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Le Pen intenta abanderar la lucha contra el antisemitismo para culminar la normalización de su partido

La líder de la extrema derecha francesa incomoda a Macron y a la izquierda con el anuncio de su presencia en una manifestación este domingo contra los actos antijudíos en Francia

Marine Le Pen, líder de Reagrupamiento Nacional
La líder de Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, durante una intervención en la Asamblea francesa en París, el pasado 10 de octubre.CHRISTOPHE PETIT TESSON (EFE)
Marc Bassets

La escena habría descolocado a cualquiera de los fundadores del Frente Nacional. Un diputado de la extrema derecha francesa tomó esta semana la palabra en la Asamblea Nacional para citar con admiración a Stefan Zweig, escritor judío perseguido por los nazis, y a otro autor asociado al antifascismo: André Malraux, que participó en la Guerra Civil española junto a la República. El diputado Jean-Philippe Tanguy declaró después: “La hidra odiosa del odio a los judíos no se estrella contra un muro unánime de la espada y el escudo de nuestras democracias para abatirla, sino que se abre camino entre la cobardía, la indiferencia y el clientelismo”.

Tanguy es miembro de Reagrupamiento Nacional (RN), partido heredero del Frente Nacional, creado hace medio siglo por un puñado de ultraderechistas. Entre ellos, antiguos colaboracionistas con la Alemania nazi. Y Jean-Marie Le Pen, que sería condenado por declaraciones antisemitas. Hoy el RN es el primer partido de oposición en Francia. Lo lidera Marine Le Pen, hija de Jean-Marie. Y, como demuestran las palabras del citado parlamentario, intenta abanderar la lucha contra el mismo antisemitismo que cultivaban sus antecesores.

Pero hacer olvidar el antisemitismo, que está en los orígenes del partido, no resulta sencillo. Su presencia, este domingo, en una marcha contra el antisemitismo convocada por los presidentes de la Asamblea Nacional y el Senado, ha incomodado a la izquierda y a los partidarios del presidente, Emmanuel Macron, así como a organizaciones judías. Solo La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon, partido hermano de Podemos, faltará a la cita del domingo. El resto acudirá.

Macron ha alertado contra la confusión entre “el rechazo a los musulmanes y el apoyo a los judíos”. Sin citar a Le Pen, le atribuye el uso de la lucha contra el antisemitismo para fomentar la hostilidad a quienes practican el islam.

La guerra en Oriente Próximo ha permitido al partido de Marine Le Pen acelerar el proceso de desdiabolización, o normalización, que emprendió hace más de una década, cuando tomó las riendas del partido. Se trataba de sacarlo del rincón ultra y convertirlo en aceptable para una mayoría de franceses. Para ello expulsó al padre, precisamente tras una de sus habituales salidas antisemitas. Y avanzó elección tras elección, hasta conseguir más de 13 millones de votos en las últimas presidenciales, en 2022.

“Yo siempre he expresado mi apoyo a nuestros compatriotas judíos en todas las circunstancias y, por otro lado, cada vez son más numerosos los que confían en nosotros”, decía en abril Le Pen a EL PAÍS. “No creo que haya una sola persona que pueda encontrar una palabra o escrito de mi parte, de miembros del RN, que pueda ser calificada de antisemita”.

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Desde el 7 octubre, cuando Hamás mató a más de 1.400 personas en Israel y desencadenó una respuesta militar que ya ha dejado, según las autoridades palestinas, más de 10.000 muertos en Gaza, Le Pen y sus colaboradores han multiplicado las proclamas en defensa de Israel. Y se han postulado como principales defensores de los judíos de Francia, inquietos por una ola de actos hostiles contra ellos en las últimas semanas.

“Para Marine Le Pen es importante hacerse respetable”, explicaba hace unos días Jérôme Fourquet, director de opinión del instituto demoscópico Ifop. “Pero el último cerrojo era el antisemitismo”. Es como si Le Pen se hubiese liberado a lo largo de los años de las cadenas que impedían su normalización y estuviese casi al final del camino. La cadena del antisemitismo era la decisiva, porque ha sido, históricamente, una seña de identidad de la extrema derecha francesa.

Para explicar el proceso, Fourquet, sagaz observador de los cambios profundos en la sociedad, se retrotrae a 1990. Ese año, la profanación de un cementerio judío en el sur de Francia, en Carpentras, después de varias declaraciones antisemitas de Jean-Marie Le Pen, llevó a una amplia movilización contra esta actitud que encabezó el entonces presidente, François Mitterrand. El analista recuerda que el lema era: “Le Pen las palabras, Carpentras las lágrimas”.

Mélenchon, el único que no acudirá

“El partido paria, totalmente excluido, era el Frente Nacional”, explica Fourquet, autor del recién publicado La Francia de después. Tres décadas más tarde, el RN acude a las manifestaciones contra el antisemitismo. “Y el partido que se ha marginalizado”, observa, “es La Francia Insumisa”.

Acusado durante años de cortejar el voto islamista, los insumisos son ahora, más que el RN, el foco de las críticas del resto de partidos. Primero, por la negativa a calificar a Hamás de terrorista tras el 7 de octubre. Y después, por declaraciones polémicas de Mélenchon, como la de esta semana, cuando justificó así su ausencia en la manifestación del domingo: “Los amigos del apoyo incondicional a la masacre tienen su cita”. Se le ha reprochado que haga una equivalencia entre protestar contra el antisemitismo y defender los bombardeos israelíes en Gaza.

“Hay una comunidad judía que se siente amenazada y atacada, y considera que LFI es mansa ante este nuevo antisemitismo”, dice Fourquet. “El electorado judío en Francia, que siempre fue muy diverso, aunque más bien votaba por la izquierda, desde el principio de los años 2000 se inclina hacia la derecha y cada vez más hacia la extrema derecha”.

Lo que sucede estos días es una etapa más en una mutación ideológica que alimenta las probabilidades para que el viejo partido ultra, definitivamente normalizado, esté en condiciones de conquistar el palacio del Elíseo en las próximas presidenciales, en 2027. Pero el pasado nunca pasa del todo. Hace unos días, Jordan Bardella, mano derecha de Marine Le Pen y presidente del partido, declaró en una entrevista televisiva: “Yo no creo que Jean-Marie Le Pen fuese antisemita”. Los viejos demonios siguen ahí. La mutación no ha culminado.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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