pesimismo para la población ucrania y para la comunidad internacional, pero no para sus soldados, asegura Ivan: “Nada de lo que contaba es nuevo para nosotros. Era un mensaje a nuestros socios en el exterior, para avisar de que la situación es esta”.

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Sobre la firma

Cristian Segura (enviado especial)
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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