La UE estudia imponer un tope al precio del petróleo ruso para acorralar su economía de guerra
Hungría amenaza la unidad europea con una consulta nacional sobre la nueva ronda de sanciones comunitarias. Grecia y Chipre también se resisten
La Unión Europea plantea sacudir la economía de guerra rusa. Los ministros de Exteriores de los Estados miembros han acordado este jueves impulsar un nuevo paquete de sanciones contra el régimen de Vladímir Putin. Esta decisión llega tras las amenazas nucleares contra Occidente del jefe del Kremlin, su declaración de “movilización parcial” —la primera decretada en Rusia desde la Segunda Guerra Mundial— para engrosar sus tropas en Ucrania y la convocatoria de pseudo referendos en los territorios ucranios ocupados para anexionarlos a Rusia. Sobre la mesa, dentro del nuevo paquete, se contempla imponer un tope al precio del petróleo ruso —como el acordado por el G-7— y también ampliar el listado de productos de alta tecnología vetados a las exportaciones y, sobre todo, restringir aún más las importaciones de componentes europeos a Rusia, según varias fuentes de Bruselas. La UE busca así dar una nueva vuelta de tuerca en su castigo a la economía rusa y a personas vinculadas a la guerra de Putin contra Ucrania.
Los ministros de Exteriores de los Veintisiete acordaron en una reunión de urgencia convocada en la madrugada del jueves en Nueva York, donde asisten a la Asamblea General de Naciones Unidas, enviar más armas a Ucrania y plantear un nuevo paquete de sanciones. Pero sacar adelante el nuevo paquete no va a ser sencillo. Horas después de la reunión de Nueva York, el primer ministro Húngaro, Viktor Orbán ha vuelto a salirse de la foto.
El líder ultranacionalista, cercano a Putin y una de las voces más sonoras dentro de la UE contra las medidas restrictivas a Rusia, va a convocar una “consulta nacional” sobre la conveniencia de las sanciones, una oportunidad para afianzar su retórica contra la propuesta con una votación a medida. El Gobierno de Fidesz suele utilizar estas consultas (como la realizada sobre migración, refugiados y hasta sobre George Soros, a quien culpa de todos los males de la sociedad) para hacer propaganda estatal.
En un contexto de crisis por la caída en el suministro de gas ruso, con los precios de la electricidad disparados en toda Europa y a medida que Putin va subiendo sus apuestas en su batalla energética contra la UE, la iniciativa de Orbán puede fisurar la unidad de la UE o al menos a que sea más costoso sacar adelante la medida, que podría formalizarse en octubre, cuando se reúnen en Bruselas los ministros de Exteriores de los Estados miembros. El paquete anterior de sanciones, el sexto —el séptimo fue, en realidad, para cubrir grietas de medidas anteriores—, necesitó más de cuatro semanas de negociaciones para salir adelante. Y Hungría puede no ser el único, fuentes de la Comisión también señalan resistencias en Grecia y Chipre.
Sin embargo, tras la escalada y las sonoras amenazas de Putin con emplear armas nucleares, aumentan las voces que reclaman una vigorosa reacción de la UE, que ha definido las medidas de Putin como un signo de debilidad y de que está perdiendo la guerra. “Hemos decidido presentar cuanto antes medidas restrictivas adicionales contra Rusia en coordinación con los socios”, ha dicho el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, tras la reunión con los ministros de Exteriores de los Veintisiete, en la que escucharon a Dmitro Kuleba, el jefe de la diplomacia ucrania. “Continuaremos apoyando los esfuerzos de Ucrania mediante el suministro de equipamiento militar”, dijo sin precisar más detalles. Antes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, remarcó en una entrevista con el canal CNN que propondrá incluir controles adicionales a la exportación de tecnología civil.
Moscú insiste en que no funcionan las sanciones de la UE, que incluyen un veto a materias primas como el carbón y que apuntan también al mercado de exportaciones e importaciones ruso, además de a un buen número de personas vinculadas con el Kremlin (desde funcionarios a oligarcas, pasando por familiares del círculo más estrecho de Putin). Estos últimos tienen prohibido entrar en territorio comunitario y han visto congelados sus activos en Europa. Pero la realidad es obstinada frente a la propaganda de los medios de la órbita del régimen ruso: las sanciones están afectando al mercado ruso con ejemplos tan básicos como que las aerolíneas están reutilizando piezas de aviones antiguos para mantener en el aire los que pueden, ante la falta de componentes.
La nueva tanda de restricciones contra Moscú se sumarían a las medidas contra las exportaciones de Rusia, que tenía en la UE el 50% de su mercado; un veto al petróleo importado por barco; la desconexión de bancos rusos del sistema de comunicación financiera SWIFT, un instrumento clave para las relaciones económicas internacionales, y la prohibición de emitir en territorio comunitario de varias cadenas de televisión vinculadas al Kremlin.
Además, se ha restringido la exportación de numerosos bienes imprescindibles para la industria rusa, como semiconductores, equipamiento de aviación o tecnología para los sectores energético y espacial. También se ha prohibido la exportación hacia la UE de carbón, hierro, acero, madera o cemento. Los paquetes de sanciones europeas han afectado también al transporte. Desde febrero, todas las compañías aéreas rusas tienen vetada la entrada en el espacio aéreo de la Unión o despegar desde cualquier aeropuerto de un Estado miembro.
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