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La guerra en Sudán devuelve Darfur al infierno

La región es escenario de numerosas atrocidades, mientras los combates entre el ejército y los paramilitares siguen en Jartum y se extienden a otros puntos del país africano

Sudán
Desplazados sudaneses llegan a la ciudad de Gadarif, en el este de Sudán, el pasado lunes.- (AFP)
Marc Español

Se empiezan a consumar algunos de los peores presagios que planeaban sobre Sudán cuando estalló en abril una lucha de poder entre el ejército y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido. Después de dos meses y medio de guerra, y tras varios intentos de mediación fallidos, el conflicto se adentra en una fase crítica marcada por una alarmante escalada de la violencia y la apertura de nuevos frentes, lo que está agravando la crisis humana en el país y está propiciando la proliferación de graves violaciones de derechos humanos.

El deterioro más vertiginoso se está produciendo en la región occidental de Darfur, feudo tradicional de las Fuerzas de Apoyo Rápido. Allí, tanto los militares como la policía se han retirado de muchas ciudades y pueblos, lo que ha dejado grandes vacíos de poder que han allanado el camino para el despliegue de los paramilitares y de milicias árabes afines. Ambos están sembrando el terror en muchos de estos puntos del territorio sudanés y están bloqueando corredores humanitarios y la llegada de ayuda exterior, algo que ellos niegan.

Los peores episodios de violencia se están documentando en El Geneina, capital de Darfur Occidental. Los ataques de paramilitares y de milicias árabes en la ciudad, que ya en los últimos años ha sido escenario de grandes matanzas, tienen un marcado carácter étnico contra personas de grupos no árabes, que se han armado en un intento de frenar los asaltos. Varios grupos de derechos humanos locales y regionales estiman que los asaltos han dejado solo en El Geneina más de 1.000 muertos.

Desde mediados de mayo, los servicios de comunicación y de internet en El Geneina han sufrido interrupciones, lo que complica determinar la magnitud de lo que está sucediendo. Pero la masacre coincide con una escasez generalizada de comida y agua, así como con el colapso de servicios básicos como la atención médica. Se están registrando asimismo denuncias de violencia sexual y asesinatos selectivos de líderes y activistas comunitarios.

Médicos Sin Fronteras ha observado que el camino de huida hacia Chad, a apenas 20 kilómetros, está “plagado de peligros”, sobre todo por la presencia de grupos armados, y ha señalado que decenas de personas han sido asesinadas y centenares han resultado heridas de bala mientras trataban de huir. También se han producido violaciones. Pese a estos riesgos, unas 117.000 personas de Darfur, la mayoría de El Geneina, han escapado al país vecino desde el inicio de la guerra, y casi 300.000 se han desplazado internamente, según datos de la ONU.

La situación en la ciudad tocó fondo a mediados de junio, cuando el gobernador de Darfur Occidental, Jamis Abdallah Abkar, de una tribu no árabe, fue asesinado tras conceder una entrevista a una televisión saudí. En ella, Abkar calificó de genocidio lo que está sucediendo en la región, responsabilizó a las Fuerzas de Apoyo Rápido y a milicias árabes afines y pidió la intervención de la comunidad internacional. Un portavoz de las Fuerzas de Apoyo Rápido niega a EL PAÍS que se encuentren detrás de los hechos, y afirma que disponen de pruebas que incriminan al ejército, aunque no ofrece ninguna. En un vídeo verificado del arresto de Abkar, que ha sido difundido en las redes sociales, se pueden observar hombres con uniformes de los paramilitares y a un comandante suyo en la región. Su portavoz declaró que lo estaban protegiendo.

La asesora especial de la ONU para la prevención del genocidio, Alice Wairimu, catalogó entonces de “espantosa” la violencia en Darfur Occidental, y alertó de que puede derivar “en nuevas campañas de violaciones, asesinatos y limpieza étnica”. Un sindicato de doctores de la región ha comparado la situación en El Geneina al genocidio de Ruanda de 1994.

Más allá de El Geneina, en las últimas semanas se ha registrado un repunte de la violencia en el resto de Estados de Darfur. Algunos de los lugares más castigados incluyen la ciudad de Kutum, que ha sido declarada zona de desastre humanitaria por el Gobierno de Darfur Norte, y campos de desplazados en este mismo Estado. La capital de Darfur Central, Zalingei, y de Darfur Meridional, Nyala, también han sido escenario de fuertes combates.

Darfur ya sufrió a principios de los 2000 una feroz ofensiva y campaña de limpieza étnica liderada por milicias que hoy integran en gran medida las Fuerzas de Apoyo Rápido, a las que recurrió el dictador Omar Al Bashir, derrocado en 2019, para aplacar un levantamiento armado contra la represión, el sectarismo y el expolio de su régimen. En 2008, la ONU estimó que habían muerto en la región más de 300.000 personas y 2,5 millones habían huido.

Intensos enfrentamientos

En Jartum, la capital de Sudán y el otro punto del país más afectado por los combates, la intensidad de la violencia solo se ha rebajado de forma puntual durante los dos meses y medio de guerra, con la declaración de algunas treguas que, una vez terminadas, han dado paso a intensos enfrentamientos armados. El último alto el fuego venció a finales de junio. Buena parte de la ciudad continúa hoy controlada por las Fuerzas de Apoyo Rápido, que se han incrustado en muchos barrios residenciales en los que han sembrado el terror. El ejército está sobre todo combatiendo por el aire, lo que está provocando gran devastación.

En las últimas semanas, también se han abiertos nuevos frentes en regiones periféricas del país que inicialmente habían quedado al margen de la violencia. Uno de los puntos donde la situación más se ha deteriorado es la capital de Kordofán Norte, El Obeid, que se sitúa estratégicamente entre Jartum y Darfur y permanece sitiada desde hace varias semanas por las Fuerzas de Apoyo Rápido. En los Estados de Kordofán Sur y Nilo Azul, en la frontera con Sudán del Sur y Etiopía, se ha movilizado un importante movimiento armado que actúa de forma independiente y ha atacado posiciones del ejército.

Arabia Saudí y Estados Unidos mediaron durante semanas entre ambos bandos para frenar las hostilidades, pero sus esfuerzos han sido en gran medida estériles y solo han asegurado treguas esporádicas en Jartum, que se han aprovechado para movilizar a más tropas y abastecerlas. Ante la falta de avances, Washington suspendió en junio las conversaciones.

Aunque las cuentas son cada vez más difíciles de mantener, desde el inicio de la guerra se ha registrado la muerte de al menos 3.000 civiles y casi el doble de heridos. Alrededor de 2,8 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares, y, de ellas, más de 600.000 han huido del país.

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