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Margaritis Schinas: “Hay que lograr un férreo control de las fronteras europeas, como EE UU”

El vicepresidente de la Comisión Europea para Asuntos Migratorios reclama a los socios que aprueben el plan de Bruselas “para evitar que se repitan casos como el de Canarias”

Claudi Pérez
Margaritis Schinas, el 17 de diciembre durante la entrevista en Bruselas.
Margaritis Schinas, el 17 de diciembre durante la entrevista en Bruselas.Delmi Alvarez

Habla un castellano fluido con un misterioso acento asturiano e inesperados y chispeantes giros coloquiales. Conoce a fondo la política española, y espera a que se apague la grabadora para contar divertidísimos chismes, irreproducibles por escrito. Margaritis Schinas (Salónica, 58 años) ha ocupado puestos en las instituciones europeas durante las tres últimas décadas; hoy es vicepresidente comunitario responsable de la agenda migratoria y de la “protección del estilo de vida europeo”, sea lo que sea eso. Schinas es un genuino representante del centroderecha europeo; un liberal clásico, sea lo que sea eso también. Y patrocina un plan migratorio que la UE pretende aprobar en 2021 y que incluye un férreo control de fronteras con 10.000 agentes de Frontex, acuerdos diplomáticos con los vecinos del Norte de África y un mecanismo de solidaridad que para el Sur es insuficiente y para el Este —y para algunos socios centroeuropeos— es excesivo. “No es la crisis económica o el aumento de la desigualdad lo que mejor explica el auge de los populismos, sino nuestro fracaso a la hora de encauzar el problema migratorio”, avisa en una de esas raras entrevistas presenciales que permite últimamente la pandemia en una soleada y radiante Bruselas. Y eso sí que es raro.

Pregunta. Con el coronavirus se han reducido las llegadas de migrantes, pero la inmigración no se cae de la agenda, no cesa de provocar desencuentros e incluso hemos visto episodios de xenofobia, el último de ellos en Canarias. ¿Por qué se da esa paradoja?

Respuesta. A diferencia de 2016, hoy no tenemos una presión sistémica, una verdadera crisis, sino brotes al estilo de Canarias, como antes los vimos en Calais, en Lampedusa, en las islas griegas o en la ruta de los Balcanes. Lo que ocurre es consecuencia de no tener un sistema integral de gestión de la migración, que regule desde la llegada del migrante hasta que pide asilo o se le devuelve, y que incluya un blindaje de las fronteras, relaciones diplomáticas con los países de origen y tránsito y mecanismos de solidaridad. Con ese pacto, estoy convencido de que lo de Canarias no hubiera sucedido.

P. Pero ese proyecto de Bruselas ha recibido un rechazo frontal de los países del Sur, que consideran que está sesgado hacia los intereses del Centro y el Este.

R. No hay tal rechazo frontal. Y no, no existe ese sesgo. Lo digo como uno de los autores del pacto, pero también como sureño.

P. Pedro Sánchez ha recalcado que es “claramente insuficiente”. Y una carta de España, Italia, Malta y Grecia califica de “pura ficción” algunos aspectos del plan.

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R. Hace cinco años, con una propuesta de la Comisión Juncker hecha de corazón —las cuotas obligatorias de acogida de refugiados—, nos estrellamos: lo que técnicamente es factible a veces no es posible en política. Podemos seguir haciendo propuestas de corazón, pero prefiero poner sobre la mesa algo que se pueda aprobar: el Sur tendrá la certeza de que habrá solidaridad efectiva y permanente, y en el Este daremos la opción de no tener reubicaciones obligatorias, pero sí medidas equivalentes, como esta idea de los retornos esponsorizados; el país que no quiera refugiados asume —y paga— los retornos en nombre de los Veintisiete. Pero el tono de esa carta, insisto, no era de rechazo frontal.

P. Pues lo parecía. En el lenguaje de madera diplomático habitual, es una carta durísima.

R. Tenemos un problema en el Mediterráneo, desde Grecia hasta Ceuta y Melilla; hasta Canarias. Y no es un problema griego, italiano o español, sino un problema europeo. Europa está contribuyendo con dinero, con medios, pero necesitamos un cambio de paradigma: no podemos seguir a trancas y barrancas, tapando agujeros cuando surge un problema. En esa carta, el Sur deja claras sus prioridades, pero también los países del grupo de Visegrado han rechazado esa propuesta. Algo habremos hecho bien: creo que en medio hay espacio para poder aterrizar un acuerdo. Hay que acallar al frente populista demostrando que la UE puede resolver el problema migratorio.

P. ¿Hay alguna bala de plata para el Sur?

R. ¿Por qué tuvimos la crisis en Canarias, por qué había 20.000 personas sin perfil de asilo? Porque Marruecos no controló esa zona, y porque Frontex, la agencia europea de fronteras, tampoco estaba allí. Eso cambiaría con el pacto: esa es la bala de plata de la que disponemos.

P. ¿Y por qué cree que España no ve con buenos ojos la presencia de Frontex?

R. Eso me pregunto yo, por qué Frontex no está en Canarias cuando hay un serio problema —apenas hay siete observadores— y sí está masivamente en el Egeo, con cientos de agentes.

P. ¿Canarias no es un aperitivo de lo que puede venir? Como en Moria, el modelo parece encaminado a mantener a los inmigrantes embotellados en las islas, a las puertas del continente. ¿El plan no aboca a que aparezcan otros muelles de Arguineguín?

R. En absoluto.

P. Los expertos creen que sí. El Gobierno español también recela.

R. El plan introduce la noción de circuito migratorio: todo está conectado con todo. Hay un trabajo previo, de diplomacia con los países de origen y tránsito. Se refuerza el control de fronteras con 10.000 agentes. Cuando aun así llega un migrante lo primero es hacer exámenes médicos y de seguridad, y determinar el perfil de asilo. Eso tiene que estar listo en un plazo de cinco días, ni uno más. Si la persona tiene perfil de asilo se inician los procedimientos legales; si no, se le devuelve en virtud de los acuerdos firmados con los países de origen. Con rapidez. Volvamos a Canarias: allí se concentraron 20.000 personas porque Marruecos miraba hacia otro lado, y porque el control de fronteras falló con estrépito. Eso mejoraría con nuestra propuesta.

P. ¿Está diciendo que Marruecos no colabora lo suficiente?

R. Van muchos fondos europeos hacia Marruecos, y Rabat colabora en la parte del Estrecho, pero no en el área más occidental.

P. Y parece que no lo hará si Europa no pone más dinero. ¿No es una especie de chantaje, no hay incentivos perversos con Turquía o con Marruecos?

R. El dinero es imprescindible, pero no se trata solo de dinero. Son también visados, intereses comerciales, relaciones diplomáticas, becas Erasmus, incentivos económicos. No se trata de correr detrás de los problemas hoy en Canarias, mañana en Lampedusa y pasado en las islas griegas; se trata de llegar a acuerdos con una veintena de países a los que vamos a hacer una buena oferta, y de poner en pie el resto del plan. Ahora dependemos de los países de origen y tránsito, y casi de las personas que tienen el poder en esos países, para tener las cosas bajo control. Y eso no puede ser.

P. “Grecia es el Real Madrid de los Balcanes”, dijo hace un tiempo en su país. Pero lo que llega es el incendio de Moria, o el hecho de que Frontex mira hacia otro lado en Grecia con las devoluciones en caliente de afganos. ¿Eso es presentable?

R. Moria, como Canarias, nos cuenta a las claras lo que hay que cambiar. Y lo primero para fraguar ese acuerdo de inmigración es que las fronteras de la Unión estén protegidas: no podemos dejar eso a la responsabilidad exclusiva de los Estados de primera línea. Hay que europeizar el control de fronteras: hay que lograr un control férreo de las fronteras europeas, como hace EE UU. Cuando llegas a Estados Unidos queda claro que atraviesas la frontera estadounidense; cuando llegas a la frontera exterior de la Unión también tienes que tener claro que estás llegando a Europa. Para activar la solidaridad antes hay que blindar las fronteras. Dicho esto: somos la UE. No somos Australia. No construimos muros.

P. Hay más de mil kilómetros de Muros en Europa, seis veces más que en 1989.

R. ¿Dónde?

P. En Ceuta y Melilla. En Bulgaria, en Grecia, en Hungría. Hasta en Francia los hay.

R. Pero son exclusivamente para controlar fronteras. Mire, Europa va a seguir siendo un destino de asilo. Pero el control de fronteras y el derecho de asilo no son antitéticos, por mucho que se empeñen algunos partidos. Somos Europa: podemos hacer las dos cosas. Frontex no se encuentra solo demandantes de asilo, hay también amenazas híbridas: acuérdese de Evros, adonde trajeron a 20.000 personas en autobuses protegidos por el Ejército prometiéndoles que iban a llegar a Múnich la mañana siguiente.

P. ¿Cuándo remita la pandemia se van a acelerar las llegadas? ¿Qué previsiones tiene?

R. Si la situación mejora, como parece, habrá más llegadas. Pero también el Norte de África se va a beneficiar del turismo: eso puede compensar parte del aumento.

P. ¿Está encargado de proteger el estilo de vida europeo, no?

R. Sí, soy vicepresidente para la promoción del estilo de vida europeo.

P. ¿Cómo casan con el estilo de vida europeo las devoluciones en caliente?

R. No casan bien. Pero la responsabilidad de proteger las fronteras sí es parte de nuestros valores; hay una demanda social muy clara para controlarlas.

P. Kundera define a los europeos como quienes sienten nostalgia de Europa. ¿Esas imágenes de devoluciones en caliente de afganos con Frontex haciendo como que no está ahí dónde deja los valores europeos?

R. No estamos ante una elección binaria: nuestra obligación es proteger nuestras fronteras, y proporcionar asilo a quien tenga derecho. Pero los sondeos son claros: la gente está pidiendo que las fronteras estén bajo control.

P. Los sondeos también dicen que los migrantes abusan del Estado del bienestar, y los datos reales lo desmienten. El Eurobarómetro dice que los italianos creen que hay un 25% de migrantes, cuando Eurostat rebaja la cifra al 10%. Los países del Este, que son los más duros, presentan porcentajes de migrantes del 3% de la población. ¿No es contradictorio ese clima de opinión con las estadísticas reales? ¿No es contraproducente ir tras los sondeos?

R. Hay argumentos de sobra a favor de una política migratoria común, y al final esos argumentos caerán por su propio peso: la demografía nos obliga a traer gente; necesitamos trabajadores para los servicios y la industria, para la transición digital y tecnológica. Pero hay que ir a buscar esos trabajadores de una manera ordenada, legal: no con pateras. Hay que abrir la puerta para que la gente no salte por la ventana.

P. Se cumple un año de la Comisión Von der Leyen. El virus cogió a la UE desprevenida; la primera respuesta fue negativa, con el control de fronteras, y faltó solidaridad.

R. Pero luego la cosa mejoró: el fondo de recuperación es un momento hamiltoniano; hemos cruzado un Rubicón y no hay vuelta atrás: esa conquista está a la altura del euro o el mercado único. Y hay un segundo triunfo: la compra europea de vacunas es un éxito impensable hasta hace nada. 2020 no fue un mal año para el europeísmo.

“España no puede fallar con los fondos europeos”

Bruselas es consciente de que la crisis española es y va a ser más dura que la de la gran mayoría de socios europeos. El batacazo económico es mayor, la cicatriz fiscal será más grave y las tasas de paro españolas no tienen comparación en Europa, salvo por Grecia. El vicepresidente Margaritis Schinas dice que España ha hecho lo que debía (expedientes de regulación temporal de empleo y líneas de liquidez del ICO para sostener la economía), y que Europa también ha hecho su parte: suspendió las reglas fiscales y ha aprobado un fondo europeo de recuperación de 750.000 millones de euros, de los que 140.000 millones son para España. Bruselas tiene dos dudas: si España sabrá gastar adecuadamente todo ese dinero en tiempo y forma, y si sabrá hacer las reformas estructurales asociadas, que la UE viene reclamando desde los tiempos de Delors, por no decir de Monnet. “Hace 10 años, la Gran Recesión fue completamente asimétrica: el Sur sufrió la austeridad, y la fractura con el Norte fue muy problemática. Pero el coronavirus es un problema general, que no ha hecho distinciones: es una crisis completamente simétrica. La lógica Norte-Sur se ha difuminado. Y no va a volver rápidamente: en los dos o tres próximos años la prioridad absoluta es salir de esta”. “En el caso de España es extraña esa conversación hispano-española llena de ruido, de politiqueo, de polarización. A la UE le interesa mucho que España e Italia lo hagan muy bien, que demuestren que pueden gastar ese dinero y hacer las reformas necesarias pensando en el medio plazo”, sostiene. “Las dos familias políticas —los socialdemócratas y el centroderecha— que metieron España en el corazón de Europa tienen ahora una oportunidad histórica para garantizar la estabilidad durante años, quizá más de una década. La polarización se explica por razones históricas, pero este es un momento único. España no puede fallar”, cierra Schinas.


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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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