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La ministra de Exteriores de Alemania: “Putin ha respondido a nuestros intentos de disuasión con ataques aún más brutales”

Annalena Baerbock no ve cerca la senda de la paz: “Mientras el presidente ruso apunte con una pistola a la cabeza de Ucrania, las negociaciones serían un chantaje”

La ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, caminaba hacia la sede de la ONU en Nueva York, el 24 de febrero.
La ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, caminaba hacia la sede de la ONU en Nueva York, el 24 de febrero.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)
Elena G. Sevillano

Su propuesta para dotar a Alemania de una “política exterior feminista” le ha granjeado críticas pero también muchos elogios, asegura Annalena Baerbock (Hannover, 42 años). De eso se trataba, apunta la ministra de Exteriores alemana: de generar reacciones y visibilizar datos como que solo el 26% de los embajadores de su país son mujeres, o que “sigue habiendo negociaciones de paz en las que ni una mujer se sienta a la mesa, pese a que en las guerras ellas son las primeras víctimas”, asegura durante una entrevista con EL PAÍS y otros tres periódicos europeos de la alianza de medios LENA. Baerbock recibe a los periodistas el jueves en su despacho del ministerio, un edificio histórico en el centro de Berlín. Acaba de llegar de una sesión parlamentaria y después tiene que preparar el viaje a Japón que medio Gobierno emprenderá al día siguiente. No hay tiempo para fotos, se excusan sus colaboradores. Sí lo habrá para una hora de preguntas que responde de corrido, permitiéndose solo un par de segundos de pausa antes de empezar a hablar.

Hace algo más de año y medio, la cara de Baerbock ocupaba todas las portadas, que se preguntaban si estaba a punto de convertirse en la primera canciller verde del país. Su popularidad creció de tal forma que llegó a encabezar las encuestas por delante de los candidatos socialdemócrata y democristiano en las primeras elecciones federales tras la marcha de Angela Merkel. Una serie de tropiezos la desgastaron hasta acabar en tercer lugar, pero con los mejores resultados de Los Verdes en su historia. Desde esa posición de fortaleza en el Gobierno de coalición, Baerbock ha ejercido de contrapunto de los socialdemócratas de Olaf Scholz demostrando un pragmatismo impropio de la idea que Europa tenía de los partidos ecologistas. Ejerció presión para que Berlín enviara armas a Ucrania, hizo autocrítica de la dependencia alemana del gas ruso y ahora mantiene un tono mucho más duro sobre China.

Pregunta. Autoproclamados pacifistas se manifestaron recientemente en Berlín contra el apoyo militar a Kiev. Como miembro de Los Verdes, ¿se define usted como pacifista? ¿Está Alemania haciendo todos los esfuerzos diplomáticos posibles para poner fin a la guerra?

Respuesta. Pacifismo no significa tolerar la injusticia, sino que uno no debe utilizar la violencia para conseguir sus objetivos. En el plano internacional no debe aplicarse la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley. Si [Vladímir] Putin viola brutalmente el derecho internacional, invade un país vecino más pequeño, asesina a gente a sangre fría, creo que es nuestra responsabilidad internacional apoyar a la víctima, que en este caso es Ucrania y su pueblo. Por eso intentamos a lo largo del año pasado disuadir a Rusia de esta brutal guerra de agresión por la vía diplomática. Pero Putin ha respondido a estos intentos con ataques aún más brutales. Por eso también estamos apoyando a Ucrania con armas. Porque una paz dictada no es paz.

P. Los combates en el este de Ucrania son terribles. ¿Cree que el ejército de Kiev podrá obligar a Rusia a retirarse? ¿Ve posible la paz este año?

R. Trabajamos día y noche por la paz. Mientras Putin bombardee a inocentes, incumpla la Carta de Naciones Unidas y no retire sus tropas, nosotros trataremos de ayudar a salvar vidas apoyando a Ucrania. Y durante todo el tiempo que sea necesario: con entregas de armas, pero también con ayuda financiera, con medicamentos, en la reconstrucción de edificios escolares o del suministro de agua y electricidad. Está claro que la paz y la libertad no pueden lograrse a largo plazo solo con medios militares. Pero mientras el presidente ruso apunte con una pistola a la cabeza de Ucrania, las negociaciones serían un chantaje.

P. El representante de Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrell, dijo recientemente que la UE había agotado el abanico de sanciones contra Rusia. ¿Está de acuerdo?

R. Hace unas semanas lanzamos el décimo paquete de sanciones para, entre otras cosas, cubrir vacíos legales de los anteriores y evitar que sea posible eludir las sanciones. Desgraciadamente, estamos viendo que otros países compran las exportaciones rusas en mejores condiciones. En este sentido, estoy de acuerdo con Josep Borrell en centrarnos en ello. Al mismo tiempo, vemos que las sanciones están surtiendo efecto. A los responsables rusos que cometen delitos atroces o se benefician de ellos no se les debe permitir entrar en Europa ni traer aquí su dinero para ponerlo a salvo.

P. Ucrania exige que las conversaciones de adhesión a la UE comiencen este año. Y exige garantías formales de seguridad por parte de la OTAN. ¿Cree que alguna de estas dos cosas es posible?

R. Me quito el sombrero ante el modo en que el país ha dado pasos hacia la reforma en plena guerra para hacer posible una rápida adhesión a la UE. Pero no puede haber rebajas cuando se trata del Estado de derecho, la libertad de expresión y los valores europeos comunes. Por eso la adhesión depende del proceso de reforma. La OTAN tiene una política de puertas abiertas; son los Estados soberanos los que deciden por sí mismos a qué alianza quieren pertenecer. En el caso de Ucrania, esta cuestión no se plantea hoy; lo primero es poner fin a esta terrible guerra.

P. ¿Comparte el temor a que las antiguas repúblicas soviéticas de Georgia y Moldavia puedan caer del lado de Moscú?

R. Forma parte de la estrategia de Rusia para desestabilizar a las sociedades que siguen el camino europeo. Y sobre todo ahora que el éxito militar de Putin en Ucrania no se está materializando como estaba previsto, no es casualidad que aumenten los intentos rusos de ejercer influencia en Moldavia y Georgia, y que se torpedee a los gobiernos que luchan contra el nepotismo y la corrupción para desvincularse de la dependencia rusa. Compartimos con ellos valores europeos y apoyamos su deseo de decidir por ellos mismos vivir en paz y libertad a través de la perspectiva de la adhesión europea.

P. ¿Qué pasará con la alianza transatlántica si el próximo presidente estadounidense es republicano?

R. Para mí, la política responsable significa no especular sobre acontecimientos futuros, sino actuar en el presente de forma que podamos forjar juntos un buen futuro. El vínculo transatlántico entre el Gobierno alemán y el estadounidense rara vez ha sido tan estrecho como en la actualidad.

P. Pero, ¿y si Donald Trump hunde a la OTAN en otra crisis en un hipotético segundo mandato?

R. Cuando los gobiernos tienen opiniones muy diferentes, es aún más importante estudiar en qué asuntos podemos cooperar. Y la política exterior no se limita a la cooperación entre las capitales. Por eso, en cada viaje visito deliberadamente otras regiones de un país, las universidades, la sociedad civil, las empresas locales. Cuando la anterior Administración estadounidense se retiró del Acuerdo de París sobre el Clima, hubo cooperación entre Estados alemanes y Estados estadounidenses en política climática, por ejemplo, entre California y Baden-Württemberg, que también cooperan estrechamente en política económica.

P. ¿Están conduciendo las crecientes tensiones entre EE UU y China a una nueva Guerra Fría?

R. El mundo ha cambiado desde la Guerra Fría. Han aparecido nuevos actores. Con su poder económico, Europa es un actor fuerte en el mundo. China se ha convertido en una de las naciones industriales más fuertes, que desgraciadamente al mismo tiempo se aleja cada vez más de las reglas internacionales. Pero también grandes democracias como la India, Brasil o Nigeria desempeñan hoy un papel importante. No vivimos en un mundo dividido en dos, sino en un mundo multipolar con diferentes actores y retos globales que solo podemos resolver juntos. Solo así podemos combatir la crisis climática, las pandemias o incluso la crisis alimentaria mundial: juntos. Tampoco podemos ignorar el hecho de que actores individuales como China o Rusia ya no comparten plenamente las normas internacionales que siempre han unido al mundo. Hoy en día, las democracias están en competencia sistémica con las fuerzas autocráticas.

P. Se habla de desacuerdos entre usted y el canciller Scholz en la nueva estrategia sobre China, que según un borrador de su ministerio prevé restricciones a la importación. ¿Prevé conflictos con la industria?

R. La estrategia se está redactando en consulta con todos los ministerios y la Cancillería, y hablando con las empresas. Estamos de acuerdo en que no podemos desligarnos de China en un mundo globalizado. Pero no debemos ser ingenuos, porque nuestra sociedad abierta es a la vez una fortaleza y una vulnerabilidad. La experiencia nos ha enseñado que necesitamos garantías de competencia leal, protección contra el trasvase del know-how [conocimientos técnicos] de nuestras empresas a China y su posterior utilización contra nosotros en nuestros mercados. China es un competidor, un socio, pero también un rival sistémico. Las grandes empresas que cotizan en Bolsa pueden tener sus ojos puestos principalmente en los beneficios a corto plazo en el mercado chino. Nosotros, como Gobierno, estamos comprometidos con los intereses económicos y de seguridad a largo plazo de Alemania. En concreto, esto significa, por ejemplo, que no incorporemos a nuestras infraestructuras críticas productos que puedan utilizarse para espiar a nuestros ciudadanos.

P. ¿Pretende la estrategia también contrarrestar la influencia de Pekín en África?

R. Durante muchos años, los europeos creímos en un mundo supuestamente perfecto en el que los retos de otras partes del mundo no nos afectaban realmente. China ha aprovechado estratégicamente el hueco que dejamos para ampliar su influencia creando dependencias económicas, por ejemplo, con la llamada Nueva Ruta de la Seda. No hemos hecho lo suficiente para contrarrestarlo. En la competencia sistémica con China, Europa debe ser más activa geopolíticamente. No podemos impedir las inversiones geoestratégicas de China, pero podemos hacer mejores ofertas a los países, como acuerdos comerciales justos en los que las materias primas no se retiren sin más, sino que también quede producción en estos países, y con ello puestos de trabajo y crecimiento. A diferencia de China, nosotros no utilizamos las dificultades de reembolso de los préstamos para ejercer presión política sobre los beneficiarios y, por ejemplo, forzar un determinado comportamiento de voto en la ONU.

P. ¿Qué pasa con los países que ya están endeudados hasta las cejas con China, como algunos Estados balcánicos o Hungría?

R. Tenemos que hacerles propuestas para que se liberen de esta dependencia. Es honesto reconocer que hubo países en Europa que pidieron ayuda durante la crisis del euro o la pandemia, y que, cuando no ayudamos, los chinos intervinieron. Hungría es un caso particular; debemos vigilar el cumplimiento de las normas europeas, también en lo que respecta a las inversiones chinas. También creo que si ayudamos a los países a liberarse de la dependencia, debemos asegurarnos de que no hagan de repente negocios a nuestras espaldas con quienes pisotean la democracia, el Estado de derecho o los derechos humanos.

P. Crecen las dudas sobre si Alemania es un socio fiable. El embajador alemán ante la UE ha advertido de que las desavenencias de la coalición obstaculizan el trabajo en Bruselas. Berlín ha bloqueado el fin de los motores de combustión, la reforma del pacto de estabilidad… ¿Le preocupa la reputación de Alemania en Europa?

R. Como familia, la UE es una gran máquina de compromisos, algo que también conocemos en el sistema federal alemán. Lo que se aplica a la UE a gran escala se aplica a nuestro Gobierno a pequeña escala. También aquí salimos de puntos de partida diferentes en algunas cuestiones. El peso de Alemania en Europa se basa en nuestra fiabilidad y en la confianza que nuestros socios depositan en nosotros. De ello depende que podamos poner en práctica nuestros intereses e ideas en Europa. No debemos poner en peligro esta confianza bajo ningún concepto, y como Gobierno somos más que conscientes de ello.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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