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La movilización contra la reforma de Macron pierde fuerza a la espera de la decisión del Constitucional

En la undécima jornada de protestas en Francia contra el aumento de la edad de jubilación, el líder izquierdista Mélenchon asegura a EL PAÍS que la movilización durará “hasta que [el presidente] tire su reforma a la basura”

Manifestantes participan en el undécimo día de protestas contra la reforma de las pensiones, en Nantes (oeste de Francia), este jueves 6 de abril.Foto: LOIC VENANCE
Marc Bassets

Los sindicatos franceses han demostrado este jueves que mantienen la capacidad de movilización contra la reforma de las pensiones. Pero la afluencia a las manifestaciones ha bajado en las últimas dos semanas. Y el seguimiento de las huelgas se ha reducido. La undécima jornada de protestas ha servido este jueves al Gobierno y a los sindicatos para evaluar sus fuerzas ante la próxima cita decisiva: el 14 de abril, el Consejo Constitucional anunciará su decisión sobre la ley que ha puesto a Francia al borde la crisis política y social. Los sindicatos han convocado una nueva movilización para el día 13.

En declaraciones a EL PAÍS durante la manifestación en París, el líder izquierdista Jean-Luc Mélenchon adelantó que la movilización durará “hasta que [Emmanuel Macron] tire su reforma a la basura”. “Y antes”, añadió, “nada. Lucha, lucha, lucha”.

“¿Por qué vamos a parar [de manifestarnos]?”, se preguntó en un castellano fluido el veterano político anticapitalista y euroescéptico. “¿Él para? No. Entonces, ¿por qué nosotros vamos a parar? Mire, señor, no es una pelea ideológica ni únicamente política. ¡Están robando dos años de vida a la gente! Y la gente no quiere. Punto final”. Mélenchon se refería al punto central de la reforma: el aumento de la edad de jubilación de los 62 a los 64 años.

En toda Francia, según el Ministerio del Interior, salieron 570.000 manifestantes, 170.000 menos que la semana pasada. Según el sindicato CGT, fueron casi dos millones, frente a los más de dos millones la vez anterior y los 3,5 millones de hace dos semanas. Los incidentes dominaron buena parte de la marcha en París, donde las fuerzas del orden detuvieron a 31 personas y 77 policías y gendarmes resultaron heridas. según la Prefectura.

El Gobierno confía en que el movimiento se acabe agotando: los franceses, pese a que mayoritariamente están en contra de la ley, se estarían resignando a pasar página.

Manifestantes en la ciudad de Rennes, este jueves.
Manifestantes en la ciudad de Rennes, este jueves. DAMIEN MEYER (AFP)

Los sindicatos, que llevan casi cuatro meses organizando huelgas y manifestaciones masivas, quieren hacer una nueva demostración de fuerza en las calles de Francia para que el presidente, Emmanuel Macron, retire la ley o al menos la deje en suspenso.

En la marcha de París, que empezó las 14.00 en un ambiente festivo, había una nutrida presencia de estudiantes y sindicalistas. Mathieu, alumno de literatura inglesa en París y apasionado de la poesía y el teatro del siglo XVII, explicaba que la protesta va más allá de la reforma. Apuntan a Macron y al sistema, dijo este estudiante universitario de 20 años que iba vestido con una sudadera negra y pantalones con motivos militares. “Nuestro objetivo es que Macron se vaya”, declaró. “Si el presidente cae, todo el modelo caerá”.

A unos metros, un sindicalista del sector metalúrgico llamado Fabien Pernot, de 42 años, iba disfrazado de Astérix. Y comentaba: “En el cómic, Astérix y Obélix resisten, cueste lo que cueste, contra el invasor, que es Julio César. Nosotros también estamos en contra de esta reforma y queremos oponernos hasta el final”. “Tarde o temprano”, añadió, “Macron se verá obligado a dar marcha atrás”.

Hacia las 16.00, se produjeron los primeros disturbios cuando un grupo de violentos atacó el restaurante La Rotonde en el bulevar de Montparnasse, lugar asociado al macronismo, pues fue ahí donde en 2017 celebró su primera victoria electoral, y ha seguido frecuentándolo desde entonces. Un toldo del establecimiento se incendió.

Policías antidisturbios protegen el restaurante La Rotonde, este jueves en París.
Policías antidisturbios protegen el restaurante La Rotonde, este jueves en París. TERESA SUAREZ (EFE)

Pese a las huelgas en sectores como la limpieza, la energía o los transportes, en ningún momento, durante estos meses, Francia ha quedado paralizada. Pero el movimiento ha hecho aflorar un descontento que va más allá de las pensiones. Los altercados provocados por pequeños grupos de manifestantes y las acusaciones de excesos policiales han enturbiado el debate. El Ministerio del Interior ha desplegado 11.000 policías y gendarmes por todo el país.

Todo está supeditado ahora a la decisión del Constitucional. Los sabios, como se conoce a los nueve miembros del tribunal, deberán decidir si la ley cumple con la Constitución. Podrían censurarla en su integridad. O enmendar algunos artículos. Los sabios decidirán, por otro lado, si aceptan la petición para organizar un referéndum que, previa recogida de casi cinco millones de firmas, intente fijar la edad máxima de jubilación en los 62 años actuales. El proceso tomaría más de un año.

Una agria discusión

La nueva jornada de protestas ha quedado marcada por una agria discusión, vía declaraciones en la prensa, entre Macron y Laurent Berger, secretario general del primer sindicato, la reformista CFDT. De viaje en China, el presidente quiso responder a Berger, quien considera que Francia pasa por una “grave crisis democrática” después de que la reforma se adoptase por medio del artículo 49.3 de la Constitución —una especie de decreto que evita el voto en la Asamblea Nacional— y pese a la oposición, según los sondeos, del 70% de franceses.

“Que un presidente elegido en las urnas, con una mayoría [parlamentaria], aunque sea relativa, intente llevar a cabo un proyecto que se ha defendido democráticamente, esto no se llama crisis democrática”, dijo Macron. “Si la gente quería la jubilación a los 60 años, no era a mí a quien había que elegir como presidente de la República.”

Participantes en la manifestación de Niza, este jueves.
Participantes en la manifestación de Niza, este jueves.VALERY HACHE (AFP)

El presidente, con estas palabras, se refería a que en abril de 2022 fue reelegido tras una campaña en la que prometió aumentar la edad de jubilación a los 65 años. En la primera vuelta, fue el candidato más votado, con 9,7 millones de votos, un 27,8%. En la segunda, se impuso a la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, con 18,8 millones de votos, un 58,5%. Los detractores replican a este argumento señalando que, en la segunda vuelta, muchos de los votos que recibió Macron no eran para que aumentase la edad de jubilación, sino para frenar a Le Pen.

Los macronistas replican que, en todo caso, el presidente fue el más votado en la primera vuelta, cuando se supone que los electores tienden a elegir en función de su preferencia. También alegan que la adopción de la reforma ha sido democrática: el fracaso de la moción de censura del 20 de marzo contra el Gobierno, que habría anulado la ley, demostró que no existía una mayoría en su contra. En China, Macron acusó a Berger de no haber hecho propuestas alternativas.

En la cadena BFMTV, el dirigente sindical replicó: “Llamo a la calma. Llamo a no perder los nervios”. El miércoles, el jefe de la CFDT y los otros siete líderes sindicales se reunieron con la primera ministra, Élisabeth Borne, por primera vez desde enero. Los sindicalistas abandonaron la reunión ante la negativa del Gobierno a retirar la reforma.

En los últimos días, se han publicado varios sondeos que, si ahora se celebrasen elecciones presidenciales o legislativas, Le Pen y su partido sería los más beneficiados. Mélenchon respondió en la manifestación de París: “Señor, ¿por qué sube Le Pen? Yo se lo voy a explicar. En pocas palabras. Los puntos que gana la señora Le Pen son los puntos que pierde el señor Macron. Lo que está pasando en este país es que lo se ve en muchísimos países de Europa y puede ser que también en España: es la ultraderechización de la derecha. La derecha se está ultraderechizando”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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