Israel lanza su primer asesinato selectivo aéreo en Cisjordania desde 2005
Un misil disparado desde un dron mata a tres milicianos palestinos, que el Ejército israelí vincula a ataques recientes en asentamientos, y profundiza la escalada de violencia. Horas antes, decenas de colonos quemaron casas y vehículos en Cisjordania
El ejército israelí ha matado este miércoles a tres milicianos palestinos con un bombardeo desde un dron en la ciudad de Yenín, en el primer asesinato selectivo aéreo que efectúa en Cisjordania desde el fin de la Segunda Intifada, en 2005. La operación, que venían pidiendo varios ministros en el Gobierno de Benjamín Netanyahu, supone un salto cualitativo y simbólico en la escalada de violencia que vive la región. El desencadenante ha sido un atentado del brazo armado de Hamás en la víspera en el asentamiento judío de Eli en Cisjordania, en el que murieron cuatro civiles israelíes.
El ejército israelí ha anunciado en un comunicado que el objetivo era una “célula terrorista que viajaba en un vehículo sospechoso”. Los acusa de haber efectuado un ataque con disparos cerca de la localidad fronteriza de Jalame y de otros recientes contra asentamientos judíos en el territorio ocupado de Cisjordania. La Yihad Islámica ha difundido sus fotos y ha identificado a dos de ellos como integrantes de su brazo armado, las Brigadas Al Quds. El tercero pertenecía a las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa. En redes sociales circulan imágenes del vehículo envuelto en llamas.
“Tomaremos un enfoque ofensivo y proactivo contra el terrorismo”, ha tuiteado el ministro de Defensa, Yoav Gallant. “Usaremos todos los medios a nuestro alcance y cobraremos el precio a todo terrorista”, ha agregado.
El bombardeo marca el cenit de una semana de tensión que empezó el lunes con una redada militar en Yenín que dejó seis muertos. También ese día el ejército israelí recurrió a medios que no había empleado en Cisjordania desde 2005: un helicóptero abrió fuego para favorecer la evacuación de sus tropas, sin dirigir el disparo directamente contra milicianos.
Al día siguiente, igual que sucedió en enero tras un atentado con siete muertos cerca de Jerusalén, dos palestinos entraron a una gasolinera a la entrada de un asentamiento, abrieron fuego y mataron a cuatro israelíes. El brazo armado de Hamás, las Brigadas de Ezedín Al Qasam, reivindicaron la autoría, en venganza por la incursión en Yenín, y volvieron los llamamientos de ministros y líderes colonos israelíes ―como el titular de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir― a retomar los asesinatos selectivos en Cisjordania. Ambos son los atentados más letales contra israelíes en lo que va de año.
El previsible guion de la violencia continuó este miércoles con la muerte de un palestino a manos de la policía y la quema por colonos israelíes ultranacionalistas de decenas de casas y vehículos. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció además el inicio “inmediato” de los planes de construcción de 1.000 viviendas en Eli, el asentamiento judío entre las ciudades de Ramala y Nablus a cuyos pies tuvo lugar el ataque. “Nuestra respuesta al terrorismo es atacarlo con fuerza y construir nuestro país”, ha señalado Netanyahu.
El pasado enero, a raíz del citado atentado, decenas de colonos radicales mataron a un palestino y quemaron decenas de sus casas y vehículos en la localidad palestina de Huwara. Las imágenes de los colonos parando para rezar en medio de lo que el propio el jefe del Comando Central del ejército israelí, Yuval Fuchs, calificó de pogromo, impactaron a una parte de la población israelí. Los grupos más izquierdistas de las manifestaciones contra la reforma judicial comenzaron a corear a los policías “¿Dónde estabais en Huwara?” cuando se acercaban a desalojarlos.
Una nueva Huwara
Este miércoles, Huwara ha sido Turmusayya, una localidad cisjordana de la que no procedía ninguno de los dos autores del atentado en Eli, que fueron abatidos, y en la que la mayoría de sus 11.000 habitantes tiene doble nacionalidad palestina-estadounidense. Lo ha vivido de primera mano Tayeb Awad, de 25 años y que estaba en su casa, junto con su esposa y sus dos hijos (de dos meses y dos años) cuando vio aproximarse a decenas de israelíes a plena luz del día. “Vi cómo echaban gasolina y quemaban los dos coches que tenemos en la entrada”, cuenta, visiblemente agitado. “Me quedé dentro hasta que llegaron los jóvenes y me atreví a salir. Gracias a Dios, no nos ha pasado nada”, añade.
Los jóvenes a los que hace mención son decenas de palestinos que salieron a las calles. No tuvieron enfrentamientos con los colonos, pero sí con los policías israelíes que habían entrado a la localidad. Uno de los agentes mató de un disparo a un joven de 27 años. La policía israelí asegura en un comunicado que entró para proteger a los bomberos y fue atacada por un grupo de palestinos con piedras y material pirotécnico. Un policía identificó que alguien abrió fuego contra él y, al “sentir que su vida estaba en serio peligro, hizo un disparo preciso contra el alborotador sospechoso de haber disparado”. Hay además 12 heridos.
Los habitantes de Turmusayya ―que también fue atacada por colonos en enero, aunque en menor medida que Huwara― están sorprendidos de que entrasen los colonos, ya que normalmente estas operaciones de venganza (conocidas como el “precio”) tienen lugar de noche. “Por eso, teníamos la verja abierta. Por las noches tomamos más precauciones, pero no esperábamos algo así a plena luz del día”, cuenta Numan Shalabi, el dueño de una vivienda con señales de disparos y varias ventanas rotas por piedras. Enfrente, hay tres coches completamente calcinados. “Trataron de forzar la puerta, pero es fuerte y resistió. Había 13 personas dentro, mujeres y niños, que fueron subiendo cada vez un piso, hasta el tercero, porque los disparos iban dando por fuera: primero, a la altura del primero y luego, del segundo”, relata. No supieron que había acabado el peligro hasta que se acercaron a decírselo varios vecinos. Entonces, salieron.
Un aspecto parecido presenta la casa a la que Samira (nombre ficticio) se mudó hace cuatro años desde Estados Unidos, con vidrios rotos, mobiliario en la entrada tirado por los suelos y dos coches quemados. Recurre al humor (“ya no tengo coche, ahora mi hermana tendrá que hacerme de chófer”, dice) para lidiar con lo que acaba de vivir. Relata que estaba en el porche de la casa con dos de sus tres hijos cuando vio a acercarse a los colonos, cubiertos con pasamontañas. Se metió al interior y encerró a sus hijos adolescentes en el cuarto de baño. “El mayor me decía: ‘Abre, mamá, quiero darte un abrazo porque a lo mejor vamos a morir y no quiero morir sin darte un abrazo’. Era horrible oírlo porque no me atrevía a abrir”. Samira regresó a la tierra de sus raíces familiares hace cuatro años, para que sus hijos “conectasen con la cultura y aprendiesen árabe”. “Después de lo de hoy, he decidido que me vuelvo con mi hermana a Chicago. Sí, nos echan. No quiero criar así aquí a mis hijos. Me da miedo por ellos”.
El primer ministro de la Autoridad Palestina, Mohamed Shtayeh, se desplazó al lugar a última hora de la tarde. Condenó “los bárbaros ataques de colonos contra ciudadanos pacíficos” y aseguró que reflejan “la mentalidad de quemar y matar que gobierna en Israel”. El ejército israelí ha señalado que las fuerzas de seguridad entraron en el pueblo “para apagar los incendios, evitar roces y recoger pruebas” y condenado los “graves incidentes de violencia y destrucción de propiedad”, que les impiden centrarse “en su principal misión: proteger la seguridad de los ciudadanos del Estado de Israel y prevenir el terrorismo”.
A Turmusayya se accede desde la carretera 60 de Cisjordania, que utilizan tanto israelíes (generalmente colonos de la zona) como palestinos y en la que tuvo lugar el atentado de la víspera, en una gasolinera y un restaurante unos pocos kilómetros más al norte. El acceso está vigilado desde la noche del martes por soldados israelíes y los locales han montado además en uno de los carriles una barricada improvisada con contenedores de basura. Los colonos, según los testimonios y las imágenes en redes sociales, llegaron desde un asentamiento cercano.
El número de ataques en Cisjordania a palestinos y sus propiedades sigue una curva ascendente desde 2016. En 2022 fueron 838, casi el doble que el año anterior y casi el triple que en 2020, según datos del ejército israelí.
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